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Primera | Sevilla 1 - Barcelona 1

El miedo pudo con Jiménez

El Sevilla pagó su descarado paso atrás. El Barça se mostró pasivo y sin ideas. Capel firmó un partido fabuloso. Messi regaló el empate

Actualizado a
<b>OTRA VEZ GOLEADOR.</b> Capel lleva dos goles con el Sevilla, uno en Copa y otro en Liga, los dos al Barça.

Sólo a los generales valientes se les perdonan las derrotas. A los temerosos se les castiga más por su miedo que por la pérdida de la batalla. Un triste Barcelona, sin ideas y congelado, se encontró con un punto por el camino, gracias al descarado paso atrás que Manolo Jiménez ordenó en la segunda parte. El técnico sevillista desaprovechó el extraordinario potencial que tiene el equipo que dirige para refugiarse en el conformismo. El error pasó factura y dejó en Nervión un ambiente de frustración.

Bobby Fischer se marchó sin ver triunfar la idea que lanzó al mundo del ajedrez: sortear la posición de las piezas antes de comenzar la partida. Para el genio fallecido, el juego no sería tan previsible y obligaría a los participantes a buscar, sobre la marcha, soluciones más ágiles e inteligentes. Rijkaard y Jiménez aceptaron la propuesta de Fischer. Desde el arranque, las posiciones de los contrincantes habían sido dibujadas de antemano y el Barcelona, con todo en contra, fue capaz de superar el sorteo inicial de las piezas.

Así nació la partida: Henry presionaba a Poulsen; Drago seguía a Messi hasta el centro del campo; Iniesta era la sombra de Alves; Capel, la pesadilla de Oleguer; Giovani caía a la izquierda y Messi, al centro; Milito tenía orden de asfixiar a Luis Fabiano y Kanouté cuando salían del área para recibir. El Barcelona asumía el papel de jugador pasivo y reservón. El Sevilla buscaba jaque mate en cada acción. Con este guión echó a andar la primera parte.

El primer cuarto de hora nos mostró un valiente cruce de movimientos y golpes. Cada posición de balón acababa en una llegada, con o más o menos peligro. Con el tiempo, las estrategias se grabaron con fuego. Nadie salía de lo señalado inicialmente. El Barça montaba sus ataques a la velocidad del jubilado que pasea al perro al atardecer, con el periódico en la mano y la bolsita de pipas en la otra. Los sevillistas pintaron la línea del centro del campo para esperar ahí a los rivales. Los centrales presionaban y Poulsen y Keita mordían a los superados Edmilson y Xavi. Una vez recuperado el balón, parecían disponer de sólo cinco segundos para montar el ataque. Alves, Navas y Capel eran balas por los extremos. El Sevilla se apoderaba así del encuentro y sacaba su perfil más peligroso. Alves y Capel montaron dos contragolpes eléctricos que Kanouté y Luis Fabiano se encargaron de rematar. La doble aparición de Valdés desmontó las jugadas.

Pero de las intervenciones acertadas a las milagrosas va un mundo. Tras la décima llegada, Capel aparecía como un rayo procedente del costado izquierdo para finiquitar el ataque creado por Zipi-Zape, Alves-Navas, la pareja más traviesa del fútbol español.

Ante el negro panorama que plantearon las posiciones iniciales, Rijkaard se empleó para modificar la situación de la partida. Retiró a Edmilson y Thuram para apostar por Ronaldinho y Márquez. Gudjohnsen salía también por el lesionado Henry, a quien le sigue costando mantener el nivel en dos encuentros consecutivos. Messi se reubicaba en la derecha y Dinho iba al centro.

La reestructuración se vio beneficiada por el descarado paso atrás que del Sevilla. En otros tiempos, en la era exitosa, este equipo hubiera lanzado su potencial contra las naves contrarias. Pero las cosas han cambiado. Jiménez volvió a tirar de su librito y ordenó a los suyos que se refugiaran. Por si había dudas, quitó a Kanouté para sacar a Renato. ¡Mieditis! El Barça, sin hacer nada, con una imagen pobre, se encontró arrastrado al área de Palop. Messi aprovechó la cercanía del objetivo para meterle un balón interior a Xavi. Con el pánico metido en la sangre sevillista, el Barça estuvo cerca de dar el golpe definitivo. Jiménez encontraba en la expulsión de Keita su enésima excusa para encerrar aún más al equipo. Sólo la velocidad de Capel mantuvo al Sevilla con opciones de recuperar lo que había tirado por la borda. El empate entristeció al Sevilla y casi sentenció al Barça. El Madrid tiene hoy la palabra.