El Betis hace dudar al Madrid

Primera | Betis 2 - Real Madrid 1

El Betis hace dudar al Madrid

El Betis hace dudar al Madrid

Drenthe adelantó al líder, que se lució media hora y se perdió después. Edu y Mark González pusieron por delante a los béticos. Pavone, destacado

No lo entiendo, dice alguien. Y tiene razón: no se entiende. El Madrid de los siete goles se dejó un pedazo de buena fama en Sevilla. A cambio, el Betis experimentó una transformación asombrosa en un solo instante, que fue un gol, el primero. La conclusión, imagino, es que los equipos, como las personas, tienen varias personalidades, quizá multitud, y el primer yo que se levanta decide cómo pasarás la tarde.

Por lo que se refiere al Madrid, desconcierta su forma de recordarnos que es humano. Sus derrotas no son ajustadas, sino impepinables. Sin saber por qué, el equipo se deshace de pronto y no vuelve a encontrar el camino. Como si le pesaran demasiado los goles en contra. Sólo sucede fuera de casa, cuando al empuje rival se añade un gol y el entusiasmo de la grada. Entonces, el Madrid se incomoda. Insiste por insistir, pero se vulgariza. Así se pasó casi una hora, el tiempo que le concedió el reloj para remontar.

El Betis es otro misterio. Su presentación en el partido fue ruinosa. Durante media hora, el equipo tuvo dos registros: defender mal o atacar poco. Sin combinaciones, sin plan, sin centro del campo. En esos minutos comprendimos perfectamente los achaques que sufre este Betis y su achacosa clasificación. Luego, ya está dicho, cambió por completo al marcar un gol.

El asunto nos descubre un problema de confianza que no se cura con el "Resistiré". El equipo necesita ganar para recuperar la memoria y reconocerse en el espejo: el Betis, trece barras, dos años atrás en la Champions.

Planteamiento. De inicio, Schuster alineó al mismo equipo que goleó al Valladolid, con Robben cambiado de banda, a la derecha, y Drenthe en su extremo natural, el zurdo. Ellos fueron los primeros protagonistas del partido.

Después de un lanzamiento de falta de Baptista que Ricardo despejó con palomita playera, Gago coló un pase entre la poco tupida defensa del Betis. Fue un centro con el sello de Guti porque todo se pega menos las mechas. Robben recibió a la carrera y nunca nos pareció tan rápido. Superó a Fernando Vega, entró en el área y asistió con el exterior del pie izquierdo.

El balón se paseó por el escote del Betis y las barbas de Ricardo. Baptista no llegó a golpear porque tropezó con Damiá, que no quiso ni mirar al árbitro y dio la espalda al mundo, brazos en alto. Drenthe, que corría en motocicleta, aprovechó la circunstancia y remató a gol en el segundo palo.

Habían transcurrido sólo cinco minutos y el partido parecía liquidado. Únicamente quedaba por saber cuántos goles más marcaría el Madrid. Y la impresión se confirmó cuando el líder se puso a tocar y tocarse.

El Betis también ayudaba. No había vigilancia para Guti y la distancia entre sus líneas era más propicia para mandarse cartas que pases. El equipo estaba contra las cuerdas, desconectado, confuso.

Robben tuvo cerca el segundo gol, pero disparó alto con la derecha. Guti fue el autor de ese pase y de otros tres iguales, venenosos: toque sutil para burlar una defensa adelantada de manera temeraria.

Sobre el minuto 25, Schuster detectó que Robben abusaba del recorte hacia dentro, hacia el tráfico, querencia natural del zurdo en el exilio, y lo cambió de banda. El movimiento aligeró a Robben, pero condenó a Drenthe, que todavía estudia las rectas y no sabe nada de las diagonales.

A estas alturas del viaje, los jugadores más incisivos del Betis ya habían dado un paso adelante. Me refiero a Edu, Pavone y Mark González. Suyo fue el huracán que se desató.

