Fernando Torres desayunó con Carragher y Gerrard, se vistió para entrenarse a pocos pasos del famoso Boot Room (la sala de las botas), pisó el cuidado césped de Melwood y se sintió futbolista del Liverpool a todos los efectos. Dolerá en Madrid verle con otros colores, pero la sensación de los que le vieron ayer es que encaja en el club, en la camiseta y en su nuevo proyecto profesional.

Torres llegó muy de mañana a Melwood, como suelen hacer los nuevos. Y a medida que desayunaba empezaron a aparecer el resto de grandes nombres del club, sudando ya desde la semana pasada. Saludó a los capitanes (Gerrard, el del brazalete, y Carragher, el de facto) y se retiró al gimnasio, donde pasó la mañana.

Por la tarde, después de comer cerca de su residencia provisional, al lado de Albert Dock, regresó a Melwood para unirse al grupo, realizar carreras y tocar algo de balón. Entrenó con toda normalidad, aunque Rafa Benítez sabe que debe ir con cuidado con el tobillo del futbolista. Torres no jugará el primer amistoso del equipo (Wrexham, el sábado) pero podría participar en el que jugarán contra el Werder Bremen en Suiza, el martes.

Ya conocía Melwood porque el día de la presentación del futbolista en Anfield, se pasó por el campo de entrenamiento, donde Benítez le enseñó las instalaciones (gimnasio, piscina, cantina y las diversas oficinas, incluida la suya, desde donde se divisan perfectamente todos los campos). Así que Torres no necesitó de guía en su primera sesión de trabajo, aunque estuvo al lado de Reina y Xabi Alonso. Se bromeó mucho en castellano, pero tanto Fernando como los suyos saben que el esfuerzo para adaptarse a su nuevo equipo tendrá que mejorar su inglés.