Feroz ataque de suerte

Primera | Getafe 0 - Real Madrid 1

Feroz ataque de suerte

Feroz ataque de suerte

Victoria sonrojante del Madrid ante un Getafe que lo hizo todo. Fracasaron las rotaciones de Schuster. Un gol de Sergio Ramos sentenció el partido

Cuando ocurren cosas así hay una quiebra de la justicia natural, de las recompensas y los castigos. Después de partidos como este, tan contrarios al orden lógico, se nos derrumban los principios y los finales, y pensamos seriamente en abandonarnos a la vida licenciosa y cupletera, seguros de que nada influye y nada importa, ni el pundonor ni el respeto a las reglas que creímos. Ganas o pierdes porque debe ocurrir alguna de las dos cosas, y mejor será que te pille bailando. O tal vez lo que más nos irrita es nuestra imposibilidad de explicar lo inexplicable y de extraer moralejas. Los feroces ataques de suerte son, en el fondo, feroces ataques contra nuestra concepción del bien y del mal. No es mérito, es azar.

Ese debe ser nuestro error: pensar que el fútbol es una historia con sentido y enseñanza. Si algo nos demostró la pasada temporada es la inutilidad del argumento bien trazado. Juegas mal y pierdes: falso. Reaccionas tarde y llegas: cierto. El modo en que el Madrid ganó el pasado campeonato debió espabilarnos, pero no lo hizo. Al contrario. El fichaje de Schuster se entendió precisamente como un regreso a la tradición, al bien genérico: un primoroso ex futbolista, un tipo amable y hasta rubio. Pensamos que el Madrid sería capaz de pelear por el título siguiendo el camino recto.

Por eso es horrible lo que sucedió ayer. Y debe parecerlo aunque seas madridista de corazón o de simpatía, blanco nuclear o blanco roto. El Madrid no puede ganar de esta forma. No pretendo que devuelva los puntos, pues la Federación se los podría sumar al Barcelona por alguna carambola de Villar, pero sí convendría un leve fustigamiento y un justo desagravio con la gente de Getafe, ahora mismo confusa.

La cruda realidad es que el Getafe jugó un partido excelente, plagado de buenas ocasiones, y el Madrid apenas hizo nada, pero ganó. Es posible recurrir a los tópicos y señalar que las oportunidades hay que meterlas, o decir que quien perdona lo paga, o que la victoria es para los listos y que los camarones que se duermen se los lleva la corriente.

Pero créanme, sucedieron fenómenos paranormales. Y no hablo de los postes, esos árboles. Uche superó a Casillas con un remate en vaselina y el balón cambió el vuelo a dos metros de entrar en la portería. Es sólo un ejemplo.

No obstante, también hubo intervenciones humanas. Schuster participó del desconcierto del Madrid al llevar al extremo la teoría de las rotaciones. Y no sólo eso: también desarrolló una nueva teoría de las traslaciones. Así, no satisfecho con cambiar a Gago por Diarra, Drenthe jugó por Guti. El experimento, naturalmente, fracasó.

Más allá de la influencia del entrenador también se registraron fracasos personales. Sneijder decepcionó profundamente al ser ubicado en la que creímos su posición natural: la mediapunta, los campos con flores, el mundo por inventar.

En los flancos, Robinho y Robben se estrellaron con similar estropicio. En este caso, el naufragio no sólo los afecta a ellos, sino a todos los que defienden la convicción (casi romántica) de que el fútbol necesita de especialistas por banda, de regateadores. Robinho estuvo perdido en niñerías y Robben acusó una baja forma clamorosa.

Asedio. Frente a ese panorama, el Getafe se lanzó con el entusiasmo que acostumbra cuando observa el merengue en el escaparate. Al margen de la fortuna y de la victoria, se puede afirmar que el Madrid sufre un extraño tipo de jet-lag cuando traspasa la M-30. Como si no estuviera acostumbrado a ver más ciudad que la alfombrada.

Sólo en los primeros minutos se mantuvo un equilibrio inestable, siempre inclinado a romperse en favor del Getafe. Cannavaro fue el mejor aliado de los locales cuando, después de tropezar con un delantero, dejó el balón a merced de Uche. Casillas salvó el remate a quemarropa. Se confirma que Cannavaro es, como las rubias platino, una permanente y exuberante amenaza de ruina.

Con Gago superado y Drenthe en situación de desalojo, el Getafe se apoderó del partido y del balón. Habían pasado diez minutos. Una volea de Belenguer propició la primera estirada de Casillas. El árbitro, por si acaso, pitó peligro. Luego fue Torres quien salvó en boca de gol y después Manu quien chutó al palo.

Raúl era la única prueba de vida en el Madrid. Un cabezazo del capitán puso a prueba los reflejos del joven Ustari. Y los tiene buenos, porque el remate fue como si le arrojaran un gato a la cara. Minutos después Raúl probó una vaselina improbable, de esas que se dirigen más con el radar que con los ojos. Casi fue gol.

A esas alturas, Uche ya sumaba cuatro oportunidades claras. Y al maleficio se sumó Nacho, ayer negado con el gol. Para el Madrid el descanso sonó como la campana que alivia al boxeador contra las cuerdas.

Schuster no se decidió a dar entrada a Guti (por Drenthe) hasta el minuto 57. En ese breve intervalo después de la reanudación, Nacho emuló a Cardeñosa y su remate sin portero golpeó en una pierna de Ramos.

Guti ordenó algo las cosas y nos hizo pensar en el desprecio del club hacia un puesto primordial, el timonel. En los últimos años se ha fichado de todo menos eso: destructores, centrales, y mediapuntas de todas las razas y religiones. Pero ni un creador.

Sin embargo, no fue Guti quien dibujó el pase decisivo. Fue Raúl, que juega mejor al fútbol de lo que deja traslucir su entrega. Su centro rajó la espalda de Licht. Robben, al límite del fuera de juego, se acercó al precipicio y asistió. Lo asombroso es que por allí apareciera Ramos, que se estampó con el palo en pelea con Belenguer. Le dolió más al palo.

El Getafe siguió asediando sin darse por aludido. Casillas lo paraba todo, pero la situación era sonrojante. Baptista contestó con un tiro al poste, pero el Madrid no tardó en tener de nuevo la cabeza sumergida. En el último minuto se resumió el infortunio local: Cata Díaz remató al larguero y el rebote pegó en Kepa, que casi estuvo a punto de marcar, pero no marcó.

No debería quedar con secuelas el Getafe, ni lo debería sentir el Madrid como otra cosa que un feroz ataque de suerte. Simplemente hay días así, que sonríen.