Calderón tira la toalla y Boluda acepta el reto

Real Madrid | Fin de la era Calderón

Calderón tira la toalla y Boluda acepta el reto

Calderón tira la toalla y Boluda acepta el reto

reportaje gráfico: dani sánchez, dani sastre y helios de la rubia

El ya ex presidente se despidió con la voz quebrada por la emoción y su sustituto asume el mando como una "obligación irrechazable"

Del "juro por mi honor" del pasado miércoles al "Dios les bendiga" de ayer. Del "no dimitiré bajo ningún concepto porque sería de cobarde o de alguien que tiene algo que ocultar" de entonces al "como ya dije en mi última comparecencia ni soy un cobarde ni tengo nada que ocultar, pero he decidido ceder la presidencia con la única intención y la esperanza de que la entrega de mi cabeza, tan perseguida, ayude a pacificar una masa social alterada y convulsa" articulado en la media tarde de ayer con tanta desesperación como emoción.

Transición.

Ramón Calderón ya es historia. El futuro hasta junio se llama Vicente Boluda, que será el quinto presidente del Madrid en tres años. Calderón arrojó la toalla y Boluda aceptó el reto de asumir la transición hasta unas nuevas elecciones que aún no tienen fecha oficial, pero que no se deberían alejar mucho del final de la Liga. El ya ex presidente no soportó más la presión ni las acusaciones que le ponían en evidencia. La noche del jueves, después de reunirse en su domicilio con algunos de sus directivos, se fue a la cama sopesando la resistencia a ultranza. "No dimito", fue lo último que susurró mientras despedía a sus invitados. Se levantó, sin embargo, casi rendido y terminó de hundirse al leer las acusaciones de Nanín, uno de sus más íntimos colaboradores desde el periodo electoral, aunque en los últimos días le haya negado múltiples veces.

Antes de comenzar la reunión con su Junta ya había aceptado que su futuro estaba fuera del Madrid. En su penúltimo acto como presidente -el último fue su despedida ante los medios de comunicación- intentó por todos los medios encontrar una salida lo más digna posible y en ello encontró la colaboración de los que hasta ayer eran sus compañeros de viaje. Sin embargo, no encontraron la fórmula exacta para disfrazar su marcha. Por más que después hablara de "ceder la presidencia", lo suyo fue una dimisión en el más amplio sentido de la palabra y así quedará en la historia.

Su postrero trago tenía hora de caducidad. Seis de la tarde. Un horario ni taurino, ni futbolero. Puntualidad británica. Otro traje. Distinto al del miércoles. Azul oscuro. De la camisa lisa a la camisa de rayas. De la corbata de rayas a la corbata, también azul, lisa. Entró en la sala de Prensa el primero. Paso firme, largo. Se dirigió directo al atril. Detrás de él, uno a uno, siete de sus once directivos con Boluda al frente. Antes de que ellos se sentaran en la primera fila reservada al efecto, el ya ex presidente estaba delante del micrófono, había dejado su guión sobre el atril y había tenido tiempo, incluso, para mirar a derecha y a izquierda. Miraba pero no veía.

Mensaje.

Estaba entre nervioso y furioso pero tiró de repertorio. Comenzó muy fuerte. Con rotundidad. Sin casi mirar los apuntes. Queriendo demostrar también el último día sus dotes de buen orador y su puesta en escena. Preso de sus palabras de las últimas semanas tuvo que comenzar haciendo referencia a la cobardía de la que nunca quería verse acusado y que ahora se le puede achacar por marcharse.

Manejó un discurso duro. Con frases directas, giros hechos... "Entrego mi cabeza". "Desprecio a los códigos morales". "Me voy con las manos limpias". "Mi marcha es el triunfo de la injusticia y de la maldad". "Me voy con menos dinero y salud que cuando llegué...".

Hasta ahí estuvo muy en su papel, pero cuando en el capítulo de los agradecimientos llegó el turno de su familia, su voz comenzó a quebrarse. Los ojos se le empaparon y las palabras no le salían. Tiró de ellas como pudo y sacó de dentro todo lo que quería decir. Se puso en la piel del hijo, del marido y del padre que se siente acosado. Recordó uno por uno a cada uno de ellos y su emoción se trasladó también a sus más íntimos...

Recuperado el aliento y antes de dar el testigo con un sincero abrazo a su sustituto, Vicente Boluda, curiosamente el último directivo que se incorporó a su equipo poco antes de las elecciones, Calderón se despidió con un curioso "muchas gracias y Dios les bendiga". Sólo hubo aplausos de sus directivos. Hoy comparecerá en Valdebebas para despedirse de la plantilla y presentar oficialmente al nuevo presidente y su intención es no acudir el domingo al estadio y desaparecer de la circulación un tiempo más que razonable.

Boluda comenzó su mínimo discurso declarando que sería breve, lo que levantó alguna sonrisa entre los presentes... y así fue. No quiso complicarse la vida en su primer minuto de gloria como presidente del Real Madrid.