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Cuartos Eurocopa 2008 | España - Italia

España se conjura: somos mejores y nos toca pasar

Los jugones, contra el músculo italiano. Toni, la principal amenaza

Actualizado a
<b>ENTUSIASMO. </b>Toda la afición española está convencida: este es nuestro momento.

Ya estamos aquí, de nuevo, en esta frontera, a tres victorias del título. Detengámonos ahora para no arrepentirnos después. Quien se acicala al otro lado es Italia, nación que nos despierta un indisimulado complejo de inferioridad que de la seducción pasa al fútbol y luego más allá.

Trataremos de entenderlo para vencerlo. Empezaremos por el país. Sucede que los lugares de hermosura absoluta desarrollan un nacionalismo estético que se reserva el derecho de admisión. Ocurre en Sevilla, por poner un ejemplo y ahorrarme otros. Y pasa en Italia, que es un estado-museo. La primera reacción del visitante ante tanta belleza es intimidarse, sentir vértigos; lo llaman Síndrome de Stendhal.

Seguiremos por el amor. Casanova fue real y culminó 132 citas. Don Juan es un mito. Podríamos continuar por los hombres Martini y por Raffaela Carrá. O hablar de la moda. El azul de su camiseta (heredado del añil de la Casa Saboya) es dolorosamente elegante, mientras nuestro rojo quema.

Lo asombroso, créanlo, es que ellos sienten la misma admiración por nosotros, sin que les hayamos dado tiempo a que se rindan porque siempre nos rendimos antes. Capello y su pasión por el jamón y los toros es un ejemplo grotesco, pero significativo. Adoran las costumbres, el país y el idioma. Y del mismo modo que nuestra admiración precede a la suya, nuestro miedo es un anticipo del que sienten ellos.

Italia finge ser más y es capaz de ganar un Mundial (y hasta cuatro) para seguir fingiendo, por la foto final y por la obra de arte. Sepámoslo antes de saltar al campo. Lo mejor de su leyenda está en nuestra cabeza. Somos iguales de inicio y esta vez, además, somos mejores. Sólo hay que darles tiempo para que se den cuenta.

Batalla. Despejados los fantasmas, analicemos los cuerpos. Luis apostará por el mismo equipo que venció a Rusia y Suecia, esa acumulación de bajitos que asegura el balón a costa del físico. Por esa puerta nos atacará Italia, que, sin Pirlo y Gattusso, llenará el aula de gladiadores: De Rossi, Ambrosini, Aquilani y Camoranesi. De esa batalla, de la firmeza del árbitro y de sus tarjetas, dependerá buena parte del partido. Porque es posible que nos peguen, también eso conviene saberlo. Lo de Luis Enrique no fue accidente.

En el esquema italiano hay otras certezas. El portero es sublime y desafía al nuestro, que es el delfín de su trono. La defensa es muy rígida, o vieja, si lo prefieren, perfecta para nuestros delanteros. Cassano, otro amante de España y su repostería, es un factor incontrolable, la fiel representación del caótico sur de Italia. En punta de lanza, los 193 centímetros Luca Toni supondrán una pesadilla constante. Se trata de la principal referencia para esos balones aéreos que nos caen como bombas del cielo. Y en los saques de esquina contará con la temible ayuda Panucci, casado con una canaria, Isabel, y padre de Juanito, así bautizado en honor al Rey de España. Nos quieren, insisto.

La tensión es máxima, aunque Italia la vive de un modo peculiar. Mientras los tambores redoblan, La Gazzetta ha colgado en su página web una encuesta para medir la ansiedad de los tifosi. La pregunta es la siguiente: "¿Prefieren a Toni con bigote o sin él?". El 74% de los encuestados lo quieren rasurado. Somos muy parecidos, aunque hay que admitir que ellos tienen las patillas mejor recortadas.

Reto. El partido es un placer angustioso. Nos encontramos en el desfiladero de nuestros fracasos y ante el rival más temido. Nadie nos ayudará a cruzar este cañón, pero recuerden que el enemigo teme igual y sueña menos. Sonrían. Estamos donde deseábamos: a tres victorias del título.