Tamudo acaba con el Madrid

Primera | Espanyol 2 - Real Madrid 1

Tamudo acaba con el Madrid

Tamudo acaba con el Madrid

Sentenció el partido con un golazo de vaselina. Riera abrió el marcador. Ramos recortó distancias en el 90'. Primera derrota blanca esta temporada

Era demasiado tiempo ya en el filo de la navaja, fiados a la deriva histórica que suele inclinar los partidos en favor del Madrid, los merezca mucho, poco o nada. Ayer el viento sopló con fuerza y sopló en contra. El Espanyol jugó un buen partido y Tamudo reclamó su condición de mejor delantero del otro mundo, del normal. Con eso se descosió el Madrid, que reclamó el milagro hasta el último instante, pero esta vez no acudió nadie.

Ahora es inevitable cobrarnos los malos presagios y decir que se veía venir, que lo dijimos. El Madrid tiene problemas con el dibujo, y aquella fórmula que creímos que dependía del entusiasmo colectivo se deshace cuando se extravían Guti y Sneijder. Sin ellos no hay nadie, y lo vimos contra Almería, Valladolid, Getafe... De aquellos apuros salió el Madrid bien librado, pero la suerte se agota. Pensar que el liderato lo justifica todo es un grave error de cálculo que confunde presente y futuro, y Schuster con Capello.

En resumen, podríamos señalar que quien a Tamudo mata, a Tamudo muere, siendo en este caso Tamudo la representación de la fortuna volátil. Lo cierto es que Tamudo da para filosofar mucho, pues en su historia caben todos los ingredientes de los personajes inmortales, de Cenicienta al Sastrecillo Valiente y de Tintín a Clark Kent.

Si nos limitamos al deporte, Tamudo recuerda a Óscar Freire, porque ni su cuerpo ni sus maneras se corresponden con el estilo de los asesinos profesionales y, sin embargo, lo es. Su gol de vaselina a Casillas fue una obra de arte que al autor no debió impresionarle lo más mínimo, pues ni mereció que levantara los brazos. Sólo se agarró el escudo y lo mostró a quien quisiera mirarlo. Para que descubramos otros mundos.

Dificultades. Ese magnífico gol desarboló por completo al Madrid, que sintió que alguien le había robado el guión. Aunque los problemas habían empezado mucho antes, muy pronto. Apenas había pasado un minuto de partido cuando el Madrid defendió un córner sin defenderlo en absoluto. Luis García sacó de esquina y Riera se descubrió en lo alto del cielo sin oposición alguna. Lo vio tan claro que cabeceó la pelota con gula y, aunque pudo abrirse una brecha, abrió el marcador.

El Madrid afrontó el partido con ánimo desordenado, sin consistencia y sin centro del campo. Se podría decir que Schuster alineó un magnífico equipo para jugar en un campo redondo. Porque sólo en un terreno circular se disimularía lo absurdo de ocupar los extremos con futbolistas que lo tienen casi todo, pero que carecen de profundidad y desborde por banda. Higuaín y Sneijder sufren en secreto esa condena que les obliga a jugar girados. Y el caso del holandés empieza a resultar preocupante: en un abrir y cerrar de ojos ha pasado de estrella fulgurante a muchacho desquiciado.

Proliferan los entrenadores que entienden la banda como una frontera que puede ser ocupada por cualquier vigilante. Y la situación es todavía más sangrante cuando en ese precipicio se coloca a buenos jugadores, como Higuaín o Sneijder, infinitamente más útiles en otras zonas del tablero. No es casualidad que fueran ellos los primeros jugadores del Madrid en ser sustituidos.

Algo parecido ocurre con Sergio Ramos. Es un lateral derecho formidable, como pocos, pero en el centro del campo sería igual de formidable y mucho más influyente. Su fortaleza necesita campo y su gol en el último minuto nos recuerda de lo que sería capaz empujando desde el centro y desde el primer minuto. A Ramos sólo le sobró la celebración ensayada y sonriente de ese gol al límite que sólo exigía sacar cuanto antes. Con agonía y sin alegría.

