Con la polémica de las rotaciones de fondo, el Madrid vuelve a jugar, cuatro días después, en el Santiago Bernabéu, y ya aviso que citar el nombre del estadio será durante toda la Champions excusa para recordar que la final se disputará sobre esa misma hierba (o parecida) el próximo 22 de mayo, día de Santa Rita de Casia, abogada de los casos imposibles.
Fijado el objetivo, Pellegrini prepara cambios en el once, aunque esta vez le inspiran en idéntica medida los principios filosóficos y las lesiones. En la defensa, Sergio Ramos sufre una sobrecarga muscular y será duda hasta última hora. Sin otros laterales diestros disponibles (Arbeloa se recupera de un esguince), su puesto podría ser cubierto por Albiol, que haría sitio a Garay en el centro de la zaga. Una línea más arriba, la baja de Lass (traumatismo en el hombro derecho) asegura la entrada de Gago, ya que Guti también arrastra molestias musculares.
Sólo arriba se repite el excedente y, en consecuencia, la rotación. Como Raúl y Benzema jugaron los 90 minutos contra el Tenerife, se espera que uno de ellos ceda su posición a Higuaín. Aunque Pellegrini no ensayó ayer con ningún equipo, parece lógico que sea el capitán quien se siente, pues Benzema viene de anotar dos goles y a eso añade el estímulo de un adversario de la misma nacionalidad, al que marcó, por cierto, otro par en su último enfrentamiento con el Lyon. Ataque total, por tanto.
El Olympique, segundo clasificado en la última liga francesa (a tres puntos del Girondins), llega al Bernabéu tras perder contra el Valenciennes (3-2), un rival que se relaciona con la leyenda negra del club: en 1994 el Olympique fue descendido al demostrarse el intento de soborno a varios de sus jugadores.
Deschamps afronta el partido con urgencias. Perdió en el estreno contra el Milán (1-2) y ahora está obligado a una hazaña. Y en ese empeño no le favorecen las lesiones. Mbia, pulmón del mediocampo, está renqueante, al igual que el lateral Taiwo, que podría ser relevado por el feroz Rool.
Esas contrariedades afectan a la energía general de un equipo muy físico, donde Heinze y Lucho González han encajado perfectamente.
En un grupo tan aguerrido, Morientes aporta el gol en conserva. Marcó en Valenciennes (su único tanto) y hoy tendrá minutos en la segunda mitad. Cuando salga se mezclará el reconocimiento del Bernabéu con el recuerdo de aquel gol con el Mónaco que descabalgó al Madrid en 2004. Otros tiempos, naturalmente.
