Empate en el sanatorio

Copa del Rey | Zaragoza 1 - Málaga 1

Empate en el sanatorio

Empate en el sanatorio

Zaragoza y Málaga igualan un choque de rivales heridos. Lafita cabeceó el 1-0 y Apoño lo equilibró de penalti. El equipo de Muñiz fue mejor al final y pudo ganar

El Málaga inició el partido como si tuviera cosas más importantes de las que ocuparse y lo terminó con una acumulación de ocasiones que debió negar López Vallejo para contener el empate. La Romareda saludó la curva descendente de su equipo con una silbatina de destinatario colectivo. Después del Camp Nou, cualquiera es sospechoso. El Zaragoza tuvo el partido de su lado gracias a un gol temprano de Lafita, pero resbaló en una doble dirección negativa: hacia atrás y hacia abajo. El Málaga, que pasó la primera parte desangelado como la noche, se animó con los cambios, empató de penalti, debió tirar otro que el árbitro no vio, hizo relativo héroe a López Vallejo y se perdió la victoria con dos ocasiones de Edinho y Valdo. La eliminatoria queda en suspenso: por el resultado y porque los dos equipos que pueden hacerse daño. A sí mismos y al contrario...

Dados los antecedentes, el partido se podría haber jugado en el campo o en un gabinete de terapia ocupacional. Para el Málaga, según reveló la alineación de Muñiz, el encuentro había de prolongar la búsqueda de una explicación. El entrenador teclea aquí y allá, cada vez más deprisa y quién sabe si con algún sentido. Hay dos posibilidades: o da con algo coherente y entonces dirá que interpretaba El vuelo del moscardón, o mezcla sustancias hasta que reviente el quimicefa. Ayer incrustó a Juanito en la defensa con otros cuatro. Entre ellos el chaval Iván González, al que Lafita le iba a recordar a los 10 minutos que los carteristas se ganan la vida en el metro de las grandes ciudades y en el área pequeña de los campos de fútbol. Pennant metió uno de esos centros tramposos con curva de gamba y Lafita coló la cabeza bajo el sobaco de Iván para anotar el 1-0. De forma retrospectiva, el gol permitió argumentar que el Zaragoza tal vez afrontara la noche con más de convicción, fe apoyada en la potencia seductora de un torneo en el que ha construido lo más cierto de su mística. Ese ánimo agregado, sin embargo, no le rentó ni un tanto así de superioridad (tampoco con la ventaja), ni alimentó un penduleo que inyectase algo de sustancia al partido. El Zaragoza hizo su contoneo de siempre: tuvo un par de apariciones menores y, cuando nos quisimos dar cuenta, se había retirado a sus aposentos.

Otra pauta. El Málaga no accedió a la invitación. Ni Benachour ni Xavi Torres tuvieron autoridad para gobernar su ínsula. Edinho apenas subsistió con una pelota envenenada por Luque: antes de morirse, López Vallejo manoteó con desorden y Edinho se perdió el gol en el segundo poste. Por lo demás, Mtilinga pasó la noche reventando pelotas contra los cartelones de la publicidad. Del Málaga quedaron los arreones de Gámez por afuera y la tentativa discontinua de Luque. La primera parte no sirve para explicar las bondades del fútbol.

Muñiz entró en la segunda con Apoño y el choque se animó. Mala noticia para el Zaragoza, que no tenía la noche jotera. A Apoño le bastaron orden y empuje para establecer otra pauta. Cuando entró Baha, al Zaragoza se le cayó la máscara. El equipo de Marcelino volvió a su habitual parábola de decadencia, acusada en el fútbol y en el ímpetu físico. Lafita lo intentaba y Welligton le sacó bajo palos un tiro mordido. Ewerthon andaba rellenando la noche de carreras insustanciales y ademanes de tribunero. Ander se discutió extrañamente con la pelota. Atrás, Laguardia sostuvo una energía que habría que aprovechar. Además, el muchacho rasca como una persona mayor. Uno lo vota para titular. Pero de central.

Completados los gestos, el Málaga pasó a la acción. Su escalada tuvo este dibujo: Edinho reclamó un penalti de Laguardia con toda la razón; López Vallejo sacó un pelotazo de Luque abajo y respondió con el pie al cabezazo (poco hábil) de Edinho en el rechace; y Luque, tras desairar a Pablo Amo, enganchó en el área contra Ponzio y éste, en la caída, arrastró el cuerpo y tocó con la mano. Apoño tiró el penalti y consagró su nombre en la noche. Mientras el Zaragoza se fundía, Valdo pudo meter el segundo. Tal y como anda el Málaga, igual le pareció un exceso.