Un esperpento pasó por El Sardinero

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Un esperpento pasó por El Sardinero

Un esperpento pasó por El Sardinero

AS

El equipo de Abel se marcó un partido caricaturesco en el peor momento, 24 horas después de un nuevo triunfo del Valencia y recién terminado el partido del Villarreal, que cumplió con su parte y deja a los rojiblancos fuera incluso de los puestos UEFA. El Atlético fue un desastre en defensa regalando el triunfo a un Racing intenso que sí respondió a las exigencias del partido y se desfondó para lograr tres puntos de oro en su lucha por asegurar la permanencia.

Dos equipos en el alambre, uno en lucha por la Champions, el otro por la permanencia. Imaginábamos jugadores conscientes de la importancia del partido y de los puntos en esta Liga tan apretada en algunas zonas que cada triunfo es oro y cada derrota un sofoco dramático. Pero El Sardinero retrató dos formas opuestas de afrontar un trance de tanta importancia. Una, la del Racing, la propia de un equipo con corazón; simplemente profesional, si apuramos: entregado en cuerpo y alma, buscando su objetivo en cada balón, en cada metro de césped; conociendo sus propias armas y optimizándolas con inteligencia. La otra, la del Atlético, fue una cátedra del desastre, un esperpento impropio de un equipo que, a pesar de todo, tiene todavía papeletas para estar en la próxima Champions. A la vista del espectáculo dantesco que regaló en Santander, cuesta creer que sea así, que ni tan siquiera lo merezca.

Después llegan las formas de perder. Y las del Atlético fueron sucias, indefendibles, embarazosas. Después de ganar en sus tres últimas visitas a Santader y de dejar recientemente algún partido muy digno a domicilio (Riazor), tocaba verbena. El Racing, que sacó lo máximo de lo que tiene, que no es mucho, se transformó en el equipo perfecto para hacer zozobrar al Atlético. Peligroso por alto, agresivo en la presión, veloz en la transición. Pero el análisis sesudo quizá sobre. Hay partidos en los que parece que no hay equipo en este mundo (y puede que en otros) que no está capacitado para airear los agujeros negros del Atlético: la defensa y la línea de creación.

Abel ajustó la alineación con un par de retoques. Banega, en algunas quinielas, dejó su lugar a la pareja Raúl García - Assunçao. Sinama ocupaba la zona derecha del ataque y dejaba descansar a Maxi. Junto al francés, la artillería: Simao, Forlán, Agüero. Tres jugadores de primer nivel, dos delanteros extraordinarios. Pero no importa. Podrían ser superhombres, alienígenas: el problema está en el resto del campo. Los jugadores desequilibrantes del Atlético vivieron desasistidos, apartados del partido, seguramente atónitos. Y no demasiado inspirado las pocas veces que veían relativamente cerca el balón, todo hay que decirlo.

La defensa del Atlético regala el partido

La victoria del Racing, extremadamente cómoda, se ventiló en un primer tiempo en el que el Atlético rizó el rizo de sus miserias, enseñó sus vergüenzas sin decoro. El Racing planteó su batalla en la primera línea de presión, con Toni Moral, Munitis y Tchité. Detrás, Colsa se bastó para engullir a Assunçao (transparente) y Raúl García (insignificante). A partir de ahí, cada robo era un drama para la defensa del Atlético, cada balón colgado un thriller. Uno de los equipos que peor defiende los balones aéreos de esta Liga (y de otra anteriores, seguramente) se medía a un gigante de 2'02 que es grande y además es listo. Cada carrera de Munitis o Tchité y cada balón que buscaba a Zigic era peligro automático. Antonio López vendió su banda sin oponer resistencia y los centrales fueron un flan, especialmente Ujfalusi cuyo partido evolucionó de irritante a irrisorio.

La película de terror que vivió la afición atlética en la primera parte fue un canto a la impotencia de un equipo que eligió siempre lo ilógico y no sólo no combinaba con criterio sino que era incapaz de despejar un balón sin que este volviera al instante convertido en veneno. Christian marcó rápido el primero tras remate de Zigic al larguero en acción a balón parado. En el siguiente balón colgado, llegó un gol anulado a Tchité tras falló de Ujfalusi. Poco después, al cuarto de hora y en otro balón al área, Garay marcó solo en el segundo palo. Después de que se viera a Toño por primera vez tras 23 minutos en un centro intrascendente, Tchité perdonó primero el tercero y lo marcó después en un fallo en cadena de la defensa rojiblanca coronado...sí, por Ujfalusi. El Racing, que ya plegaba velas y notaba el esfuerzo de la presión brutal se encontró con un regalo cuyo lazo lo puso el checo, con una incapacidad cómica para despejar el balón.

Cuatro minutos de esperanza

Se supone que el vestuario del Atlético echó humo en el descanso. Sólo se supone porque no hubo reacción alguna. Banega y Maxi entraron por Raúl García y Sinama pero los nombres no importaban. Todos pura impotencia en un bando, concentración y esfuerzo máximos en el otro. El Atlético apenas subió el ritmo, no mostró ningún afán por reivindicarse, ni siquiera a base de casta, de corazón. El Racing, con el trabajo hecho, gestionó el partido en busca de un ritmo menor, de un control activo de cada situación.

Y, con todo, el Atlético tuvo una opción de meterse en el partido. En el único error defensivo del Racing, el Kun entró en el área y Colsa le agarró. Forlán transformó el penalti y, con media hora por delante, se intuía asedio colchonero hasta que, cuatro minutos después y de nuevo con Ujfalusi como espectador de lujo, Munitis recibió el premio a su trabajo con una vaselina perfecta desde el borde del área. 4-1 y abortada cualquier reacción, si es que hubo siquiera intención de ella.

Hasta el final, el Atlético penó por el césped de El Sardinero y los minutos fueron intrascendentes hasta que, a cuatro del final, llegó un acto de justicia poética con el quinto gol. Para el Atlético, que pagaba sus pecados con el escarnio de la 'manita', y sobre todo para los autores de la jugada, que veían premiado su gran partido: Colsa centró, el balón atravesó la defensa de papel y encontró a Zigic que, en el segundo palo, marcó su gol número 11 en 14 partidos con el Racing.

Medina Cantalejo no añadió nada, apiadado de los de Abel, que quedan muy tocados y que pusieron un borrón gigantesco en su expediente 24 horas después de ver ganar al Valencia, minutos después de que el Villarreal también cumpliera con su parte. Así es esta Liga en la que, pese a todo, el Atlético tiene opciones de volver a la Champions. Tendrá que ser con más fútbol, al menos con un poco más de actitud, la mínima para no vivir abocado al espertento y, si el rival tiene un día fino, al ridículo.