Exhibición de pegada

Primera | Real Madrid 4 - Numancia 3

Exhibición de pegada

Exhibición de pegada

El Madrid derrota a un buen Numancia con el argumento de los goles. Los visitantes se adelantaron dos veces. Guti marcó el 5.000

Cuesta entender las razones del Madrid, pero vamos aprendiendo. Y no me refiero a las motivaciones generales, la gloria, los títulos. Hablo de los pensamientos que se circunscriben a un partido, de la reacción ante los imprevistos, los goles, los aplausos, los silbidos. Ante esas situaciones el Madrid responde de una manera particular. Le estimula la dificultad y le distrae la comodidad, de manera que el equipo se afana en remontar los goles adversos pero se pierde luego en la victoria fácil.

Es muy posible que la psicología del equipo sea el reflejo de su entrenador o tal vez se conecte más directamente con la cabeza de Guti, que es el organizador sobre el campo. Su interés se traduce en oportunidades y sus ausencias en apatía, hasta el punto de que muchos partidos se podrían leer en el informe de su actividad neuronal.

Pero es más complejo aún. En ocasiones de riesgo extremo el Madrid no piensa. Entonces, sin electrodos que lo aten a un pensamiento lógico (o casi), el equipo se salta el trámite del medio campo y se lanza a un ataque frontal, inconsciente y arrebatado. En ese trance no hay estrategia que lo contenga porque cualquiera asiste y cualquiera marca, uno, dos, tres o cuatro, lo que sea menester.

Algo así volvió a ocurrir ayer, sin que el análisis desprecie en absoluto el partido del Numancia, que tuvo como principal valor que ante ese monstruo disputó el empate hasta el último minuto del tiempo añadido, y lo hizo después de adelantarse dos veces y ser dos veces remontado. Pocos equipos soportan tantos cambios de viento, y muy pocos sostienen la concentración y la esperanza.

Pero vencer al Madrid en el Bernabéu exige más: no basta con el fútbol ni las buenas intenciones. En un estadio así y frente a un equipo que se motiva con las dificultades la única posibilidad pasa por concentrar las virtudes y los goles en el último tramo del partido, si es que llegas vivo hasta allí.

El Numancia no pudo rizar ese rizo. Se comportó según las reglas e incluso llegó más lejos. Cerró líneas hasta el punto de que cada jugador podía tocar a un compañero estirando los brazos y sumó al dibujo valentía. También estrategia. Su primer gol demostró que el equipo tenía la lección aprendida: el Madrid sufre a balón parado. De modo que el córner burlaría el área pequeña y buscaría más lejos la cabeza de Moreno. Gol.

Respuesta.

Apenas se aturdió el Madrid, que estos golpes los acepta como si fueran tónico aftershave. Al contrario: fue calentando músculos, aproximándose. Al final termina por ser una cuestión de estadística: de cinco pases llega uno y de diez disparos cae un gol.

Lo marcó Guti, el 5.000. Robben circuló y Van Nistelrooy entregó a la carrera de Gutiérrez, que golpeó con fuerza y fortuna, porque el balón se hizo mortal al ser desviado por Boris.

A partir de ese momento, el partido dejó de ser fútbol para convertirse en goles, el sueño de los americanos y el terror de los eruditos. Barkero firmó una obra de arte con un pelotazo que encajó en la escuadra. A continuación Higuaín, hiperactivo, aprovechó un regalo de Van Nistelrooy para batir a Juan Pablo en su salida. Su gol ponía hechos a nuestras impresiones: está mejor que Raúl. Y ocho minutos después, Van der Vaart se giró con un cañón en la zurda y nos recordó que también jugaba, aunque su posición sigue sin estar muy clara. Un gol en propia puerta de Cisma cerró el fuego de artillería y abrió la puerta del descanso.

Y, claro, pensamos que nadie se repondría de algo así, que se llevaría siete el Numancia, pobre. Sin embargo, Kresic debe ser un hombre convincente porque el equipo que salió del vestuario seguía creyendo en su entrenador, en el fútbol y en los milagros.

Moreno redujo distancias con un tiro de falta que delató que Casillas ha extraviado el ángel. Y aquello coincidió con un desvanecimiento de Guti. De forma que el Numancia se puso a tocar y a soñar, hasta el último instante, cuando Del Pino saltó como un karateca para tocar un balón imposible que se paseó por el balcón de Casillas sin que nadie acertara a soplarlo.

Todos se fueron contentos, pero ganó el Madrid, que es lo que suele suceder en ese estadio y con ese equipo, pongas como te pongas.