Al Atlético le roban la gloria

Liga de Campeones | Liverpool 1 - Atlético de Madrid 1

Al Atlético le roban la gloria

Al Atlético le roban la gloria

El Liverpool empató en el 94' de penalti inexistente El árbitro no pitó dos manos en el área 'red' Golazo de Maxi Assunçao y Perea lideraron la resistencia

Martin Hansson, un bombero sueco al que la UEFA ha dado un silbato para que haga turismo por Europa entre semana, le robó ayer al Atleti la clasificación matemática, un paso de gigante hacia el liderato del grupo y, sobre todo, la gloria de ganar en Anfield tras una heroica resistencia. Intuyo que Platini y compañía van a ser protagonistas esta semana en todos los foros de amantes de las teorías conspiratorias.

En el último minuto de la prolongación, Gerrard saltó como un kamikaze desesperado por la espalda de Pernía, que ni le vio venir. No fue nada, ni siquiera lo pareció. A lo sumo, falta del capitán del Liverpool. Dio igual. El árbitro, jaleado por su línea, pitó un penalti que detuvo el tiempo unos segundos, nadie en el estadio sabía qué demonios señalaba aquel señor. Cuando Anfield comprendió lo que sucedía, estalló en un jolgorio incrédulo. Gerrard no falló y el Atleti se marchó destrozado, indignado y con cara de tonto. No debe. Ayer demostró a Europa que no es un convidado de piedra en esta Champions.

Y eso que todo empezó torcido. Cuando los 3.000 aficionados del Atleti que se habían dejado el dinero para ver el partido soñado vieron que Agüero era suplente, comenzaron a entonar cánticos poco halagadores para Aguirre. Normal. Sentar a tu mejor futbolista mientras suena el You'll never walk alone es echarle gaseosa a un Pago de Capellanes reserva. Y el Liverpool entendió en esa decisión un síntoma de debilidad, quizás una falta de respeto a la historia, y salió avasallando como si enfrente tuviera un Segunda B. Al minuto, Agger pifió un remate a bocajarro y, a continuación, Keane rozó el palo.

Pero poco a poco, el Atleti fue dando la razón a su sancionado entrenador, si no en la elección de nombres, sí en la de sistema. Su 4-1-4-1 cortocircuitó al triángulo mágico del Liverpool. Mascherano, Xabi y Gerrard se encontraban enemigos por todas partes y Reina descubrió que había otro equipo en el campo. Así, a los 18 minutos, Maniche, Forlán y Pernía condujeron una contra fantástica que dejó a Simao a un centímetro del gol, la distancia que el bote levantó el balón para hacerle fallar.

El Liverpool respondió como suele, con dos arreones de orgullo liderados por el enorme Gerrard. En el primero, Perea, sensacional toda la noche, apareció de la nada para evitar su remate. En el segundo, Leo le sacó un mano a mano a Keane con una precisión asombrosa. Y entonces el Atleti rompió el equilibrio con una jugada increíble, por la precisión y lo imprevisible.

Heitinga, criticado con excesiva dureza últimamente, metió un fantástico pase largo a Antonio López, cuyo control con la derecha hace pensar que lo mismo es diestro y no lo sabe. El lateral llegó a la línea de fondo y vio a Maxi en la frontal. El capitán recordó por qué, al final, siempre compensa tenerle en el campo. Con el control dejó atrás a Carragher y definió de maravilla. Golazo y 0-1 al descanso.

Solidez.

La ventaja asentó al Atleti. Que se defendió con orden, cabeza y convicción durante toda la segunda parte. El Liverpool dominaba sin discusión, pero sólo logró crear peligro real con tres remates de Agger a balón parado. Quien más reforzado salió de esta heroica resistencia fue Assunçao, que ayer demostró que en Portugal no se habían vuelto todos locos: es futbolista para partidos grandes. Aparecía por todos lados, cortaba y distribuía. No falló un pase. Entre él y Perea desesperaron al Liverpool, que cada vez era más Gerrard contra el mundo (batalla que no siempre gana el mundo, por cierto).

Pero entonces Hansson se soltó la melena. Tras omitir una mano de Perea en el área, no señaló otras dos mucho más claras de Mascherano y Carragher en el, cuando el Atleti, ya con Agüero en el campo, rondaba la sentencia. Torres se mordía las uñas en el palco, no se sabe bien si esperando el empate o el pitido final, mientras Anfield asumía que, sin el Niño, a su equipo le falta arte para romper una buena defensa. Arte o un árbitro con la inventiva desatada. Y eso tuvo. Se llama Hansson y es bombero. Bombero torero, en concreto.