"Sólo tres personas silenciaron Maracaná: el Papa, Sinatra y yo"

Ghiggia

"Sólo tres personas silenciaron Maracaná: el Papa, Sinatra y yo"

"Sólo tres personas silenciaron Maracaná: el Papa, Sinatra y yo"

Alcides Gighia (Montevideo, Uruguay, 1926) fue el autor del gol del triunfo charrúa en la final del Mundial 50 (1-2), el Maracanazo. El gol más importante de la historia.

Me cuentan que lo volvió a repetir, en esta ocasión a pase de Enzo Francescoli.

Sí. Fue hace tres años con motivo de un partido que Uruguay jugó con Brasil en Río. Una televisión brasileña nos pidió repetir la jugada, los dos vestidos de calle. Enzo hizo de Julio Pérez y yo, de Ghiggia.

¿Cómo fue el gol?

Estábamos 1-1 y la pelota le llegó a Pérez, que era fantástico. Yo me atrasé para atraer a Bigode, mi marcador. Julio me la dio, se la devolví y me lanzó largo, sabiendo que yo era muy rápido. Llegué ante Barbosa (portero brasileño) y todo el mundo, Barbosa el primero, esperaba que centrara, que buscara a Schiaffino, pues llegué un poco escorado. Pero él dio un pasito al costado y vi que era la mía: le pegué con el alma y entró. ¿Sabe? La recreación con Francescoli la repetimos una vez. La primera, cuando él me pasó la pelota, chuté fuera. El tipo de la televisión dijo que ya le valía, pero a mí no. Repetimos y entonces sí, la colé por el mismo lugar que aquel 16 de julio del 50.

Y se calló Maracaná. Y años después usted dejó la frase cumbre.

Eso es. Con ocasión de otra visita mía a Brasil, me entrevistaron y se me ocurrió decirle aquello de el Maracaná lo silenciaron tres personas, el Papa (se refiere a Juan Pablo II), Frank Sinatra y yo. Fue una ocurrencia extraordinaria; han pasado 59 años y usted me pregunta por ella Ya ve: es cierto que es el gol más importante de la historia, por lo que significó para Brasil y para el mundo.

De aquel equipo titular uruguayo sólo sobrevive usted.

Quedamos Juan Carlos González, que jugó hasta el partido nuestro con España, pues luego agarró la gripe, y Aníbal Paz. La gesta queda para que el pueblo uruguayo la recuerde y la transmita de generación en generación. ¡Y qué futbolistas! Varela, Pérez, Schiaffino

De éste dicen los italianos de más de 60 años que ha sido el mejor extranjero de la historia del 'calcio'. Incluso Di Stéfano se descubre ante él.

No me extraña que así sea pues Pepe fue extraordinario. ¡Ah, Alfredo! Jugaba en toda la cancha, yo no tengo dudas: ha sido el mejor de todos los tiempos. Mándele un abrazo.

Lo haré. Quería comentarle que en las publicaciones dedicadas al Maracanazo se cuenta que los dirigentes de la celeste daban por bueno el subcampeonato. ¿Les liberó eso de presión?

No, para nada. Lo que la gente no cuenta es que unos meses antes jugamos tres partidos con Brasil, en la Copa Río Branco, porque no se decidía la final. Ganamos un partido nosotros, otro ellos y de nuevo Brasil, el desempate. Vamos, que fácil no nos ganaban. Pero aquello era el Mundial y sí, hubo dirigentes que comentaron antes del partido que Uruguay ya había cumplido, que con perder por menos de tres goles valía. Hablamos de Río, de Maracaná, de 200.000 personas en la grada

Pero apareció Obdulio Varela, 'El Negro Jefe'. Su arenga en el túnel de vestuarios también es parte de la historia.

Íbamos camino de la cancha, nos paró y nos dijo: "Los de afuera son de palo". Se refería a nuestros dirigentes, a Brasil y a los 200.000 de la grada. Varela no era dirigente, era futbolista: para él, cumplir era ganar y que el pueblo uruguayo fuera feliz. Y ganamos.

A un Brasil tremendo.

