Los Reyes son dos

Liga Adelante | Tenerife 2 - Sevilla Atlético 1

Los Reyes son dos

Los Reyes son dos

juan garcía cruz / acan

Nino y Alfaro sentencian al Sevilla Atlético en el Heliodoro.

El problema del Tenerife fueron las expectativas. No se le exigía el aprobado, sino la excelencia; y ésa fue su cruz. Parecía que no bastase con verle superar al rival sino que además se esperaba que lo aniquilara con goles, brillantez, florituras y filigranas. Se le pedía desde el inicio que cumpliera la ejecución del colista con la mejor de sus versiones, pero el fútbol no entiende sólo de espectáculo y este partido tosco fue la más clara demostración de que así es. En contra de lo deseado, fue el equipo de Oltra una víctima de sus propios anhelos hasta que asomaron por el Heliodoro una genialidad de Nino y otra de Alfaro. No podían ser otros. En el Tenerife, los Reyes son dos y aparecieron justo cuando más se les necesitó en un encuentro enredado, difícil, impredecible.

El partido, de cabo a rabo, fue un monólogo local. Con un adversario sin oficio pero con calidad, procuraron en el Tenerife racionar sus ansias y jugar con cabeza, difícil pero obligado en una tarde donde el error habría sido querer marcar el segundo antes que el primero. No hubo prisas pero sí imprecisiones, así que tardó el Tenerife en entrar en calor en el marco de un partido envenenado que supo aliviar con su mejor medicina: la artillería. Tardaron 37 minutos en profanar los blanquiazules la meta de Vargas pero lo hicieron sin piedad, con fruición. Sucedió cuando Nino hizo lo que mejor sabe en la culminación de un requiebro de Kome y un servicio medido del camerunés.

Atrás quedaron entonces varios intentos fallidos en la particular carrera de los blanquiazules contra sí mismos. Peleaban contra el reloj, convencidos de que lo más difícil era romper un empate que se hizo interminable hasta que irrumpió en escena el de siempre, con otro tanto de fábula.

En envite tan intrincado, fue relativo el sufrimiento del Tenerife. No hubo agobios, más bien sólo un sobresalto en las gradas cuando Muhammad puso el 2-1 y acortó la renta blanquiazul, que parecía cómoda cuando ya Alfaro había elevado al nuevo marcador un tanto sublime, finísimo. Era una cita obligada para el onubense el partido contra los que fueron sus compañeros y son sus amigos, de modo que hasta avisó de que no celebraría lo que fue un golazo de traca. Si definitivamente se acaba marchando, lo hará dejando el sello de un jugón superlativo, y de paso también un variadísimo y estético repertorio de goles. Ayer, en el estreno del año, pudieron y debieron ser más. De Alfaro o de cualquier otro, los goles habrían servido al Tenerife para obsequiar a sus feligreses un botín mayor, incrementar la fiesta en el Rodríguez López. No pudo ser, y de ahí la sorpresa en la grada, ávida de más goles pero conforme con los dos que valieron un triunfo tan real como sus artífices, magos por un día.