La primera gran ocasión de los locales terminó en gol. Guti, que ayer estaba excesivamente gesticulante, perdió un balón en el centro del campo y lo dejó marchar, ya volverá. Fernando Vega avanzó con esa pelota y encontró a Pavone, que se revolvió en la banda, en los terrenos del once. De aquel remolino salió un balón a la olla que Edu cabeceó sobre la debilidad de Marcelo y la pasividad de Sergio Ramos. Casillas sólo pudo girar el cuello.

Cuatro minutos después se repitió el mismo gol pero con diferentes actores. Esta vez Edu puso el balón y Mark González lo remató de cabeza, con potencia. Sergio Ramos y Marcelo estaban en idéntica posición. Casillas miró a la misma esquina. En cinco minutos el Betis había dado la vuelta al partido y nadie hubiera apostado por eso.

Robben y Drenthe cambiaron otra vez de banda, pero el Madrid no volvió a ser el que era. El baile de extremos, por cierto, debería hacer pensar al entrenador que todavía hay algo por ajustar, o que falta un diestro con profundidad cuando Ramos juega de central.

En la reanudación comprobamos que el argentino Pavone ("pavo real", en italiano) se había apoderado del partido. Había vencido su estilo, su fútbol de espaldas y su pelea de frente. De no ser un delantero hablaríamos de una tuneladora.

Si el tallaje divide la morfología femenina en diábolo, cilindro y campana, los hombres bien podrían repartirse entre botijo, espárrago y armario de dos puertas. Pavone pertenecería a este último tipo. Revienta las mangas de la camiseta y desde un estilo más propio de los jugadores de rugby, acaba con la paciencia de cualquier defensa.

Al cuarto de hora de la segunda parte, Schuster retiró a Drenthe y dio entrada a Van Nistelrooy, que salía en auxilio de Raúl, muy gris. No se arregló nada, porque el problema se localizaba en la cabeza y en otras profundidades. Lo negarán los interesados, pero es fácil suponer que en esos momentos más de uno pensó en el partido del próximo martes. Y no es tan raro. Yo pienso en Roma sin necesidad de jugar la Champions. Me viene.

Último tren. Pese a todo, Van Nistelrooy tuvo su ocasión. Sergio Ramos rompió la abulia del equipo con una galopada directa y el balón acabó en las piernas del ariete, que estrelló el remate en un palo. La acción, sin peligro aparente, nos confirmó el instinto depredador del delantero y la capacidad de Sergio Ramos para jugar como centrocampista con todos los requisitos posibles: pulmones, llegada, gol y furia.

El Betis se fue replegando poco a poco y Chaparro también. Por algún extraño motivo que escapa al ojo inexperto, el entrenador trianero retiró a Pavone, que no parecía tener ninguna flecha clavada en el lomo, única explicación que nos habría valido. En su lugar entró Juande.

Schuster se movió en sentido contrario. Primero Higuaín relevó a Baptista y después Balboa (¡un extremo diestro!) sustituyó a Raúl, lo que más que un cambio de piezas era un cambio de dibujo.

Si no se apreciaron las modificaciones fue porque el Betis ya había entregado el campo y se dedicaba a proteger el fortín con cierta desesperación y no pocos nervios. Todos a una.

El partido se fue consumiendo entre la burocracia del Madrid y la ansiedad del Betis. Los asedios del líder, que por definición deberían arrancar chispas, se quedaban en simples y tristes empujones a la espera de un regalo de la fortuna. No lo hubo.

El encuentro se prolongó seis minutos y fueron para pegarse un poco y jugar apenas nada, cada equipo marcado por su última personalidad, la esforzada y la melancólica. Así acabó. El Betis escapa del pozo y el Barcelona se pone a cinco puntos del líder. No es una Liga, es un maratón.

El detalle: Lopera les da 9.000 euros por cabeza

Ruiz de Lopera prometió el viernes en AS que pagaría 3.000 euros por punto logrado ante el Madrid a cada componente de la plantilla del Betis, cuerpo técnico incluido. Tras la victoria, deberá soltar 9.000 euros por cabeza. Al final del partido, Lopera bajó al vestuario y confirmó a los jugadores que habrá premio.