No le quedó más remedio a Guardiola que hacer una mezcla de jugadores de las categorías inferiores con los pocos profesionales que tenía a su disposición en esta primera fase de la pretemporada. Jugar en Wembley no está al alcance de muchos y para el catalán, más que ganar, lo importante era dar una buena imagen poniendo en práctica lo poco que habían ensayado desde el martes y todo lo que recordaban de un pasado reciente bañado en oro. Así, Guardiola estaba obligado a disponer de dos equipos diferentes para dosificar el esfuerzo y corregir sobre la marcha.

Las sensaciones fueron buenas. Habrían sido mejores si Pinto no hubiese fallado en una salida que permitió a Livermore cabecear solo en la frontal del área pequeña. Lo que más le dolió a Pep fue el poco tiempo que quedaba para que acabara el partido. El tanto del inglés igualaba el conseguido por Bojan, tras una sensacional y valiente acción iniciada por Touré, quien, como en la final de la Copa del curso pasado, arrancó desde la zona ancha y se fue de todo el que le salió por delante, aunque en esta ocasión cambió la definición: en vez de golpear con violencia la pelota, intentó entrar en la portería de Cudicini con la bola enganchada en su bota derecha. Touré no tuvo suerte de primeras, aunque Bojan, atento, siguió la jugada e empujó el esférico a gol.

Muniesa.

El joven central formó en la segunda parte junto con Henrique en el eje de la defensa. El catalán sobresalió y sólo tuvo una mancha en el expediente: una mala entrega en la zona media. Nada más. El chico aprovechó su oportunidad y Guardiola contará con él en pocos meses. Al tiempo.

Pero sería injusto no destacar el esfuerzo del resto de canteranos. El Barça tiene vida y pozos de petróleo con el fortachón Rochina en ataque (fue ovacionado un par de veces), con la imaginación de Jonathan dos Santos, el veloz Jeffren... Guardiola se marchó contento, pese a que su equipo arrancó la preparación con un empate.