Repaso y renove

Liga de Campeones | Liverpool 4 - Real Madrid 0

Repaso y renove

Repaso y renove

El Liverpool barrió a un Madrid impotente. Torres, Gerrard (2) y Dossena marcaron. Sólo Iker se salvó.

Existían muchas maneras de salir eliminado de Anfield pero el Real Madrid eligió la peor. Y ya estoy mintiendo porque el Madrid no eligió nada. Ni siquiera le quedó eso. Saltó a ese campo, escuchó varias veces la famosa canción y se marchó de allí sin otro mérito que haber contribuido a la función con un papel menor, sin gracia y sin línea. Por 250 libras te hacen el mismo recorrido y además te invitan a almorzar.

Fue una derrota triste, por la falta de oposición, y verdadera, porque nada de lo que descubre es mentira. Para empezar, que el Liverpool es mejor que el Real Madrid. Y hago el juicio en conjunto y por piezas. También incluyo, a tenor de la eliminatoria, los aspectos técnicos y anímicos. Benítez, que jugó al ajedrez en el Bernabéu, ayer mandó a la caballería mientras Juande seguía dudando dónde colocar el alfil.

Diré, antes de continuar, que el Liverpool marcó su dos primeros goles en estrecha colaboración con el árbitro. En el primero, Fernando Torres agarró a Pepe, que por lo demás se comportó como un juvenil, confiado y flácido. Con el central tendido y desarmado, El Niño batió a Casillas por segunda vez en partido oficial.

También hay que señalar, para no faltar a la verdad, que el Liverpool ya venía con inercia asesina. Antes de abrir el marcador, el ardor local había obligado a Casillas a dos intervenciones celestiales. Y el acoso prosiguió en los minutos que condujeron al segundo tanto, cuando el árbitro señaló como penalti una jugada inocente, en la que el balón no hizo otra cosa que rebotar en el hombro de Heinze después de un mal control de Arbeloa. Gerrard no pidió disculpas y transformó la pena en pena máxima.

La sensación final que dejó el partido aminora el agravio y lo anula como excusa, pero existió el perjuicio. Y estoy por asegurar que la pérdida de crédito en Europa explica, en alguna medida, la falta de respeto de los árbitros, que como espectadores privilegiados y escasamente ecuánimes, terminan por sentirse seducidos por el mejor equipo. Ayer, desde luego, Monsieur Bleeckere se tomó la canción al pie de la letra: "Nunca caminarás solo".

Pobre reacción.

El hecho es que habían pasado 27 minutos y el Madrid no había dicho esta boca es mía. Ni jugadas, ni tiros. Fue Sneijder el primero en encontrar palos al reventar el balón en un lanzamiento de falta. Reina, entonces, imitó a Casillas.

Con las migajas de una fiesta ajena el Madrid se alivió el hambre. Raúl cabeceó a las manos de Reina y Sneijder volvió a probar fortuna con un chutazo que culminó, a los 41 minutos, la primera triangulación del Madrid. Puede parecer algo, pero apenas fue nada.

En la segunda mitad, Juande sustituyó a Robben, que se marchó sin un regate. Eligió un mal día para dar de comer a las palomas. Marcelo entró en su lugar, aunque tardamos en advertirlo. Lo que no pasó por alto fue la irrupción del Liverpool en la segunda mitad. No había transcurrido un minuto, cuando Babel se deshizo de Sergio Ramos y centró hacia donde no había nadie hasta que surgió el Gerrard Express. Fue un gol por invasión, puro Gerrard.

Se me nubla lo que sucedió después. Creo recordar que el Liverpool concedió un último deseo al condenado y el Madrid pidió balón para cenar. Lo tuvo, lo relamió y se acercó en varias ocasiones a la portería de Reina, alguna con apreciable peligro. Recuerdo también que Xabi Alonso y Torres se retiraron del campo con un cerrada ovación.

Reflexión.

Sin embargo, la cabeza decapitada de este pobre cronista ya estaba en otro lado. Meditaba yo, transportado por el hilo musical, que el problema del Madrid es de calidad, sin que haya que situar la cuestión en jugadores bueno o malos; nadie hay despreciable en el fútbol de élite. Hay que hablar, así lo entiendo, de jugadores buenos o muy buenos. Y el Madrid, que cuenta con muchos jugadores notables, anda escaso de futbolistas excelentes.

La carencia pasa inadvertida en la Liga, que nos ofrece reflejos engañosos. El mismo equipo que anoche salió goleado de Anfield ha sumado diez victorias consecutivas en el campeonato español, que ha conquistado, lo recuerdo, en los dos últimos años. Pero lo que basta en casa no sirve cuando toca asomarse al mundo. En Europa no son suficientes ni la fe ni la tenacidad. Se necesita talento y ya no hay escapatoria. La quinta eliminación seguida en los octavos de la Champions League desacredita a esta plantilla como aspirante al título, del mismo modo que constató, en los primeros años de la funesta racha, los estertores de los galácticos.

Consolarse con la Liga no está a la altura del club. Pensar, cada verano y animados por el título de Liga, que un par de retoques darán alas al equipo es un pecado de autocomplacencia y de perspectiva. El Madrid se ha convertido, por culpa de su dirección deportiva, en un candidato doméstico, que es lo mismo que ser un equipo con bata de guatiné.

Pienso, según escribo, que el optimismo ha hecho mucho daño a este club, del campo a la presidencia. Los buenos deseos, irracionales tantas veces, se han expresado con total certeza, como si invocarlos los hiciera realidad.

Lo cierto, al final, es que el Liverpool cuenta con futbolistas que, por talentosos y españoles, deberían jugar en el Madrid. La verdad es que la Premier cultiva mejores equipos y que el Madrid acumula un retraso de cinco años en la Copa de Europa, la única competición que inspira plenamente al madridismo.

Desperté por el rugido del cuarto gol local, obra del humilde Dossena, y entonces concluí que el Liverpool es exactamente como era el Madrid hace años, cuando nos gustaba.