Braulio levanta la cabeza

Segunda | Real Zaragoza 4- Alavés 2

Braulio levanta la cabeza

Braulio levanta la cabeza

Esforzado e inteligente, dio dos goles a Oliveira. El Alavés regaló mucho atrás. Garitano acortó dos veces. Golazo de Caffa. El equipo durmió tercero.

El partido fue imperfecto y divertido. O quizás fue divertido por imperfecto, a falta de otras razones que tuvieran que ver con el esquivo fútbol. Hubo detalles, lo que no es poco en Segunda. No hubo, quizás, una línea constante. Pero no hay demasiados peros que ponerle a esta goleada, que deja al Zaragoza durmiendo en el ascenso. Aquí se trata de hacer caja en La Romareda, donde uno puede ver sin mayor esfuerzo argumentativo el principio fundamental del deseado ascenso. Al Zaragoza le siguen metiendo goles con preocupante facilidad, pero aún es mayor la sencillez con la que los suma, sobre todo en casa. Por lo demás, el partido subraya el nombre de Braulio, un chico que le había agregado a sus errores frente a puerta esa tierna humildad del acento canario. Ayer logró algo más que la conmiseración. Hubo que admirarle por maridar tan bien el esfuerzo y la inteligencia. Participó en tres goles. El otro lo resolvió Caffa con un rulo de zurda glorioso. Cuánto hacía que alguien no tocaba así una falta en La Romareda.

Considerado con rigor canónico, el encuentro no resiste grandes demandas. Pero se empeñó en hacerse interesante por acumulación de sucesos, lo que también es un modo de definir una trama. En la primera parte Oliveira vivió de Braulio, así como lo oyen. Acortó Gaizka Garitano, mucho más listo en el área rival que en cualquier otro lado del campo. En el intermedio echaron lo que se dice cohetes o bien fuegos artificiales por el fondo del Fondo Norte, con gran regocijo y color del Sur. Y, nada más empezar la segunda mitad, el Alavés se quedó con diez, lo que ocurre por tercera vez en La Romareda. Se fue Casar y alguien hizo la falsa broma de la torta, que estaba ahí, muy clara. La torta de Casar. ¿Sí? ¿No la ha probado? Pues hágalo.

Equivocaciones.

Fue Ayala quien el otro día teorizó: "En Segunda se vive del error del rival". Y lo clavó. Al menos cuatro de los goles de ayer hay que explicarlos a partir de una equivocación. Caneda permitió al activo Braulio llevarse la pelota que luego le daría a Oliveira para el 1-0; y Garitano se dejó afanar la cartera por Jorge López, quien usó todas las extremidades: dedos de pianista, pies de bailarín. Así dibujó un pase interior que encontró a Braulio libre frente a Bernardo. Aquí haremos una pausa. Braulio, a falta de goles propios que celebrar, resolvió aproximarse a la alegría por la vía de la intercesión, muy cristiana y moralmente intachable: levantó la cabeza y en ese gesto reunió dignidad e inteligencia. La cruzó en horizontal a Oliveira y el brasileño la depositó en la red. El primer gol de Garitano también nació de una negligente acción defensiva del Zaragoza, que permitió la llegada de Toni Moral por afuera, el toque de Javi Guerra y la finalización a bocajarro de Garitano.

Los dos estaban igual: blanditos en el fondo, más afilados arriba. Con uno menos, los chicos de Salmerón dieron un paso atrás, pero para tomar impulso, y se animaron a mover la pelota. La grada pitó esa superioridad poco decorosa del visitante y enganchó el enfado contra Arizmendi, impreciso por defecto. Marcelino pidió ánimos, pero a continuación cambió a Arizmendi por Caffa, antes de que la evidencia se lo llevara por delante. En realidad, la evidencia se lo llevó igual, porque Caffa hizo un golazo, en superlativo, y muchas cositas, en diminutivo. Todas igual de buenas.

En el mientras tanto, Jorge López puso el tercero después de que Braulio dejara pasar un balón. Braulio estaba que lo veía todo, a pesar del hartazo de correr que se dio. Y a continuación salió a calentar Fabio Coentrao... Ese chico del Benfica, sí. Ese mismo. Que hasta jugó. Y aunque el Alavés estuvo siempre a merced del Zaragoza, sobre todo de su contraataque (facilitado por una generosa defensa adelantada), Garitano volvió a acortarle la cuerda al Zaragoza con un cabezazo que dibujaba en el aire un interrogante. Era humo, nada más. Caffa lo deshilachó con un caracol de zurda que voló ingrávido a la escuadra. Y el equipo se fue a dormir tercero. A dormir, o a lo que tocase.