El Barça también golea bajo el diluvio

Liga BBVA | Málaga 1 - Barcelona 4

El Barça también golea bajo el diluvio

El Barça también golea bajo el diluvio

Reuters

El Barça se puso el mono de trabajo sobre el césped de la Rosaleda, muy castigado por el agua. Xavi, autor de dos goles, fue el mejor del encuentro. El Málaga ve cortada su racha, mientras los de Guardiola suman su undécima victoria seguida y mantiene una media de tres goles por partido.

Por segunda vez en lo que va de temporada, el Barcelona tenía ante sí un reto que iba más allá de ganar unos simples tres puntos. El estado del terreno de juego, convertido en el barrizal, iba a poner a prueba una vez más la pasta de la que estaban hechos los hombres de Guardiola. Un equipo al que ya se le ha puesto la etiqueta de ser el que mejor fútbol hace, y que con partidos como el de hoy se gana otra, la que se le pone a los equipos que tienen la casta del campeón. Esa que tienen los equipos que saben ganar en todos los campos y en todas las circunstancias. El Barcelona, como dijo Guardiola, hoy ha ganado un partido de verdad, de los que te refuerzan de cara al futuro.

Claro que en esta ocasión, los condicionantes afectaban a ambos por igual. Ninguno se beneficiaba, sino que salían perjudicados del mismo modo. Es el tipo de partidos en que el físico toma el protagonismo y la picardía puede hacerte llegar unas milésimas antes a la meta. Suelen ser estos encuentros trepidantes, donde unos pocos se benefician del caos mientras el resto intenta mantener el orden. Y este no lo fue menos. Apenas superado el cuarto de hora de juego ya se habían cantado tres goles. Dos de ellos de muchos kilates, a pesar de que la noche no fuera la más indicada. El primero, de Xavi, aprovechando una de las armas que no se encasquillan por mucha agua que haya, el balón parado. El cerebro catalán ejecutó de forma sensacional desde la frontal, y a Liverpool y Arsenal se les sigue cayendo la baba.

Acto casi seguido, Duda, en la primera llegada del Málaga, recoge un rechace de Valdés a tiro de Adrián. El portugués, una de las mejores zurdas de la competición, miró, amagó, y se sacó un misil teledirigido directo a la escuadra barcelonista. Imposible para Valdés. Cuando la grada celebraba aún el empate, Messi, aprovechándose del caos, caza un despeje de la zaga malacitana y fusila sin pensárselo.

El argentino no era más que un ejemplo de lo que estaba siendo el Barcelona. Un equipo diseñado para bailes de salón en palacios reales, con príncipes y princesas, al que no se le caen los anillos si hay crisis y toca bajar al suelo y mancharse de barro cavando una zanja. El Barça se adaptó de forma magistral al terreno de juego. Olvidó las florituras, el toque, el balón a ras de suelo. En su lugar, los balones en largo, cuanto más altos mejor, y a correr, a correr mucho. Los Xavi, Iniesta y Messi lucharon como el que más, ahuyentando esa imagen de fragilidad que en ocasiones les persigue.

No se quedó atrás el Málaga. Los de Tapia pusieron en apuros al rival, sobre todo en los primeros minutos, utilizando el mismo método. Pero estos encuentros se disputan por empuje, y el que más empujó fue el Barcelona, que terminó jugando casi todo el tiempo en el campo del rival, aunque las ocasiones, irónicamente, llegaban a cuentagotas.

Xavi sentencia nada más empezar

En la reanudación, de nuevo los hechos acontecieron de forma vertiginosa. Guardiola guardaba a Iniesta, tal vez tocado físicamente, para dar entrada a Henry, un perfil mucho menos predispuesto a la lucha a priori. Aún así el francés fue fundamental para el desarrollo del encuentro, ya que minutos después de entrar en el campo sirvió a Xavi el tercer tanto. La jugada, con un centro medido de Eto'o, la amortiguación de Henry con la cabeza y el remate de primera del mejor centrocampista de Europa. Todo esto sin que el balón, claro, tocara el césped. Fue una vuelta de tuerca más, toda una lección práctica de cómo se debe lidiar con un campo como el de hoy.

Al Málaga le sobró media hora de juego. Los primeros quince minutos de cada parte. En el resto del encuentro el juego dio para poco más. El Barcelona fue mejor, no hay duda, pero la balanza se mantuvo igualada. La mayor parte del juego se desarrolló en el centro del campo. De nuevo mucha lucha, juego práctico y vertical, mirando siempre hacia delante. Alguna acción fea, y no por los efectos deslizantes del agua, sino por la mala cabeza de Alves, al que de vez en cuando se le cruzan los cables, y menos polémica, un agarrón reclamaron los malacitanos, nada punible.

Las fuerzas, también es verdad, acompañaban menos de lo habitual a estas alturas, y prácticamente el único recurso que le quedaba a ambos era ya el balón parado. Recurso en el que el Barcelona este año tiene un nuevo baluarte, Dani Alves. El hispano brasileño fue el encargado de lanzar un libre directo que Weligton desvió hacia su propia portería. La fortuna redondeaba así la merecidísima victoria de un Barcelona que huele cada vez más a equipo con mayúsculas, y que por primera vez puede acostarse como líder.