El Madrid se desmelena

Liga de Campeones | Real Madrid 5 - Dinamo de Kiev 1

El Madrid se desmelena

El Madrid se desmelena

Reportaje gráfico: jesús aguilera, macario muñoz, felipe sevillano, pepe andrés y dani sánchez

Brillante goleada al Dinamo Van Nistelrooy y Raúl, dos tantos cada uno. Reyes también marcó. Gran ovación cuando Ronaldo saltó al terreno de juego.

Muchos recuerdan ahora que el Dinamo perdió en su estadio 1-4 contra el Steaua, derrotado ayer por el Lyon (0-3). Lo hacen, claro, para señalar que se trata de un equipo tierno como el membrillo. Sin embargo, el Dinamo al que se enfrentó el Madrid no era tan flojo como se podía suponer por ese antecedente y como se podrá afirmar ahora, a toro acribillado. Otra cosa es que en el transcurso del partido, y ya por detrás en el marcador, se autodestruyeran hasta no dejar rastro.

Pretendo hacer notar que el Madrid no goleó a una banda, vamos, que ellos no se dejaron. Primero fue necesario domar el choque y luego convertir el dominio en goles. Y eso llevó un tiempo, exactamente 20 minutos. Porque, aunque nadie se acuerde, los ucranios salieron a jugar al fútbol y, lo que es más importante, a buscar la portería contraria, y no son obviedades estas que estén en la cabeza de todos los que visitan el Bernabéu.

De hecho, en los primeros minutos respondieron con ocasiones más o menos claras a cada acercamiento del Madrid. A falta de comprobar la calidad de sus defensas (escasa), el Dinamo se manejaba como un equipo rápido y animoso. Eso, sumado al entusiasmo local, hizo del partido, especialmente en la primera mitad, un viaje de ida y vuelta, un espectáculo muy entretenido, grata novedad.

De inicio sorprendió que Capello optara por Mejía como lateral derecho. El chico se entregó a la causa, pero más de una vez quedó claro que era un bombero disfrazado de fontanero. No se entiende bien que si los laterales se lesionan no corra el turno y tenga su oportunidad el lateral diestro del filial. Si no es ahora, ¿cuándo?

Tácticamente, Capello nos regaló otra novedad. Reyes jugó por la izquierda, lo que no le impidió explorar otros territorios. Como gran zurdo que es, desde su banda natural resulta mucho más vertical e incisivo. La reubicación sólo plantea un problema: nadie por la derecha. Robinho, en el banquillo.

En la primera parte, el Madrid hizo su mejor fútbol desde que comenzó la temporada y confirmó las buenas sensaciones que dejó en el Ruiz de Lopera durante bastantes minutos. Diarra y Guti son una magnífica pareja en el centro del campo. El africano cada día hace más cosas (no es una tostadora, es una Termomix) y Guti cada día hace mejor sus cosas. Son tan diferentes, que encajan perfectamente. Con ellos, hay centro del campo, varios años después. De Emerson sigue sin haber más noticias que el amor que siente por él Capello.

Empieza a cuadrar.

Desde esa combinación de solidez e imaginación en la medular, el Madrid actual se construye con la velocidad de Reyes y el instinto goleador de Van Nistelrooy, al que ayer se unió Raúl. Y el conjunto funciona. Y tiene empaque. Y da esperanzas.

Además, Roberto Carlos, que parece más entonado, abre otra vía hacia la portería contraria. Justo por allí llegó el primero gol: chut durísimo del brasileño y el holandés que aprovecha el rechace para embocar con el putt, a placer. Como no podía ser de otra forma (otra cosa es que nos guste), Ruud, que acaba de ser padre de una mocita madrileña, lo celebró acunando el aire.

El segundo tanto nació de un pase de Reyes desde la derecha que cabeceó Raúl cuando daba la impresión de que nadie llegaría a alcanzar el envío, bombeado pero potente. Fue un gran gol, de rabia, de esos que sacuden la melena del rematador y duchan al portero. Muy de Raúl, por cierto.

El tercero fue un zapatazo de Reyes con la zurda (claro), tras pase de Diarra, que a esas alturas de la partida ya había pisado todas las casillas del tablero. Otro magnífico tanto, premio para un futbolista que todavía es la mitad de lo bueno que puede llegar a ser, aproximadamente como le sucede Robinho.

En esos momentos, el único madridista que no debía estar satisfecho debía ser Capello, porque, finalizada la primera parte, los ucranios contabilizaban al menos media docena de oportunidades de gol, algunas de taparse los ojos y rezar algo. El dato contradecía la pretendida inexpugnabilidad del equipo, uno de los grandes orgullos del entrenador. Cannavaro, por cierto, volvía a estar tembloroso. Es extraño: cuando falla parece más pequeño, como si fuera el sobrino de Sergio Ramos.

Recién iniciada la segunda mitad, el Dinamo marcó después de una sucesión de errores propios y ajenos. El gol no afectó en absoluto al Madrid, que al igual que sucediera contra el Betis, se deshizo un poco tras el descanso, más obsesionado con el contragolpe definitivo que con consolidar su imperio. La continuidad es otro de los asuntos a trabajar.

Sigue el ataque.

Pese a todo, el torrente no se detenía. No habían pasado ni cinco minutos cuando Raúl aprovechó la absoluta inocencia de Gavrancic, un central que en lugar de entregar anónimos, como corresponde, reparte sugus. Su pase al portero se quedó a medio camino y el capitán dribló al guardameta con categoría y tranquilidad. El cuarto. En ese instante, los que hemos criticado al mito (entre otras cosas por no marcar en Liga desde octubre), sentimos como si el peso del fondo norte cayera sobre nuestras oblongas espaldas: ¡Raúl, Raúl, Raúl! Hundidos en el subsuelo, el grito nos castigaba los tímpanos, como si en lugar de sugerir una temporada en el banquillo para el insigne capitán, hubiéramos solicitado cadena perpetua en Alcatraz.

En el quinto gol, Guti puso la idea, la realización y las cámaras; Van Nistelrooy, la sala de cine. El pase fue tan hermoso y la figura tan torera, que vale para dibujar el cartel de un partido. El guardameta arrasó a Papá Piernas Largas y fue justamente expulsado. El holandés marcó y ya no supo si mecer la cuna o encargar un hermanito, gesto que hubiera sido algo irreverente, convendrán.

Entonces, pleno el jolgorio y la burla a los descreídos, fue una suerte que la atención se trasladara, súbita, hasta Ronaldo. Capello, que acabará contagiado por el espíritu festivo del equipo, daba entrada al brasileño, quince días antes del plazo previsto. Si la ovación al sustituido Van Nistelrooy resultó emotiva, la que recibió Ronaldo fue absolutamente conmovedora. Es algo inexplicable el amor, la irritación del contacto y la desolación que provoca la ausencia.

A Ronie no le dio tiempo a hacer mucho, si acaso un tiro desde fuera del área que se fue algo desviado. Sin embargo, su entrada al campo supuso el final de fiesta perfecto, el brindis con champán aunque no te guste el champán. Me da la impresión de que los enamorados ya no se separarán nunca.

Fue un estupendo partido del Madrid que sirve para mucho más que reengancharle a la Champions. Sirve para creer. Hay cuentas pendientes como la constancia, el papel de Emerson y la banda derecha. Y también hay una pieza que no encaja y es valiosísima: Robinho. Pero son problemas de abundancia. Hay boceto de equipo bueno, duro y con pegada. Razones para soñar.