"Habrá que atar a Robben: él solo nos eclipsó en Madrid"

Los lunes del asador donostiarra | Emery pasa revista al fútbol español

"Habrá que atar a Robben: él solo nos eclipsó en Madrid"

"Habrá que atar a Robben: él solo nos eclipsó en Madrid"

Al fútbol español ha llegado una camada de técnicos jóvenes pero sobradamente preparados y Unai Emery es ejemplo de primer nivel. Al Valencia le cambió la cara y el sábado llega al Bernabéu.

Hablamos largo y tendido del espectacular lavado de imagen que le ha dado Unai Emery (37 años, ex jugador de Real Sociedad, Toledo, Racing de Ferrol, Leganés y Lorca y entrenador cuasi aún con acné juvenil de Lorca, Almería y Valencia) al equipo de Mestalla. Y convengamos en que llegó meses atrás en tiempos revueltos, bueno, nada extraño en esa casa en los últimos años. Pero ahí es nada presentarse en su primer día de trabajo ante sus nuevos discípulos en el vestuario, y con ese 'tiburón' económico Villalonga (el mismo que duró once días aunque ya supo sacar también una pasta por ese 'esfuerzo laboral') negociando un contrato telefónico de larga distancia con Luis Aragonés. Unai lo cuenta con la misma calma con la que se tomó esas horas: "¿Un terremoto? Bueno, digamos que una experiencia más que me ofreció el fútbol porque era mi presentación y lo hacía con esa noticia... Lo viví con mucha intensidad pero con bastante calma, aunque todo el mundo se empeñó en saludarme durante esas horas de la misma manera, como si todos se hubiesen puesto de acuerdo: 'Tú tranquilo, Unai. Y si no cuentan contigo, cobra y vete'. Y yo estaba tranquilo, pero lo que sí hice fue pedir una entrevista personal con Villalonga para que me aclarase si yo era el entrenador o no le era. No estaba dispuesto a dirigir mi primer entrenamiento en Valencia sin tener las cosas claras. Aunque la verdad es que me costó encontrarle, al final nos vimos...".

Y casi le dijo 'míreme a los ojitos'. Fue en una sala del aeropuerto de Valencia: "Sí, me citó allí porque tenía un viaje y le pregunté directamente qué pasaba conmigo. Lo de Luis no me lo llegó a negar, pero me dijo 'Unai, no hagas caso, tú tranquilo (sí él también me dijo lo del tranquilo), tú eres el entrenador: ¿te vale con un abrazo y un apretón de manos? Le dije que sí y hasta hoy, aunque en el camino él se marchó apenas unos días después y tampoco siguieron ni Juan Sánchez (supongo que por comprensibles argumentos de dignidad), que fue el secretario técnico que me fichó para el club, ni Xabier Azkargorta, que era el que iba a llegar con Villalonga y con el que conviví esas horas".

De ese auténtico tsunami que le recibió a su llegada, a la presumible tormenta de enfrentarse con un vestuario que venía muy quemado de la nefasta etapa Soler-Koeman. Algo que llevó a muchos a pensar que quizá demasiado arroz para pollo tan joven y sólo con la experiencia de banquillo en Lorca y Almería: "Sinceramente, no noté ese salto quizá por mi manera de entender las relaciones profesionales y personales. Al fin y al cabo, entrenadores y futbolistas somos personas con virtudes y defectos y todos debemos manejarnos desde el respeto personal en beneficio de un colectivo. Los vestuarios son iguales, aunque ya sé que la trascendencia pública con todo lo que haces, la dimensión mediática, sí que es muy diferente de un club modesto a uno grande".

La pizarra de Helguera.

Desde ese prisma de naturalidad, Emery habla de uno de los granos que se encontró hasta que, digámoslo así, ha sido extirpado, el de Iván Helguera: "No es mal chico, pero no acababa de entrar en el nivel de exigencia de trabajo diario en el que yo creo y en el que todos colaboraron conmigo desde que llegué. Según mi filosofía de trabajo, si detecto algún problema, hablo individualmente con el jugador y si hace falta lo hago una, dos y hasta tres veces. Y si no hay respuesta positiva, entonces planteo el asunto con el colectivo. He intentado por todos los medios meter a Helguera en esa dinámica, pero reconozco que no lo he conseguido. ¿Que me dejaba mensajes irónicos en la pizarra? De eso es mejor no hablar, porque las ironías y las bromas según cómo vengan y según cómo se tomen". (Como el protagonista se cierra en banda, desvelemos a título personal uno de los recaditos que le dejó Helguera: "Cada paso que da el zorro se acerca más a la peletería (sic)").

Entrenador corporativo.

