La final ya espera al mejor Valencia

Copa del Rey | Valencia 3 - Barcelona 2

La final ya espera al mejor Valencia

La final ya espera al mejor Valencia

Baraja lideró a los chés y Mata estuvo magnífico. El Barça apretó en la recta final. Gran primera mitad valencianista. Segunda parte de puro aroma copero

El mejor Valencia apareció en la noche apropiada, liquidó a un Barça menor que sólo reaccionó tras una hora de letargo y se plantó en la final de Copa del 16 de abril. Sí, el Valencia en la final, a 90 minutos de tocar metal, a un paso de levantar un título y todo eso cuando menos se lo esperaba. En medio de un año para olvidar, el fútbol le había reservado a los chés un momento mágico en el que el Valencia olvidó su otra realidad, la liguera, para ser superior a un rival que llegaba como favorito y se fue muy tocado. Y fue así porque Koeman capituló y aparcó su sistema para hacer jugar a los suyos como mejor lo saben hacer. Es decir, regresó a la etapa de Quique para dibujar un 4-2-3-1, recuperar el contragolpe, la agresividad y, por fin, los buenos resultados. Los chés son finalistas por puro merecimiento y le brindaron a su parroquia el subidón de felicidad que le adeudaban. El valencianismo ansiaba ese perfil bronco y copero que antaño les hizo grandes y los suyos lo tuvieron en un duelo con puro aroma de Copa, que se avivó en la segunda mitad en la que los catalanes reaccionaron y eso permitió asistir a una recta final de infarto, de nervios desbordados, en los que el Valencia se aferró a su gran sueño y el Barça no pudo arrebatárselo de las manos. Los chés emularon a aquel Charlton Heston que con su fusil en la mano proclamó: "Me lo tendrán que quitar de mis frías manos muertas". Con esa misma fe se agarró el Valencia a su final y por eso estará en ella.

Lo mejor del duelo llegó al final, cuando los de Rijkaard se dieron cuenta de que estaban fuera y su crisis iba en aumento. Antes, el Valencia hizo con ellos lo que quiso porque los culés jugaron sin intensidad, sin garra, sin seriedad defensiva y sin capacidad ofensiva. Sin Messi no tienen desborde, sin Ronaldinho no hay magia y del resto de los Fantásticos no había noticias, pues Etoo estaba anulado por Albiol y Henry, en el banquillo. La entrada del francés mejoró al Barça, él y Sylvinho apretaron el acelerador pero, en medio de su ofensiva, se encontraron con el mejor, Mata, que con su segundo latigazo hizo inútil el tanto de Etoo.

El partido arrancó como se esperaba, con el Valencia regalándole la posesión del balón al Barça, pero en zona de nulo peligro. Cuando los culés intentaban avanzar, los locales mordían, salían al corte y siempre se anticipaban a los intentos de combinación blaugrana. Todas las carencias visitantes salieron a la luz en una primera mitad penosa en la que Etoo naufragaba ante un gran Raúl Albiol, Bojan no aportaba nada y lo que llegaba desde atrás (Iniesta o Gudjohnsen) más bien no llegaba. El Valencia estaba cómodo porque el partido transitaba tal y como Koeman lo había soñado y, por eso, sus jugadores desempolvaron sus mejores versiones. Ahí destacó Rubén Baraja, que lideraba las embestidas y ésa era una estupenda noticia para un equipo que sigue necesitando al pucelano porque, cinco fichajes después, no ha encontrado a ninguno como él. Joaquín se reivindicó y demostró que, aunque llegue tarde a una charla, debe jugar en este Valencia si se quiere contar con buenas noticias desde la diestra y, en el otro costado, Mata sigue siendo el mejor descubrimiento del año.

El Valencia se sabía el guión a la perfección, mientras que al Barça le bailaban los papeles así que lo normal fue lo que ocurrió, que dos errores culés le costaran el 2-0. El primero fue un flojo despeje de Puyol acompañado de la mala colocación de Touré, pero en el fondo todo gol nace de algún fallo y sería injusto restarle méritos al gran protagonista: Baraja. El Pipo pescó en la frontal, donde siempre fue letal, y se marcó un zurdazo de lujo. Imparable para Valdés y efervescente para Mestalla, que se veía rumbo a Madrid. En el segundo tanto el Barça quedó retratado como una vieja gloria, lenta y desubicada, a la que una pandilla de jóvenes hambrientos le pilló descolocada. Joaquín, Villa y Mata llegaron casi solos hasta las tripas del área rival para que fuera este último el que matase con otro zurdazo.

Reacción. El esperado apretón visitante no se produjo en los primeros minutos de la reanudación. El Valencia seguía tapando bien las vías de penetración y Hildebrand vivía tranquilo. Pero el premio de la final sabe mejor si llega con sufrimiento y éste se inició en Mestalla con un buen gol de Henry. El partido se desmelenó en esos 20 minutos finales en los que el intercambio de golpes dejaba tambaleando a los dos. Eran dos gigantes partiéndose la cara, sin reservas. Mata puso la réplica y su 3-1 desbocó a la grada, pero Etoo volvió a silenciar a los más eufóricos con el 3-2.

Quedaban 10 minutos para el fracaso o la gloria, de KO de verdad, de Copa en estado puro. Pero ahí surgió la raza del Valencia, que le permitió frenar al Barça, meterse en la final y que los suyos lanzaran al cielo valenciano el "Sí, sí, sí, nos vamos a Madrid". Y allá van.