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El desgaste en el vestuario pesa más que sus virtudes

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Víctor se va por el desgaste que estos dos años y medio le han impuesto en el vestuario. Lógicamente, en la decisión intervienen otras consideraciones, pero todas menores comparadas con esa. No se va por los resultados, ni por no haber cumplido objetivos, ni porque no gusten su trabajo o su idea futbolística. Se va por la contestación del vestuario y porque se entiende que no puede mejorar lo que ya ha logrado. De ahí el empeño del club por dejarle la puerta abierta al regreso. No es una fórmula de cortesía, sino la intención sostenida desde que se decidió que Víctor no siguiera. La relación de un entrenador con sus jugadores pesa mucho, sobre todo cuando se convierte en argumento periodístico. Es cierto que había descontento general, pero no un polvorín a punto de la guerra civil. En este vestuario se han vivido conflictos mucho más agudos y descarnados. Así, el club ha preferido arriesgar una injusticia con Víctor antes que dejarlo en el puesto y abocarse a un incendio peor en el futuro. Es la perversa lógica del fútbol.