Al final, hay que tragar saliva

Yo digo | Nika Cuenca

Al final, hay que tragar saliva

Permítanme que me dé la risa, como le sucedió ayer a Gurpegi cuando AS le comunicó las ridículas alegaciones del Barça por la expulsión de Deco. Fíjense si el pobre chaval vive con la bola de reo a cuestas que su primera reacción fue: "¿Me pueden sancionar a mí?". Hablar de que el crack portugués recibió varios golpes por parte del león más noble en tiempo resulta una tomadura de pelo. Primero, porque es una mentira como un templo. Segundo, porque no entra en la cabeza de nadie que un futbolista coriáceo como el ex del Oporto se queje de salir lastimado en los balones divididos. Como botón de muestra, el codazo que dejó a Gurpegi tendido en una acción anterior a la del estirón de pelo. ¿A qué no oyeron quejarse al rojiblanco? El hecho de que Deco esperase en el túnel de vestuarios al navarro para amagar con la segunda agresión -le tuvo que sujetar Ten Cate- habla mal de él. Gurpegi miró para otro lado. Está como para meterse en más asuntos desagradables.

El centrocampista, uno de los jugadores con más futuro en el Athletic, lo relativiza todo. Quizás por la cruz que lleva a cuestas. Lo que tiene grabado a fuego y no perdona es un episodio similar al que vivió en el Camp Nou su compañero Unai Expósito. Fue la temporada anterior en Getafe, cuando el patético Iván Amaya le lanzó un salivazo a la cara y le insultó una y otra vez al grito de 'yonqui'. Fue tan flagrante que el presidente del club madrileño, Ángel Torres, decidió que su defensa no jugara la vuelta. No hizo falta, porque enseguida le largaron al Rayo. Este tipo de personajes están bien fuera del campo. Y Etoo, libre de culpa, merecía un toque. A tragar saliva.