Lo mejor que se puede señalar del Espanyol es también lo peor: después del gol no se protegió. A pesar del marcador favorable, se lanzó al ataque con una generosidad casi suicida. Y eso favoreció los contragolpes del Madrid, que sólo en las arrancadas se expresa con soltura. La necesidad nos lleva a ejercitar músculos extraños.

Con el paso de los minutos el choque se igualó aunque, en contra de lo que suele suceder cuando juega el Madrid, siguió inclinado en favor de su rival. Riera y Tamudo se bastaban para acercar al Espanyol al gol y, en este propósito, Cannavaro los ayudaba sin descanso. Es terrible la inseguridad que transmite este defensa que algunos sabios todavía incluyen entre los mejores futbolistas del mundo. No es sólo que fallara en los despejes, es que en cada jugada a balón parado se abrazó a Tamudo con la pasión de las primeras citas.

Esfuerzos. Higuaín hizo lo posible por desatascar el juego, y desde la derecha abrió un par de balones que rajaron la espalda del Espanyol. En esas acciones Van Nistelrooy se empleó a conciencia y rondó el área. Pero faltaba el viento a favor.

Cómo sería el infortunio que el delantero holandés pidió penalti por un caída dentro del área y no obtuvo otra cosa que la tarjeta amarilla del árbitro. Van Nistelrooy, que no es un ejemplo de gracilidad, cayó algo amorfo al suelo, pero cuesta creer que fingiera, porque es un hombre serio y muy responsable. Parece más bien que tropezó con la bota de Valdo, que estiró la pierna sospechosamente.

Moisés y Lola controlaban al Madrid porque controlaban su centro del campo. Guti está en Ramadán de musas y Diarra confundió a varios jugadores del Espanyol con los centrales de Togo. Así, se pegó, sucesivamente, con Tamudo, Luis García y, al final, con Zabaleta, al que embistió como una locomotora descarrilada. Por suerte, el argentino salvó la extremidad derecha y pudo seguir jugando.

La primera parte terminó sin que el Madrid supiera si Kameni tenía uno de esos días peligrosos para su integridad y la del equipo. Por momentos lo pareció. Sólo Raúl le probó con un disparo inocente.

En la reanudación, el Madrid volvió a ser castigado sin tiempo de meterse la camiseta por dentro. Hablo del maravilloso gol de Tamudo, que aprovechó un gran pase entre líneas del inconstante Valdo. El delantero controló la pelota y no necesitó levantar la cabeza para recordar la posición de la portería y del portero. Desde la frontal, Tamudo picó el balón que otros hubieran reventado y lo coló en la portería. Casillas saltó inútilmente, como esos tenistas (todos) a los que Federer supera con un globo mortal.

Se aturdió el Madrid y se gustó el Espanyol, que incluso se permitió el lujo de taconear, lo que despertó los olés del graderío, a esas horas despeinado por el viento. Entonces comprobamos que el Espanyol no sólo tiene un buen equipo, sino que es valiente, porque otros se hubieran escondido en la cueva golpeando el reloj de arena.

Schuster dio entrada a Soldado, que debutó en Liga, pero el problema no era acumular delanteros, sino hacerles llegar el balón. A pesar del desconcierto general, al Madrid todavía le quedan brotes de orgullo y por eso Sergio Ramos marcó cuando se cumplía el minuto 90.

Sólo sirvió para maquillar el resultado, para entrar en un partido que siempre estuvo lejos. El Espanyol fue mejor y mereció ganar el partido. El Madrid se sintió huérfano de suerte, abandonado. Ahora deberá aprender a jugar con uno menos, y tal vez eso le mejore el dibujo.

El detalle: Soldado jugó sus primeros minutos

Roberto Soldado jugó anoche sus primeros minutos oficiales de la temporada con el Madrid. Esta vez, Schuster no optó por Saviola sino por el canterano, que entró en el minuto 72 sustituyendo a Higuaín. Dudek, Codina y Balboa son los únicos que aún no se han estrenado en lo que va de campaña.