Zizou sigue gobernando

Mundial 2006 | Portugal 0 - Francia 1

Zizou sigue gobernando

Zizou sigue gobernando

pepe andrés

La final será un adiós acorde con su trayectoria

Zidane tendrá una despedida acorde con su trayectoria. Hubiera sido demasiado injusto que su marcha fuera igual de gris que su adiós con el Madrid. Se irá Zidane en la final de un Mundial, con todo el planeta fútbol admirándole. Un marco incomparable para un futbolista que ha hecho de la técnica su modus vivendi en un fútbol demasiado físico, anacrónico para él y su juego.

Realmente le bastaron cuarenta y cinco minutos y el giro de tobillo de Henry que reventó la cintura y provocó el penalti de Carvalho para colocar a Francia en la final y ganarse el adiós al balón que se merece.

En esos cuarenta y cinco minutos Zidane tuvo una vez más esa presencia que hace parecer que el fútbol le pertenece. Ese marcar los tiempos frenándose y acelerando, jugando con el balón entre sus botas, pasándosela de pierna a pierna y amagando con la cintura. Sí, Zidane tiene cintura. Siempre la tuvo, y esa estampa saliendo del regate con la cabeza erguida para decidir qué hacer le ha inmortalizado. Todos esos gestos técnicos hacen comprender al contrario que el partido es suyo, que lo controla, que se juega a lo que él quiere. Genera en los rivales una especie de sometimiento, de hipnosis, que no saben si atizarle o respetarle por lo bien que juega al fútbol. Por lo fácil que lo hace partiendo del control. Esa es la acción que le encumbra porque le da las décimas de segundo necesarias para pensar y ejecutar.

Ese doblar la rodilla de admiración ante su figura le pasó a los españoles, a los brasileños y a los portugueses ayer. Es una aceptación de su reinado similar a la que se produce en un partido de barrio cuando se da por hecho que ganará el equipo del que más la burla. Es un signo de debilidad en el contrario que a él le hace crecerse. Y entonces ya hay poco que hacer porque se envalentona y se atreve cada vez más en la medida que aprecia que es él que manda en el partido.

Su parafernalia en la ejecución del penalti también fue solemne. Agarró el balón bajo el brazo mientras le goteaba por la barbilla esa hilera de sudor tan peculiar en él. Lanzó un salivazo y colocó el balón en el punto de penalti. No quiso mirar a Ricardo y golpeó convencido a su derecha. Le había estudiado el lanzamiento el meta portugués, que rozó el balón, pero el golpeo también tenía sello de escuela: Zidane apuntó a la barilla, a las costuras de la red, como dicen los manuales.

El gol también provocó que Portugal padeciera la misma impotencia que españoles y brasileños ante la ocupación de espacios de Francia. Se ordena con la línea de cuatro defensas unos diez o quince metros por delante del área, luego los cuatro centrocampistas y por delante, con toda la racionalidad y lógica del mundo, los dos menos dotados para el robo a la altura de la medular: Zidane y Henry.

Dique. En ese entramado Makelele y Vieira son decisivos. Son dos libres por delante de la defensa que limpian un cerro de balones. Dos tipos capacitados par elegir bien entre varias opciones de coberturas. Un dique en medio de la circulación de balón del contrario, que cuando le descubre una rendija aún le queda por rebasar a Thuram y a Gallas, más de lo mismo.

Esa solidez sólo se vio alterada por algunas arrancadas de Cristiano Ronaldo en el primer tiempo que acabaron en disparos lejanos de Deco y Maniche. Figo apreció el paso del tiempo cada vez que Abidal le cerró el paso. Sólo Barthez, con una de sus acciones estrambóticas, pudo chafar la gran despedida que merece Zidane.