Misión cumplida

Liga de Campeones | BATE 0 - Real Madrid 1

Misión cumplida

Misión cumplida

El Madrid ganó en Minsk y consiguió el pase a octavos de final. Raúl marcó el gol de la victoria. Magnífico partido de Gago. Ramos y Pepe, un muro

Habrá quien diga, burlón, que el Real Madrid consiguió la clasificación para octavos contra el Boris Karloff. Sin embargo, aunque el rival carece de nombre o tiene demasiado (BATE: Borisov Car and Tractor Electrical Equipment Plant) hay que reconocer el mérito de ganar a un grupo de aguerridos eslavos en su estadio y en su nieve. Los partidos así suelen ofrecer muchas excusas (del relente al ardor local), pero el Madrid no utilizó ninguna. Ni calculó, ni se afligió. Ni siquiera tiritó, y hasta Pepe y Raúl vistieron manga corta para demostrar que también hay cosacos en Villaverde y en Brasil.

El primer valor del Madrid fue asumir la importancia de la cita y saltar al césped consciente de que, tras el empate del Zenit contra la Juventus, una victoria le aseguraba el pase. Y a eso se aplicó desde el primer instante, haciendo uso del único argumento para el que su enemigo no tenía respuesta: el fútbol. Ellos hubieran resistido patadas y pedradas, y es posible que las hubieran agradecido, pero no estaban preparados para los balones a ras de suelo y los pies con pedicura.

A los siete minutos, Raúl marcó al aprovechar una internada de Drenthe y los sucesivos fallos de Saviola y el central. Llegado el momento, el capitán controló con uno de sus tentáculos y disparó con la zurda, más atento al gol que a la bella figura. La pelota pegó en el larguero antes de explorar la red.

Quedaba un mundo. Para inquietarse, para temblar, incluso para caer en el sopor que precede la congelación de los arenques. Pero el Madrid siguió jugando, con el balón y con los soldados de azul. En esos minutos que definen el argumento de lo que está por venir, el equipo se armó de paciencia y se movió con sentido, comprometido en defensa, repartiendo tarjetas de visita, Real Madrid, nueve Copas como esta.

Protagonista. Como en los últimos partidos, la banda de Drenthe se convirtió en la salida natural del Madrid. Con Ramos de central, el juego desemboca inexorablemente por la izquierda, donde encuentra, al menos, la animosa voluntad de Drenthe. El holandés, con un fútbol rudimentario, casi paleolítico, lo intenta con un entusiasmo conmovedor y no se arredra ni siquiera ante laterales como el bielorruso Khagush, granítico y feroz.

Si Guti brilló en la dirección, en el apacible dominio del Madrid no hubo jugador más influyente que Fernando Gago. El argentino cortó, robó, aligeró y contagió al grupo con una personalidad que empieza a encajar con la del viejo Madrid: hablar poco, pelear mucho. No es su primera actuación de este calibre y de su confirmación dependerá, en gran medida, el recorrido del equipo esta temporada. En otras líneas se demostró que Pepe y Ramos forman pareja de boda, mientras a Saviola le sigue faltando un hervor o una mili.

Asfixiados por el fútbol visitante, apenas llegaron los bielorrusos, que echaron fuera lo poco que tuvieron. Desesperados, optaron, noblemente, por abrir las cabezas ajenas, aunque hasta eso favoreció al Madrid, que lució vendas heroicas en Guti y Ramos.

No era nadie el BATE, dirán algunos. Cierto, el Madrid lo impidió.