El traslado a La Peineta preocupa en Arganzuela

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El traslado a La Peineta preocupa en Arganzuela

El traslado a La Peineta preocupa en Arganzuela

Arganzuela y San Blas. La mudanza del Atlético afecta a los dos barrios. En el Calderón, los vecinos respiran aliviados y los hosteleros se preocupan. Algunos podrían incluso cerrar. En La Peineta pasa lo contrario: los bares se alegran y los vecinos no quieren perder la tranquilidad.

E n tres años el Atlético se irá de Arganzuela y sus vecinos respiran aliviados, mientras, sus hosteleros miran preocupados el calendario. "Muchos tendremos que cerrar. O eso o que nos bajen los alquileres", augura Ángel, dueño del bar Resines, a apenas veinte metros del estadio. "Haz cuentas", pide Paco, en la Cafetería Pirámides, "de los 55.000 espectadores pasan por aquí 30.000, a cuatro o cinco euros cada uno...". Pues eso, que los días de partido se hace la caja de un mes.

"El negocio irá a menos. No tiene nada que ver el gasto de la gente que pasa a diario que el de un domingo de fútbol", matiza Rafael, en El Parador. "Deberían darnos preferencia para alquilar locales allí", pide. O eso o que dejen el estadio para conciertos. En el Chiscón de la Ribera, Marcos, su dueño, asiente. El suyo es un templo rojiblanco. En sus paredes, fotos de los que pasaron por allí: Torres, Antonio Carmona, Simao... Él asume que el beneficio del Calderón no sólo queda con las cervezas, las copas y los bocadillos de antes, sino que, si el Atlético gana, ellos siguen sirviendo. Un vecino que pasa, sin embargo, mira el estadio. "Da pena, pero qué tranquilos nos vamos a quedar sin él", y lo dice sin pena.

En San Blas pasa lo mismo. Mientras los vecinos se preocupan, los hosteleros se frotan las manos. "Vendrá muy bien al barrio", recalca uno. "Quita, quita. Esto será una ratonera", replica otro. Así transcurren las tertulias en los bares cercanos a La Peineta desde que se supo que el Atlético se mudaba. Hay reticencias: lo desconocido asusta.

Falta de medios. "No hay infraestructuras: habrá atascos y el estadio quedará encajonado", dice un vecino, entre cañas y cafés, en el Restaurante Los Segovianos. Un atlético se cuela: "Yo, encantado. Soy rojiblanco de toda la vida, llevo más de 20 años viviendo aquí". A los que tienen el corazón en rojo y blanco les gusta lo de la cercanía. Al otro lado de la barra están de acuerdo: ellos serán los grandes beneficiados. "Será muy bueno. Aquí siempre damos los partidos de fútbol, así que imagina con el campo al lado...". La cercanía del estadio atraerá a sus locales a más de 75.000 personas los domingos de fútbol. Hoy en sus inmediaciones apenas hay nada: es un páramo. Y, además, madridista. Pero todo parece que cambiará a partir del 2010.