El Barça se reencuentra en el camino a cuartos

champions league | barcelona 5 - lyon 2

El Barça se reencuentra en el camino a cuartos

El Barça se reencuentra en el camino a cuartos

AS

El pase a cuartos del Barcelona quedó sellado en un partido extraño. El equipo blaugrana firmó una primera parte excepcional, recuperando su mejor versión, y marcó cuatro goles antes de dejar al Lyon meterse en la eliminatoria con dos tantos entre el final del primer tiempo y el arranque del segundo. Tras unos minutos de nervios, los de Guardiola domaron de nuevo el partido y sellaron la clasificación, merecida y con minutos para la esperanza tras la zozobra de las últimas semanas.

Parece que todo estaba ahí y que no había terminado de marcharse. La circulación, la presión, el brillo, las individualidades, la fe... y el gol como consecuencia casi inevitable, como resultado de la suma de elementos, casi una fórmula matemática que dio con el Barcelona (en toda su extensión) en cuartos y con los huesos del Lyon en la calle, listo de papeles y abocado a luchar por un campeonato doméstico que ya no es un paseo. La mayor prueba de que el Barça volvió a ser el Barça, al menos durante el primer tiempo, fue que de repente dejó de tener importancia el rival. El Olympique fue durante 45 minutos un espectador anónimo del espectáculo azulgrana, borrada su personalidad y resignado a correr detrás del balón. Un imposible. Una quimera.

El equipo de Puel recordará siempre los minutos en los que tuvo al Barcelona en sus manos en la ida. En el Camp Nou, sin nada que perder, siguió un plan previsible. Cinco hombres pegados a la defensa de cuatro, dos líneas muy juntas y Benzema como un islote que buscaba a la espalda de Alves cualquier ataque que pudiera lanzar Juninho, que sufrió lo indecible porque por su zona del campo se movía Iniesta, al que el veterano brasileño trató de perseguir durante unos minutos para dejarlo después ir, crear, mandar.

La importancia de Iniesta es capital. Por el fútbol que produce y porque, con él, el Barcelona tiene dos arquitectos, uno a cada lado de un campo que se hace terriblemente ancho para los rivales, a los que ya no les basta con ahogar a Xavi. Con sus dos motores protegidos por un salvaje Toure, el equipo de Guardiola se armó de paciencia primero y de todos sus valores después. Primero controló el partido, después se hizo con el balón y poco a poco fue subiendo las revoluciones, acelerando las transiciones, empujando al rival hacia su áera y, con ello, hacia un destino irremediablemente fatal.

En toda su gloria, el Barcelona marcó cuatro goles en 18 minutos, entre el 24 y el 42. Para romper el partido recurrió a la tercera vía. Ni Messi ni Etoo: un Henry cada día más enchufado que quedará como el jugador de la eliminatoria. En Lyon marcó un gol que valía medio billete a cuartos. En el Camp Nou hizo los dos primeros en tres minutos para empequeñecer por completo a sus compatriotas, incluido Domenech, que sufría en el palco el castigo de la siempre frustrada esperanza francesa en Champions.

Más allá de eso, cada gol del Barcelona fue un guiño a los valores que el equipo parecía haber perdido en sus malos días ligueros. En el primero, la distribución de Márquez en largo y desde atrás como alternativa. El mexicano habilitó a Henry, que batió con clase a Lloris. Dos minutos después, Xavi frotó la lámpara al borde del área para encontrar otra vez al francés con idéntico resutado. El tercer gol llegó tras eslalon hacía dentro, pared con Etoo incluida, y definición sedosa de Messi, y el cuarto premió el ansia y la rabia de Etoo, que remachó el primer falló del pegajoso Cris, que no cortó el pase horizontal de Henry y permitió el remate franco y seco del camerunés.

El Barcelona había vuelto con fútbol y rabia, con corazón y clase. La celebración del generalmente frío Henry sonó a la perfecta catarsis de un equipo presionado por el sueño de la triple corona y por la persecución liguera del Real Madrid. El Lyon, desmontado su plan de llevar el partido a la guerra de nervios y a los destellos de Juninho y Benzema, basculaba a duras penas de derecha a izquierda y vuelta a empezar ante un Barcelona crecido hasta que, un minuto después del 4-0, Makoun remató de forma impecable un córner y marcó un gol que, la salida del descanso lo demostró, no era anecdótico.

El Barcelona salva los minutos de zozobra

Porque nada más volver del descanso Juninho encontró un balón en el área, tras posible falta a Iniesta, y marcó el segundo gol en el segundo remate de su equipo entre los tres palos. El Barcelona se encontró de repente y en frío con un partido que era un extraño que llamaba a su puerta. Entonces el pecado del equipo de Guardiola fue que, durante algunos minutos, gestionó mal esa nueva situación. Nervioso, partió sus líneas demasiado y permitió unos minutos de intercambio de golpes que desde luego no le convenían. Tuvo sus ocasiones, clarísima la de Henry ante Lloris, pero también se asustó de forma innecesaria cada vez que el Lyon cargaba a través de ese Benzema cuyos arranques, aún sin estar al 100%, dejan una estela ronaldiana.

Pero el tercer gol francés no llegó y realmente no estuvo nunca cerca más allá de las noticias agoreras que portaba un marcador que no debía ser pero era. Sobre el cuarto de hora de la reanudación el Barcelona domó de nuevo el partido y volvió a apropiarse del balón. Sin la rapidez y la virtud del primer tiempo, pero con suficiente mando sobre un Lyon que exhibe con transparencia el efecto demoledor que ejerce sobre su juego el agotamiento de la gasolina de Juninho, a la postre expulsado en el descuento. Exiliado otra vez del área de Valdés, el equipo francés lució agresividad, especialmente ante las conducciones endiabladas de Iniesta y sólo se estiró con un remate claro de Benzema ya en los últimos minutos.

El Barcelona escapó también de esa batalla física y definitivamente durmió el partido. Los minutos cayeron como una losa sobre la fe del Lyon y reafirmaron a un Barcelona que marcó el quinto (Keita) en la última jugada, mira a cuartos y mantiene viva la ilusión del triplete. Todo gracias a un primer tiempo en el que recuperó su esencia y su fútbol, unos minutos que fueron un aviso, un mensaje telegrafiado al resto de aspirantes en la Champions. La segunda parte se llevó algo de la excelsa figura anterior, la que enseñó el camino del que el Barcelona nunca debió apartarse. A ese nivel, no había maldición posible. Ni la energía de un Lyon hasta hoy invicto en esta Champions como visitante, ni la negra suerte azulgrana en cada emparejamiento a doble partido ante rivales franceses. Hasta hoy, día elegido para expulsar los malos augurios y mirar hacia adelante. Si despeja sus dudas, si vuelve definitivamente el mejor Barcelona, sólo puede haber una proclama: que pase el siguiente.