Sabe Unai, entrenador sensato y con un alto sentido de las obligaciones y necesidades corporativas, que él no estaría en el Valencia de no haber rescindido su primer pacto Marcelino, al que no le convencieron finalmente los giros bruscos de temperatura en la gestión directiva de club tan convulso. Y tampoco exigió ni fichajes ni cerró puertas a que se vendiera a alguna de las estrellas del equipo (Villa y/o Silva, claro) si la entidad necesitaba ese oxígeno económico: "Sí, así fue. En realidad, sólo hemos fichado al portero Renan (cuatro millones) y recuperamos del Getafe al extremo Pablo Hernández (dos). Yo trato de adaptarme y por eso tampoco me opuse a que pudiera venderse a alguno de esos jugadores, entendiendo esto que digo desde esa comprensión personal de lo que rodea al club. Pero (sonríe Unai de oreja a oreja), francamente, los mejores fichajes del Valencia de este año han sido Villa y Silva. Y tampoco tengo claro que hubiese sido sustancialmente rentable salvo en el corto plazo el traspaso de alguno de los dos porque así igual se resolvían problemas durante cinco o seis meses, pero no el trasfondo económico del Valencia, que va por otras vías de más calado. Villa es nuestro goleador, el máximo realizador de la Eurocopa y a su altísimo valor deportivo hay que sumarle el que tiene como imagen, en el márketing, como marca del club. Y en medio de tantos rumores y ofertas reales que ha habido por él, David nunca ha dejado ver ni en su comportamiento diario, ni en su compromiso con el equipo, que tenga especial interés por irse de aquí. Y de Silva, qué voy a decir que no haya dicho ya: para mí es un futbolista distinto, especial, quizá con gente como Iniesta o Xavi casi único por sus características; alrededor suyo él hace aún mejores a todos. Ha tenido mala suerte porque ha estado tres meses lesionado, pero ya ha vuelto y, por cierto, en el Bernabéu jugará su quinto partido oficial...".

Un diablo holandés.

Ya, oído cocina, quiere decir Unai que al menos por esta temporada seguirá en Mestalla. Pero ¡ah, el Bernabéu!, esa espina clavada de la Supercopa en la que un Madrid heroico con uno y hasta con dos menos por expulsiones volteó el marcador ante un Valencia que al final se arrugó. Lo recuerda así Unai, como a un diablo holandés esa noche, Robben: "Sé que es difícil explicar qué nos pasó, porque fuimos superiores en Mestalla y durante 60 minutos en el Bernabéu, pero nos metieron un gol y nos vinimos abajo mentalmente. Sí, fue una especie de decadencia mental en la que entramos todos, el entrenador incluido. No soy de dar broncas y así se lo hice ver después al vestuario. Fue una decepción terrible porque, además, un solo jugador, Robben, nos desquició, nos eclipsó por completo. Nos desbordó y bajamos los brazos; ya digo que igual yo tampoco reaccioné bien ni supe transmitir al equipo la intensidad que necesitaba para sortear esos minutos. No me importaría que no jugase, je, je, pero ya sé que reaparece y lo hará crecido, supongo, pensando en el partidazo que se marcó contra nosotros. Habrá que atarle...". Pues deberá hacerlo con Del Horno, porque Moretti será baja por sanción: "Lo bueno de la plantilla es que tiene ganas por recuperar sensaciones que por lo que sea se perdieron el año pasado. Todos tiran del carro, es la verdad. ¿Albelda y Baraja? También. Ellos tuvieron momentos difíciles pero han sabido superarlo todo".

¿Y no suele vivir el Valencia demasiado pendiente de compararse con Madrid o Barça? Unai coge el toro por los cuernos con naturalidad: "Igual sí que vive con esa cosa del Madrid en la cabeza, y yo creo que el Valencia debe ser feliz con lo que es, sin obsesionarse con nada ni nadie aunque teniendo sus ambiciones. La afición es exigente, pero tiene un sentimiento valencianista muy metido en el cuerpo todo el año en una ciudad que, además, es líder en muchas cosas".

Extremos y raíces.

Se ha puesto de moda en el fútbol de ahora utilizar a los extremos a pie cambiado, y el Valencia tiene gente que se mueve muy bien por las bandas: Joaquín, Mata, Silva, Vicente, Pablo Hernández... "En general, a mí me gusta que jueguen en la banda de su pie más natural pero también que a la amplitud por fuera pueda llegarse por sorpresa y, desde luego, lo que sí pido a mis centrocampistas es que hagan goles y están respondiendo: Joaquín lleva tres, Mata seis y Vicente cuatro pese a no haber entrado mucho de inicio en el once".

Se agolpan al final las anécdotas, sobre todo de sus inicios. En Lorca (ciudad a la que guarda cariño especial, como a Almería) se marchó unas Navidades de jugador y volvió como técnico: cogió al equipo undécimo, lo dejó cuarto, tumbó en la promoción de ascenso al Alicante y luego le tocó el equipo de su tierra, el histórico Real Unión de Irún en el que su abuelo fue campeón de Copa dos años. Una experiencia personal curiosa: "Perdimos en casa 1-2 y nadie daba un duro por nosotros pero en Irún ganamos 1-3 con un golazo de vaselina de Ramos y subimos. Detrás de mi banquillo estaba uno de mi pueblo que no hacía más que recordarme mis raíces, hasta que tuve que volverme y decirle que me dejase en paz...".