Los había goleado a todos. (Sus resultados antes de la final fueron 4-0 a México, 2-0 a Yugoslavia, 7-1 a Suecia y 6-1 a España). Nosotros llegamos a la final por diferencia de goles. A España, que tenía un equipazo, sólo pudimos empatarla a dos; a los suecos les ganamos por la mínima (3-2) España tenía a Ramallets, Basora, Parra, Puchades, Zarra Acabaron cuartos del mundo.

Nuestra mejor clasificación en un Mundial.

En efecto. Pero, bueno, ustedes, nosotros, todos éramos invitados a la fiesta brasileña. El día de la final los diarios, la gente allí, estaban seguros del triunfo. El partido se jugó por la tarde y por la mañana las calles estaban llenas de gente con banderas, tambores Imagínese la que se armó cuando Friaça adelantó a su equipo, era buenísimo Friaça. Y Ademir, y Jair, y Chico

Y volvió a aparecer Varela.

Sí, Obdulio ejerció de capitán, como hacía siempre. Por ejemplo, con la camiseta. No permitía tirarla al suelo pues decía que a la camiseta de tu país hay que respetarla; debíamos dársela al utillero o dejarla en el banquillo. Y sí, en la final, tras el gol de ellos y viendo que el estadio se venía abajo y que el momento era complicadísimo, agarró la pelota, se la puso bajo el brazo y se fue a hablar con el árbitro. La excusa fue que dos defensas nuestros dijeron que el línier había levantado la bandera antes del gol, que había fuera de juego.

Perdone, el árbitro era inglés, Reader se llamaba. ¿Hablaba español, Varela inglés?

¡Ja, ja! Nada, no podían entenderse más que por señas, pero Obdulio se las ingenió para tener el partido parado cinco minutos, se trataba de enfriar la caldera y nuestras cabezas. Porque el gol no lo iba a anular Pasamos un rato terrible hasta que empató Schiaffino, dentro del área. El partido se igualó, a ellos les empezaron a entrar las dudas y camino del final marqué yo.

Y se calló Maracaná.

Del todo. Acabó el partido y lo que para nosotros fue la gloria para ellos se convirtió en una tragedia. Hubo hasta suicidios en Brasil. El pobre Barbosa quedó marcado para siempre, fue un marginado sólo porque encajó aquellos dos goles nuestros, Brasil lo apartó de su mundo, le responsabilizó de la derrota y murió entre una profunda tristeza.

¿Hablaron ustedes dos después de aquel día?

Sí, varias veces. A él lo crucificaron y no tuvo ninguna culpa. Fíjese que 40 años después los brasileños organizaron una fiesta para celebrar no sé qué título y a él no le invitaron

Fue cuando dijo aquello de que en Brasil no hay cadena perpetua menos para él.

Justamente.

¿Y qué premio les dieron a ustedes por el Mundial?

Un reloj de plata y 250 dólares nos dio la Asociación Uruguaya de Fútbol.

Nacieron ustedes demasiado pronto, Gighia.

¡Puede ser! Eran otros tiempos en todo, claro. En lo que más ha cambiado el fútbol es en que se ha vuelto muy comercial, a menudo parece que a los jugadores les interesa más el comercio que el fútbol. Comprendo que ahora no es como antes, cuando yo empecé en la calle, en un campito; cuando sólo te preocupaba jugar, hacerlo bien, ganar Eso es pasado, pero el presente es exagerado en casi todo lo que rodea a un futbolista. Y sobre la táctica, a mí me parece que el 4-3-3 es el mejor sistema de toda la vida. Hay que poner delanteros, de otro modo es más difícil jugar y ganar.

Usted, que fue un 7 grande, no entenderá el fútbol sin extremos.

Para nada. Dos punteros y un centroavanti, así se llega al gol y más en este fútbol de ahora, con los equipos tan cerrados. Ya en el Mundial de Alemania me prendé de Cristiano y de Ribéry, y por eso me gusta Luis Suárez y desde luego Forlán, que hace goles y tiene la garra charrúa. ¡Y eso que empezó jugando al tenis!

Uruguay jugará la repesca de un Mundial que debe ser el de España. ¿Le parece a usted también que nosotros, ahora o nunca?

Tienen un equipo formidable, sí. Pero las sorpresas aparecen en el Mundial. Que España es una de las máximas favoritas, seguro. Vamos a ver si nos vemos por allí

Ojalá, señor Gighia. Ha sido un placer charlar con usted.

¡Por favor! Saludos a toda la buena gente de España.