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Liga BBVA | Athletic 3 - Valencia 2

La Catedral besa el cielo

Llorente, de penalti en el 91', decidió. Partidazo de todos, nadie mereció perder. El Valencia se adelantó dos veces. El Athletic reaccionó con brío.

Jose L.artetxe
Actualizado a
<b>JUGADA DECISIVA. </b>Javi Martínez es agarrado claramente del brazo dentro del área cuando se disponía a rematar. Penalti y posterior gol de Llorente.
JUGADA DECISIVA. Javi Martínez es agarrado claramente del brazo dentro del área cuando se disponía a rematar. Penalti y posterior gol de Llorente.

El Athletic obtuvo un triunfo de calidad, de esos que dan alas, ante un Valencia que no mereció la derrota. Jugaron de poder a poder, deleitaron al aficionado con un fútbol fuerte, sin reserva alguna, y profundo, plagado de ocasiones de gol, y a la postre, cuando todo apuntaba a un reparto de puntos que probablemente hubiese hecho justicia a los méritos de todos, los rojiblancos se cobraron un penalti que desnivelaba sin opción a réplica.

La única explicación a la que se puede apelar para entender que finalmente, después de un intercambio de golpes que hubiese tumbado a cualquiera, fuera el Athletic el que abrazarse el éxito completo, debe hallarse en la inercia del conjunto de Joaquín Caparrós, que acumula nueve partidos sin conocer la derrota, siete de ellos en Liga. Quizás fuera por eso que el destino quiso hacerle un guiño, puesto que el Valencia pareció más entero en el último tramo. Sin embargo, la última bala de un tiroteo donde no hubo piedad iba teñida de rojo y blanco.

San Mamés acogió ayer el mejor partido de la temporada. Idéntica consideración mereció la anterior visita del Valencia, pero entonces pesó en la valoración el alarde ofensivo que protagonizaron los rojiblancos (5-1) a costa de un conjunto ché que acababa de lograr el título de Copa, pero que se caía a trozos bajo la dirección de Ronald Koeman, cuyo nombre fue coreado por la grada con bastante mala leche. En esta oportunidad, tanto Athletic como Valencia contribuyeron equitativamente a la grandeza del espectáculo.

El empate a dos goles que reflejó el marcador en el descanso fue el fruto de una apuesta rotunda de todos los protagonistas por alcanzar el triunfo. Si significativo fue el hecho de que los visitantes se adelantasen por dos veces, no lo fue menos la reacción local. El gol de Villa, en el mismo arranque, no sólo encendió la caldera sino que propició un punto de ebullición que nadie quiso rebajar.

Vertiginoso.

Ambos equipos se manejaron a toda pastilla, siempre con la vista fija arriba. El resultado de tanta generosidad fue un ritmo trepidante, así como una interminable sucesión de jugadas de peligro que enardecieron a la concurrencia, encantada de asistir en directo a una muestra tan sabrosa de fútbol.

Aunque el Valencia, con ventaja, trató de atemperar los ánimos, enfrente le cerraron la puerta a la especulación. El equipo de Emery trató de quedarse con el balón tras el latigazo de su goleador, pero el empuje rojiblanco pronto marcó la pauta: era partido de máxima exigencia y la tarde fue salpicándose de acciones peligrosas.

Vélez cruzaba de zurda y Villa a punto estaba de repetir suerte a la espalda de la zaga. Seguido, empataba Gabilondo, anticipándose a todos, e Iraizoz sacaba a una mano un golpe franco de Fernandes desviado por la barrera. Llorente malograba un avance personal y Morientes establecía una nueva ventaja.

Hubo entonces una fase sin acciones reseñables, pero breve, en la que Renan hubo de abandonar lesionado. El siguiente lance trajo el segundo empate. Moría el primer período y aún probarían suerte Llorente y Villa, éste desde medio campo.

Ovación en la retirada de los protagonistas y a la vuelta, otra vez el gol merodeando ambas porterías. Joaquín, de volea al larguero, salida de Guaita de su área ante Llorente, Mata tiraba alto con todo a favor tras error de Ocio y gol anulado a Llorente por fuera de juego. Todo esto en diez minutos.

Tras un cabezazo muy flojo de Llorente con todo a su favor, pasó el Valencia a tener un control más claro. El tremendo gasto comenzó a pasar su factura, fue más evidente en las filas del Athletic, que cedió mucho terreno, mientras Fernandes realizaba un increíble despliegue que mantenía la inquietud en La Catedral. Así todo, la última gran ocasión fue local: un centro pasado de Llorente que David López, sin ángulo, estrelló en la madera. Luego, inesperadamente, llegó el penalti, inapelable de Fernandes sobre Martínez, y la locura se desató en San Mamés.