El 25 de enero de 2008 Andrés Iniesta firmó un contrato que lo ligaba al Barcelona hasta el 30 de junio de 2014, con una cláusula de rescisión de 150 millones de euros y unas ganancias de tres millones más incentivos. Parecía un compromiso enorme, definitivo para un jugador que tendría 30 años en la fecha de expiración. Pero tras un año colosal en lo colectivo y en lo individual, Iniesta se ha convertido en un crack del Barça, pero sus ganancias han quedado a la altura de la clase trabajadora de la plantilla.

El club negocia la renovación y mejora del contrato de Iniesta, movido por cierto malestar detectado en el entorno del jugador y por el temor de que pudiera acabar marchándose ante la llegada de alguna oferta suculenta (José Antonio Camacho ya lo tanteó hace tres años, cuando trabajaba para la candidatura de Juan Palacios). Mientras tanto, Iniesta se encuentra por detrás de Messi, Ibrahimovic, Puyol, Henry, Xavi y Alves, y en un segmento salarial similar al de jugadores como Abidal, Márquez o Keita, con menos trayectoria o peso específico que él en el equipo azulgrana.

Aunque antes del verano la directiva de Joan Laporta deslizó que había un acuerdo económico, la negociación de la mejora se ha ido aplazando largas semanas.