Asalto al tren de Glasgow para Espanyol y Sevilla

Copa de la UEFA | Espanyol - Sevilla

Asalto al tren de Glasgow para Espanyol y Sevilla

Asalto al tren de Glasgow para Espanyol y Sevilla

Pandiani, suplente. Alves, clave sevillista. Hierve Hampden Park

Es admirable, porque son españoles. Pero lo es también porque representan la vida más allá de los gigantes, sentimientos que no se han cosido con triunfos, sino con cicatrices. Sí, a diferencia de lo que sucede con madridistas o culés, esta identidad no se hereda como el dinero, sino como las orejas de tu bisabuelo, las que luces orgulloso o el remedio que te queda. Son genes, fidelidades poco recompensadas. Por eso es raro un japonés perico o un chino palangana, porque ellos se afilian al éxito eterno. Aquí caben mal aficionados ocasionales, aunque es lástima. Porque hoy da cierta envidia no ser sevillista de cuna o espanyolista de sangre, no haber esperado tanto.

Para ordenar las previsiones, empezaremos por las meteorológicas. Podría llover, pero es que hay campos que tienen la boca de riego instalada en el cielo. Así es Hampden Park, el estadio más grande el mundo hasta 1950, cuando en la otra punta del globo se levantó Maracaná, una intuición.

Planeado en 1903 y lejos de su imponente aforo de 150.000 espectadores (ahora 52.000), Hampden Park es un estadio mítico donde no juegan como locales ni Celtic ni Rangers, ya que ese honor se reserva a un glorioso equipo de Tercera División, el Queen’s Park FC, el más antiguo de los clubes escoceses (1865), un dinosaurio romántico que hasta los años 90 seguía sin aceptar futbolistas que hubieran sido profesionales. Por cierto, allí jugó un tal Alex Ferguson.

Definido el escenario, toca analizar a los contendientes. Primero el Espanyol, que saltará como local y mantendrá sus colores, inspirados en el escudo blanquiazul de Roger de Llúria, marino siciliano que defendió Cataluña de los franceses. Un espíritu similar deben recuperar esta tarde sus herederos, pues resulta evidente que el Espanyol no es favorito. No sólo se mide al campeón vigente, también se enfrenta a las virtudes que su enemigo ha acumulado en un año. Desde la experiencia hasta la memoria, la confianza también.

La opción. Extrañamente, como nos enseña la historia, todos esos inconvenientes se equilibran con el argumento más poderoso que puede esgrimir un aspirante en inferioridad: el cañón de la sorpresa. Y algo más, en este caso. Las deudas del pasado. Hace 19 años el Espanyol perdió la final de este torneo del modo más cruel posible: en los penaltis. Valverde, su entrenador, estuvo allí, con el mismo escudo. Y el fútbol paga. Tarde, si no eres del Milán, pero paga.

Sobre el equipo que saltará al césped, todo indica que del once titular del Bernabéu sólo repetirán Torrejón y Rufete. Pandiani, trigoleador ante el Madrid, aguardará turno en el banquillo. Se entiende. Su momento de forma choca con la figura imperial de Tamudo, el Don Pelayo del espanyolismo. Además, las debilidades del Espanyol no se localizan arriba, sino de mediocampo hacia atrás, en la defensa como actitud, en el escudo del gran Iraizoz, el portero que ha sostenido el sueño de la UEFA.

De la conexión entre De la Peña y su línea de ataque saldrá una de las claves del partido. También de la capacidad de Riera para tener preocupado a Alves. Rezar también ayuda.

Ya lo ven, el nombre de Alves se nos adelanta al análisis del Sevilla, seguramente porque es un futbolista incontrolable, en carne y en papel. Si bien es cierto que su equipo tiene recursos casi infi nitos, su infl uencia suele ser el camino más corto para desequilibrar los combates. Nadie espera que un lateral le destroce, como nadie teme ser atropellado por el carrito de un niño. De un niño con perilla.

Escudé, sancionado, es la única ausencia en el equipo de Juande, que por primera vez planteará una final como favorito indiscutible. Hay quien asegura que esa perspectiva puede provocar vértigo. Y hay quien afirma que ese es el único examen que le queda por aprobar al Sevilla: responder a esa nueva condición. Pasar de fugitivo a policía.

El torneo no es menor. La Copa de la UEFA es el último pasillo hacia la planta noble del fútbol y por allí cruzan los que serán grandes y los que quieren volver a serlo. Por eso es fácil imaginar que el Sevilla no volverá a disputarla en algún tiempo (estará en Champions) y por eso se comprende bien el ansia del Espanyol.

Entorno. La final se juega en Glasgow, 66 metros por encima del mar. La ciudad es especial, porque responde con indiferencia al deseo irrefrenable de algunos hombres de vestir falda. También es cuna de Mark Knopfler y famosa para siempre por un tren que en 1964 no llegó a su destino con la carga completa: se perdieron 33 millones de libras.

Glasgow, que está hermanada con Barcelona, acoge buenas historias, lo sabe el Madrid. Hoy se escribe otra. El Espanyol vestirá como siempre y el Sevilla estrena uniforme rojo, con dorsales que recuerdan a los de Inglaterra en el 66. Todo vale. Todo cuenta.