El surafricano Pienaar deambula por la mitad del campo del ataque y Mhlongo, Modise y Booth le persiguen. Luego, cuando consigue zafarse de ellos, le rodean otros tres. Pienaar simula ser Kaká. Así es como Joel Santana prepara un plan para detener al 10 de la canarinha, la mayor obsesión del técnico brasileño de Suráfrica. Santana sigue sin perderse un solo encuentro el de la Seleçao y sabe que Kaká es la pieza fundamental en el juego del equipo de Dunga, el futbolista por el que pasan, alguna vez, la mayor parte de los balones de ataque de Brasil. Si el 10 no recibe (cree Santana), el equipo suramericano será mucho menos peligroso que en los anteriores encuentros, en los que ha conseguido marcar la nada desdeñable cifra de 10 goles.

"Bafana, tied to Kaka like limpets" (Bafanas, pegados a Kaká como lapas), se podía leer a cuerpo 100 en The Star, el más importante rotativo angloescribiente de Johannesburgo. Suráfrica, cuyo mayor ídolo brasileño, hasta hace dos semanas, era Ronaldinho (muchos se quejaron de que no viniera) ha cambiado sus preferencias y también su temor: ahora, el hombre es Kaká.