"Si cierro los ojos, oigo aún el ruido de metales"

Sir Bobby Charlton

"Si cierro los ojos, oigo aún el ruido de metales"

Hasta hace poco, Bobby Charlton no había visto las imágenes del accidente de avión que hoy hace 50 años le costó la vida a ocho de sus compañeros. Tampoco lo ha necesitado: la tragedia le acompaña cada día.

Dicen los que le conocen que tras la tragedia de Múnich usted dejó de sonreír.

Si cierro los ojos todavía oigo ruido de metales golpeando metales, el humo, sirenas. Recuerdo que el avión aceleró en la pista pero no cogía altura, golpeamos una valla y luego ya no recuerdo mucho más. Me desperté quince minutos después, según me dicen, a 20 o 30 metros del avión y con el asiento todavía agarrado a mi cintura. Y mis compañeros, en el suelo, algunos sin solución. A la mañana siguiente, un paciente alemán nos leyó los nombres de los fallecidos. Eran los nombres de mis amigos. La gente con la que iba a bailar los fines de semana. Jugadores jóvenes, con el mundo a sus pies, de repente ya no existían.

Ha permanecido callado todos estos años. ¿Por qué contar lo que ocurrió ahora?

Me arrancaron la vida, pieza por pieza. Me entristece tanto pensar en ello, incluso 50 años después... Pero he decidido volver a hablar de ello para recordarle a la gente lo bueno que era ese equipo. "¿Por qué sobreviví yo?", me pregunté muchas veces. ¿La suerte, el destino? Igual fue que mi asiento le daba la espalda al piloto. Dennis Viollet y yo estábamos sentados al lado uno del otro y los dos sobrevivimos. Pero muchos otros no tuvieron esa suerte y hay que recordarlos.

¿Le da vueltas a los motivos del accidente?

Volar antes era una aventura. La tragedia ocurrió porque no se calculó bien la velocidad del avión, porque había hielo en la pista. Hoy no se hubiera volado ese día.

El equipo era espectacular, usted insiste en que podían haber sido los mejores del continente.

Si no hubiera sido por el accidente, creo que hubiéramos ganado la Copa de Europa del 58. Éramos el mejor equipo inglés y la gente no me cree cuando les digo lo bueno que era Duncan Edwards. Y Taylor, y Pegg y Colman. El Real Madrid la ganó cinco años seguidos, pero nosotros habíamos iniciado un camino que nos iba a llevar a ser los mejores. Nos creíamos capaces de ganar a cualquiera, quizá con la excepción del Madrid. Tardamos diez años en reconstruir el equipo y finalmente en ganar la Copa de Europa.

Usted se encontró a Busby y le puso una manta encima. Costó verle feliz desde ese día, como si hubiera sido culpa suya.

Matt Busby sufrió más que nadie. El club era su familia, fueron sus chicos los que fallecieron. Los había traído él, les había pedido a sus familias que les cedieran a sus hijos para hacerlos futbolistas profesionales. Imagínese. La victoria en Wembley contra el Benfica hizo las cosas más fáciles, le volvió a hacer algo más feliz porque echaba de menos más que nadie a los que se fueron.

Usted marcó 49 goles con Inglaterra, un récord todavía, ganó el Mundial del 66 y una Copa de Europa, pero le he oído decir que su vida se define principalmente a partir del accidente.

A veces me siento culpable de que las cosas me hayan ido tan bien desde ese día. Una tristeza terrible me supera. La tragedia empapa todo lo que he hecho.