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Primera | Así es Riera

En seis años ha jugado en cuatro equipos

Buscó fortuna en Francia antes de irse al Espanyol

Actualizado a

"¡Vamos chaval, te toca!". Eso fue lo que Luis Aragonés le dijo a Albert Riera (Manacor 15-4-1982) el 25 de febrero de 2001, cuando el actual seleccionador dirigía al Mallorca. Fue en los Campos de Sport de El Sardinero. Salió 19 minutos y fue su puesta de largo en nuestro fútbol. Recuerda el protagonista de esta historia que apenas tocó el balón, pero cuando le llegó, trató de desbordar. Fue una temporada histórica para los insulares. Quedaron terceros en el campeonato, entrando y superando la previa de la Champions. Se lo pasó en grande. Fueron momentos de ascensor. Se ejercitaba con los profesionales y alternaba sus partidos con el filial.

Su progresión fue excelente. Tanto que varios clubes nacionales pugnaron por llevárselo. Deportivo y Atlético le tantearon varias ocasiones, pero finalmente se marchó a Francia. Le esperaba el organizado Girondins de Burdeos. Se gustó. Disfrutó mucho la primera temporada allí. Además de cultivarse y perfeccionar el francés, Riera demostró a todos los galos que en Mallorca también se sabe jugar al fútbol. Excepto dos partidos del campeonato, el ahora blanquiazul lo jugó todo. Hizo dos goles. Además, ayudó a los suyos a meterse en los cuartos de final de la Copa UEFA, anotando cinco goles en las diez participaciones que tuvo. Era ídolo, pero todo se torció. Pasó de estrella a estrellado y se abonó al banquillo.

Fue entonces cuando comenzó a buscar soluciones. Y apareció Cristóbal Parralo, ex secretario técnico del Espanyol. Cuando su agente, Ángel Castells, le informó de la posibilidad de reforzar la banda zurda del equipo, comenzó a buscar dinero para poder financiar la operación. Hacían falta tres millones de euros, casi la mitad de lo que pagaron los franceses por él al Mallorca (5,8 millones).

Llegó a Barcelona y parecía que iba para titular. La competencia era Jofre Mateu, primer fichaje solicitado por Miguel Ángel Lotina para su segundo proyecto en Montjuïc. El técnico vasco se cruzó con Riera en un partido de pretemporada. Ante el Blackburn golpeó con su cabeza el pecho de un rival. No le perdonó nunca el técnico esa acción y estuvo más en la grada y en el banquillo que en el terreno de juego.

Eso le agotó la paciencia y aceptó irse cedido a Manchester, donde los técnicos del City lo venían siguiendo desde hacía mucho tiempo. Ganó en confianza, experiencia y voluntad. Tanto que una vez acabada la cesión, el futbolista regresó de nuevo a Barcelona, después de ver cómo sus compañeros ganaban la Copa del Rey al Real Zaragoza en Madrid (4-1).

¡Golazo! Ese es el grito de júbilo que utiliza cuando marca un gol importante. Lo estrenó en la final de Glasgow ante el Sevilla (2-2). Se quedó a las puertas de alzar el trofeo de la Copa UEFA y de ser nombrado mejor futbolista. Cuando superó en carrera a Dani Alves y soltó un latigazo con la diestra que entró en la portería de Andrés Palop, se giró con descaro a Raúl Tamudo y le gritó "¡Golazo!". Hizo lo mismo la semana pasada con la Selección y repitió el sábado en Montjuïc.

Está de moda y lo sabe. Pero tiene la cabeza bien amueblada. Parece que le llegó la hora de ir a un grande.