El campeón pone casa y el Barcelona pasillo

Primera | Real Madrid - Barcelona

El campeón pone casa y el Barcelona pasillo

El campeón pone casa y el Barcelona pasillo

chema díaz

Guti regresa al once blanco. Los de Rijkaard llegan sin Iniesta

Quien piense que el partido ha perdido interés, más allá del pasillo, de esa foto, se equivoca. Este clásico es diferente y precisamente ahí radica su valor. Los rivales no comparten objetivos ni riesgos. El Madrid expone el honor y la resaca. El Barcelona, la urgencia y la rabia. El clásico, como la famosa marca de refrescos, cambia la fórmula, pero mantiene el sabor.

Insisto en que el pasillo es una anécdota. Tanto como un homenaje al campeón es un acto de elegancia que se reserva el perdedor a sí mismo. No son orejas de burro. Esto no es la rendición de Flandes. Lo cortés no quita lo valiente, y admitir la victoria ajena es un acto que rescata de la derrota. Por eso se entiende mal que Etoo y Deco, que pasan por gallardos, se hayan borrado del partido, forzando las tarjetas o perdiendo la memoria, que viene a ser prácticamente la misma decepción.

Ignoro si el Barcelona se ha percatado de que tiene una oportunidad de ser distinguido, primero, y de redimir después una temporada penosa. Ganar al campeón en el Santiago Bernabéu es lo único que le queda y no debería despreciarlo ahora porque durante bastantes años no fue capaz de conseguirlo.

También hay razones deportivas, naturalmente. El Barcelona viaja a cuatro puntos del segundo puesto del Villarreal y esa plaza evita no pocos engorros logísticos. Como además afecta a las vacaciones, los futbolistas suelen estar especialmente sensibilizados. Perder envía a la previa de la Champions, donde suelen esperan equipos del norte con jugadores rubios como la cerveza y varios meses de entrenamiento en el cuerpo.

Rijkaard, que desde hace algunas semanas entrena en el Monte de los Olivos, no podrá contar con Milito, como es sabido, ni con Iniesta, lesionado. Aún así, el cartel resulta espléndido, lo que nos confirma que los equipos, como los repartos de Hollywood, necesitan de un argumento. No obstante, no conviene olvidar que el Barcelona viene de ganar por 6-0 al Valencia y que en ese partido se reactivaron Bojan, Messi y, en cierta medida, Henry.

Con Casillas.

En el Real Madrid también se ejercerá el derecho a ser elegante, como lo ha sido durante toda la celebración. Schuster alineará a Casillas, que expondrá el Trofeo Zamora cuando lo tenía ganado virtualmente. El gesto torero mete a Valdés en la pelea. Otros guardametas no han actuado así, pero es la diferencia lo que distingue de la multitud. Y Casillas es extrañamente honesto para los tiempos que corren.

También jugará Heinze, una vez le han retirado la quinta tarjeta amarilla, quizá ablandados por la sangre que le brotaba de la mano. No estará, en cambio, Cannavaro, expulsado en Pamplona y reincidente. De manera que el reajuste defensivo propicia la entrada de Marcelo, que debería ofrecer un alivio para Robben. Puestos a mejorar en la excelencia se espera de ambos mayor compenetración y más profundidad por la banda. Guti, que ha sido duda hasta última hora, se entrenó en la tarde de ayer con normalidad y jugará finalmente. Ocupará el lugar de Saviola, otra vez desaparecido sin que nadie pregunte.

Higuaín, al banquillo.

Tal vez la presencia de Guti sea lo más sorprendente del once, por cuanto relega al banquillo al héroe del Reyno de Navarra, Gonzalo Higuaín. Es verdad que el jugador se asegura una ovación cuando ingrese en el campo, pero intuyo que él necesita más la confianza del entrenador que el reconocimiento popular.

El Bernabéu espera una segunda fiesta, pero la expectativa es peligrosa, como ya se comprobó en el Centenariazo. Al Barça sólo le queda un discurso: ganar al Madrid. Los jugadores heridos se reivindican así y en eso el fútbol se parece, aunque sólo sea espiritualmente, al boxeo, donde tumbar al campeón otorga su gloria y su título.

Se equivocan aquellos que piensen que es un encuentro incómodo, sobrante, únicamente un pasillo y poco más. Esto es una casa entera, una catedral, un duelo fastuoso donde uno de los rivales se distingue por la flecha que se le clava en la espalda.