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Liga de Campeones | Steaua Bucarest 1 - Real Madrid 4

Agarrados a Robinho

El brasileño fue un ciclón y guió al equipo. Gran actuación de los blancos. Fabuloso gol de Van Nistelrooy. Europa volvió a rescatar al Madrid.

Actualizado a
<b>FUERON UNA PIÑA.</b> Compromiso, unión, entrega... y calidad. Eso exhibió el Madrid en Bucarest, donde completó uno de sus mejores partidos de la temporada. Robinho, Guti y Roberto Carlos fueron los líderes espirituales.
Reportaje gráfico: jesús aguilera, carlos martínez, reuters, ap y afp

Puede tener otros amantes, pero Europa es fiel al Real Madrid, como lo era Ingrid Bergman a Humphrey Bogart aunque tomara ese avión junto a Víctor Laszlo para salvar la democracia y, de paso, proteger una pasión que no hubiera sobrevivido a la mugre del bar de Rick. Europa sale al rescate cuando peor pintan las cosas, siempre fue así y creo que siempre lo será, por agradecimiento o por amor verdadero, o tal vez porque hay un círculo que completa las buenas historias, quiero pensar.

Pero si Europa no falla, tampoco lo hace el buen fútbol. El corazón y el entusiasmo son virtudes necesarias, pero comunes a otros muchos equipos, como el Steaua. El talento es la única diferencia. Y fue el talento, combinado con el efecto revitalizante de la Champions y el honor herido, el responsable de que el Madrid recuperara anoche el prestigio y el aliento.

Digo talento, pero quiero decir Robinho. Capello ha tardado 53 días en entender que este futbolista es el único salvavidas al que puede agarrarse el equipo, porque en este chico está la frescura que falta y la velocidad que escasea. También la ilusión y la sonrisa, y, sobre todo, la esperanza.

Después de ocho partidos, Robinho fue titular por primera vez y su entrada no sólo coincidió con la resurrección del Madrid, sino que estoy por afirmar que inspiró al resto de sus compañeros, porque hay futbolistas (generales o cantantes) que guían, y no es requisito imprescindible que tengan 30 años y bigote. Se le veía venir, por eso irritaba tanto que el entrenador retrasara su crecimiento en la nevera del banquillo. Por fin llegó el momento, y es probable que, al igual que Cádiz marcó un hito (perverso), haya un antes y un después de este partido en Bucarest. Robinho ha decidido ser estrella.

Compromiso.

Lo cierto es que todo el Madrid afrontó el partido con la pasión de los encuentros decisivos. Eso le permitió sobrevivir a una violenta arrancada del Steaua, que salió al campo practicando una presión casi desquiciada, pues concentraba en los cinco primeros minutos todo el ardor posible. Poco a poco, al tiempo que su rival se recuperaba de la taquicardia, el Madrid se fue apoderando por completo del choque. Y lo hizo tocando, con agilidad, antes de que le mordieran los tobillos, moviendo, burlando, con empaque de gran equipo.

A diferencia de lo que sucedió en Getafe, la presencia de Robinho aseguraba profundidad por la izquierda y profundidad en general. Tácticamente, Guti volvía a estar desplazado, esta vez a la derecha, pero sólo pisó la banda para fichar y buscó el balón en los medios. Hay un tipo de desobediencia civil que está justificada por la obstinación del jefe. Contagiados por el ánimo general, Diarra y Emerson cumplieron sin pega.

También hubo novedades en la defensa. Sergio Ramos jugó como lateral (y brilló) y Helguera, desahuciado hace apenas una semana, repitió como pareja de Cannavaro. Su rendimiento, impecable. Cela repetía que esa era la fórmula del éxito en este nuestro país: "Resiste y vencerás". Capello debe suscribirlo.

No habían pasado más que ocho minutos cuando Guti botó un córner y Sergio Ramos lo cabeceó con tanta rabia que el balón embarazó la red. Hay pocos futbolistas con ese instinto para el remate de cabeza.

A los rumanos el gol debió caerles como un directo al mentón, pero no se dieron por vencidos y continuaron peleando, demostrando que son un buen equipo modesto, correcto y animado. Casillas lo comprobó cuando tuvo que ponerse la capa y volar para repeler un disparo de Dica.

En la primera parte, el Madrid no permitió muchas más alegrías. Las constantes incursiones por la izquierda compensaban el hecho de que Capello dejara crecer la hierba en el flanco derecho. Roberto Carlos estaba especialmente activo y desdobló varias veces a Robinho, que le regaló un estuche de balones pisados de espaldas, made in Brasil. Hacía tanto tiempo que no veíamos algo así (Zidane) que lo respiramos muy profundo.

Raúl consiguió el segundo tanto al rebañar un rechace del portero después de un tiro de Van Nistelrooy contra el muñeco. La jugada la inició, cosas veredes, Emerson, y hasta estuvo a punto de marcar él. Otra notable resurrección, sin duda.

En la segunda mitad, Robinho se grabó un gol para los resúmenes de la jornada y anotó después de un recorte hacia dentro y un zapatazo hacia fuera. El balón rozó la chepa de un defensa, pero ni eso le resta mérito a la jugada ni exculpa a un portero de natural vaporoso y cantarín.

En esas condiciones, es un mérito que el Steaua siguiera porfiando, y bien que lo hizo. Disfrutó de un par de ocasiones de gol antes de que Badea consiguiera el tanto que salva el honor de los condenados. Hay mucha dignidad en los que caen así, contestando a los cañonazos con el tirachinas.

Con ese desigual intercambio de golpes transcurría el partido, sólo distraído por la retirada del campo de Guti, que salió dando un portazo. Entonces, Van Nistelrooy se incluyó en la fiesta. Fue en una pugna con un defensa, sin ventaja clara y con el portero a media salida para tapar el hueco. Lo fácil hubiera sido chutar a lo que saliera o enredarse, o dormirse con tanta cavilación. El holandés, sin embargo, se sacó de la chistera un toque sutil, un balón que se elevó súbito y aterrizó en paracaídas. Una delicatessen.

Pero el Madrid ayer hizo más que cultivar madridistas en Rumanía. Se reinventó. Por las circunstancias o por las agonías. Poco importa. Ahora puede pasar el Barcelona. Saldrá Robinho.