Fútbol de primavera

Barcelona 4 - Bayern 0 | La contracrónica

Fútbol de primavera

Fútbol de primavera

El Barça interpreta una sinfon no deja que la eficacia imparable de la que disfruta interrumpa la belleza de su juego. Verle hacer fútbol es como contemplar una armonía que en este deporte sólo consiguen algunos músicos.

La rabia. Guardiola venía de Tenerife, de cargar pilas. Se enfrentaba a un reto grave, consolidar la Liga, ganar esta copa. Ensayó en Valladolid el fútbol refrenado, pero sabe que para ganar en la Champions hay que usar la partitura endiablada que aprendió con Cruyff. El árbitro (un policía) interrumpió el ritmo de Guardiola, lo llenó de rabia, y como el policía manda en el tráfico del fútbol el entrenador se fue a comer uñas en el graderío. Le acompañó la alegría del juego.

Dios. Messi es de otro mundo, un dios. Luis Alegre, amigo de Guardiola, y del AS, me escribió dos mensajes. Cuando echó el árbitro al técnico le pregunté si sabía si Guardiola le había insultado en inglés, y respondió Alegre: "Le ha gritado que cómo se nota que no ha leído a Josep Pla". Bromas aparte, me envió luego, después de una de las muchas genialidades de Messi, este otro: "Oh Dios, qué grande es Dios".

Y sus discípulos. Bueno, no son discípulos, son iguales, pero Messi es el primero entre los pares. Su ritmo no es de este mundo; sus goles fueron fruto de la perseverancia; ese pie que saca de la nada, como si fuera la otra mano de Dios, consolida su apetito de gol, que es lo que marca su vida. Los que tiene al lado, Etoo, Henry, que ayer fueron sublimes también, se saludan militarmente cuando marcan. Militares, no sé por qu seguramente porque obedecen a una línea, y de ella no se separan: forman parte de una coreografía que diseña Guardiola pero cuyo director en la tierra es Messi, el dios.

Los otros. Los otros también existen, además del árbitro. Pero el árbitro, este policía, jugó más que el Bayern durante la mayor parte del partido. Esperaba a Ribery, y le vi harto del mal juego, como si viniera a Barcelona a contemplar un fracaso. Cuando defendió sentenciaba su desesperación. El Barça estaba por encima de las circunstancias; y en momentos así verle jugar ya es el único placer que le queda a los adversarios.

Henry. Es extraordinario lo que ha pasado con el primer fracaso del partido fue suyo, cuando erró ante el portero Butt un gol cantado. Se recuper Carlos Martínez dijo en Canal +, cuando centró sobre Messi y éste marcó aquel imposible tercer tanto, "Henry: ¡como si le hubieran quitado diez años de encima!". Por lo menos, le han dado la virtud de la perseverancia, que es la que usó para marcar el cuarto gol. Un control exquisito de un balón consagró su modo de recuperar el gusto por el fútbol grande. La ovación que se ganó cuando Guardiola le quitó desde su exilio es el aplauso, también, de este humilde cronista.

Máquina. Y dijo Michael Robinson, durante la misma transmisión, después de un pase de Iniesta, en una jugada que acabó Henry sin suerte: "¡Una máquina, el Barça es una auténtica máquina!". Una máquina movida por futbolistas que han descubierto que jugar responde a un deseo de diversión que sólo se consigue si todos están de acuerdo en alegrarse compitiendo.

Justicia. Cuando Etoo y Messi combinaron para que éste marcara, después de aquel fallo primerizo de Henry escribí en mi cuaderno: "Justicia poética". El partido siguió, y ya fue poesía, una categoría que está por encima de la justicia.