Será difícil que la familia sevillista disfrute de esta final como hizo en las últimas cinco. El fallecimiento de Puerta (¡qué duro suena eso!) ha oscurecido todo. El dolor ha escondido la felicidad que arrastraban en Nervión hasta convertir esta hermosa gala futbolística en una mezcla de sensaciones extrañas. Incluso, Ancelotti, en una lección magistral, admitía que la fiesta no será posible. Con sólo verle las caras a los sevillistas basta para saber que la cita será un duro compromiso inapropiado. El equipo deberá tirar de la profesionalidad para enchufarse al encuentro. Todo ha perdido sentido, pero la vida sigue y toca mirar hacia delante. Como consuelo, el grupo interpretará esta final como la posibilidad de homenajear a su compañero.

En medio del duelo, Alves regresó. Pese a su rebeldía, el equipo no puede permitirse el lujo de prescindir de él. Hoy podría jugar, con la intención de borrar de un plumazo sus desplantes. Aunque la alineación del Sevilla es pura incógnita. Juande deberá valorar la condición anímica de cada uno, el estado físico y dosificar los esfuerzos para la cita ante el AEK. Demasiados condicionantes. Renato podría actuar de mediapunta, algo que tan buen resultado dio hace doce meses en aquel maravilloso encuentro ante el Barcelona.

Los hechos desgraciados no nos han permitido recrearnos en la entidad y el glamour del rival. Del Nido cuenta que hace unos años escribió en una servilleta su sueño: jugar la Supercopa de Europa con el Milán. Se ha cumplido, aunque en situaciones dolorosas. El conjunto italiano estuvo en el adiós a Puerta y se puso a disposición del Sevilla. Gesto de equipo grande. Ancelotti reservará a Ronaldo, pero saldrá con el resto de armamento para sumar otra muesca: Pirlo, Inzagui, Gattuso, Seedorf, kaká Para echarse a temblar, aunque este Sevilla es capaz de todo. Y más ahora. Hoy tendrá una ventaja: jugará con doce. Un bonito día para homenajear a Puerta.