El Sevilla desmitifica al Barça

Supercopa de Europa | Barcelona 0 - Sevilla 3

El Sevilla desmitifica al Barça

El Sevilla desmitifica al Barça

El Barça fue a estrellarse a la segunda, tras el éxtasis de la Supercopa española. Un espléndido Sevilla, que no es el Espanyol, lo vapuleó en la primera parte, donde obtuvo el margen de dos goles para sentirse campeón al descanso. Primer fracaso azulgrana, que ya no sueña con el pleno histórico que parecía tener ganado antes de jugar

El Sevilla salió a por la final. Así. Sin ambages. Tuvo un par de llegadas gracias a su fútbol ágil, de pleno convencimiento en sus posibilidades y sin nada de miedo al coco Barça. Es por eso que no extrañó el 0-1 (7'), en un pase al hueco hacia Luis Fabiano, el rechace de Víctor Valdés y la definición de Renato. La locura en media Sevilla comenzaba.

Los azulgrana, que sí mandaron por su habitual querencia a la pelota, estaban espesos. Pero la receta del puré era sevillista. Una presión exagerada (este Poulsen es un genio), un orden primoroso, dos centrales imperiales y la idea muy clara. ¿Espacios por la defensa adelantada del rival? Pues balones en largo y a correr Kanouté y Luis Fabiano. Pasaban los minutos y sin novedades en ataque del Barça, empeñado en entrar por el centro como si el oponente no fuera el campeón de la Copa de la UEFA. Tanto fue así que sólo una jugada colectiva (31') convenció a Palop de quién estaba al otro lado.

El último cuarto de hora fue mejor para los culés, que desplegaron su triángulo mágico, el rondo/carrusel con el que desarbolan a todos los cedros del bosque. Aguantó el Sevilla (penalti de Javi Navarro por mano que no pitó el italiano Farina), disparo lejano de Etoo (40') y, sobre la campana, el estoque en forma de castigo: cante de Víctor Valdés (no es definitivamente portero de equipo de tan altos vuelos) y cabezazo de espaldas a meta vacía de Kanouté. 0-2 y media Sevilla llorando. La bética, claro.

Herida incurable

En la segunda parte, la herida ya era tan grande que sólo un milagro (y éstos se hacen en París o Milán, no en Mónaco, donde reina el azar) le podía dar un vuelco a la cuestión. No llegó. Juande Ramos, por si acaso, quitó a Luis Fabiano y aseguró con Martí. Rijkaard tardó un poco en sacar sus

misiles: Gudjohnsen e Iniesta, por Motta y Xavi. Y no pasó gran cosa. Que el islandés es peor que Larsson. Que no era la noche de Ronaldinho (como en la final del Stade de France). Ni de Etoo. Ni de Deco. Ni de Messi. Y sí la de los esforzados sevillistas, con una plantilla larga como para hacerse otra vez con un nombre.

Ocasiones dramáticas, como un par de Messi para meter al equipo de lleno en el último cuarto de hora, opciones del Sevilla para un tercer gol apocalíptico (el de penalti de Maresca) y final glorioso para Del Nido. Sus polluelos le han dado dos títulos. Laporta, en su reestreno presidencial, llora un trofeo perdido. El varapalo es tal que el melón de la Liga y la Champions se abre de cuajo. La receta: ver el DVD de esta final, un manual de cómo ganarle al mejor equipo del mundo. Decían. Decíamos.