Ignacio continúa con la saga de los Camacho

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Ignacio continúa con la saga de los Camacho

Ignacio continúa con la saga de los Camacho

macario muñoz/carlos díaz

Los Camacho son una familia de fútbol: el padre, Juanjo, se retiró a los 29; después llegó su hijo Juanjo (campeón de Europa Sub-16 con Casillas) y Borja, al que un accidente alejó del fútbol. Ahora es el momento del pequeño, de Ignacio, que debutará en Liga con el Atlético ante el Barça.

Es la de Ignacio Camacho (1990, Zaragoza) una familia de fútbol. Su padre, Juanjo, contagió el gusto por el balón a sus tres hijos, Juanjo (1980), Borja (1984) e Ignacio, desde la cuna. En su casa se respiraba y, por eso, Ignacio aprendió el fútbol de los mayores cuando era apenas un chiquillo y jugaba finales con sus hermanos en el pasillo de su casa. Allí se curtió en todo lo que vendría después, recibiendo zancadillas, golpes y patadas, pelota va y viene, de sus hermanos, más experimentados; de ahí que, siempre, fuera un paso por delante de los de su generaci de ahí que pueda ser titular el sábado, con el primer equipo del Atlético, ante el Barcelona con la edad de un juvenil.

Su proyección es vertiginosa, pero ni con todos los focos sobre él pierde de vista el suelo. Ese fue lo que le enseñó su padre: primero la humildad y, después, ya vendrá todo lo demás. Juanjo padre jugó en la 1977-78 en el Zaragoza y, más tarde, en el Valladolid, el Huesca, el Levante y el Calvo Sotelo de Puertollano, pero aunque se retirara a los 29 años nunca dejó de acudir a la ciudad deportiva del Zaragoza, esa que inauguraron cuando él era jugador, porque después llegaron sus hijos.

Su hermano mayor. Juanjo hijo, hoy en el Vecindario, perteneció a la generación de futbolistas que fueron campeones de Europa Sub-16. Ignacio Camacho también capitanea hoy una quinta que suena tan bien (Bojan, De Gea, Mérida y Aquino) como aquella de la que era capitán su hermano: Casillas, Corona, Xavi y Sousa. La diferencia entre las carreras de uno y otro es, quizá, que uno, el mayor, se quedó en el Zaragoza, donde debutó en de diciembre de 2004, ante el Brujas, pero le faltaron oportunidades, y el otro, el pequeño, apostó por el Atlético cuando era cadete, y Real Madrid, Espanyol, Barcelona, entre otros, le rondaban. Hasta treinta llamadas de representantes recibió su padre cuando Ignacio se proclamó campeón con el equipo de cadetes del Zaragoza al ganarle 3-1 al Madrid en la final. Era la primera vez en la historia del club que pasaba. Camacho tenía un año menos que el resto.

Sus padres cambiaron Zaragoza por Madrid junto a él y, a los seis meses, Ignacio era capitán de su equipo. Líder nato, sus picardías son constantes. Eso sí, en el campo nada de eso, ahí es un mediocentro sobrio y contundente. Ya lo era con ocho años cuando, muchos compañeros de su tío Javier, que alternaban el trabajo con el arbitraje, ya le advertían que su sobrino tenía casta: replicaba en el campo como los mayores. Carácter ya entonces no le faltaba.

Barcelona. El de Barcelona será su debut en Liga. En Copa ya lo hizo, pero no es lo mismo: fue ante el Granada 74 y apenas unos minutos. Ahora, en este año en el que se ha hecho mayor, ha saltado del segundo juvenil al B y ha sido campeón de Europa Sub-17 en Bélgica y subcampeón Mundial Sub-17 en Corea, se convertirá en el mediocentro titular de un Atlético que quiere defender la Champions ante el Barcelona. Una anécdota: ayer por la mañana escuchaba, serio y concentrado, las instrucciones de Aguirre en el Cerro y, minutos después de acabar el entrenamiento, corría con la carpeta de apuntes al instituto, donde por la tarde se olvidaba del fútbol, el Barcelona y todo lo demás mientras hacía dos exámenes.

En cada uno de los logros que ha alcanzado en este 2007, lo primero que Ignacio ha hecho es llamar a sus hermanos y a su padre, su máximo oxígeno, su mayor apoyo. Su hermano Borja, el mediano, tenía tanta proyección como Ignacio: era un zurdo eléctrico, una de las perlas de la cantera maña de la generación de Lafita y Chus Herrero. Un gravísimo accidente frenó su carrera, pero se recuperó con la casta de un campe esa que los Camacho llevan en el apellido.

La Romareda adoraba a su padre y a su hermano

Y después del Barcelona, el Atlético viajará a La Romareda. Un campo más que especial para Camacho. La baja de Motta le ha empujado a dar el último paso al primer equipo de un salto. Entonces, puede que como ya les pasara a su padre y a su hermano, La Romareda se deje la voz en un nombre: su apellido. Cuando su padre era jugador, un goleador al que el estadio maño adoraba, en el día de San Jorge del 78, jugaban ante el Alavés y Juanjo se sentaba con Víctor Muñoz en el banquillo, la grada pedía en un grito ("¡Camacho, Camacho!") que Arsenio le sacara. A su hermano Juanjo le pasó lo mismo con Víctor Muñoz también en el banco, pero ahora de entrenador: apenas le daba minutos y la hinchada se los pedía a gritos cuando éste calentaba. La historia puede repetirse la semana que viene con el pequeño de los Camacho casi treinta años después de la primera vez.