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Primera | Real Sociedad 2 - Real Madrid 2

Salvados en el último suspiro

El Madrid igualó el 2-0 entre el minuto 86 y el 87. Luxa salvó la cabeza. La Real se adelantó con un penalti inexistente y eso dio alas a los donostiarras.

Actualizado a
<b>ZIDANE HA VUELTO. </b> La mejoría se detectó contra el Lyon y se confirmó ayer, en campo enemigo: Zidane ha vuelto o al menos ha iniciado el camino para regresar. El francés estuvo muy activo durante todo el partido y marcó el importantísimo tanto del empate. A falta de otros galácticos, Zizou se deja ver.
jesús aguilera, aitor martín y amaia zabalo

Es probable que Luxemburgo vislumbrara ayer esa luz que ilumina el final del túnel y que conduce al cielo o al infierno, según el finiquito de cada cual. En el minuto 79 su situación era la siguiente: el Madrid perdía 2-0, Ramos había sido expulsado y Raúl Bravo entraba en el campo en lugar de Robinho. Y llovía.

Convendrán en que el panorama era profundamente tenebroso. Pero el fútbol es vida concentrada y susceptible de cambiar por completo en el transcurso de 90 minutos, por eso nos gusta. Y así, quien fue feliz, acaba siendo desgraciado y quien se vio perdido termina ganando, porque hay empates que son victorias. Y cada giro sucede sin explicación razonable, sin que tengan mucho que ver los merecimientos más cercanos, justo igual que ocurre en la vida. Cuando falta el buen fútbol, siempre nos queda eso: la inspiración, la cáscara de plátano, el juez de línea.

En apenas minuto y medio, como por arte de magia, todo aquello que parecía un negro augurio para el Madrid en general y su entrenador en particular se arregló, a excepción del tiempo. Bravo acortó distancias, con lo que su inexplicable incorporación encontró sentido, y casi inmediatamente después, Zidane enganchó un zurdazo que significó el empate e hizo honor a su condición de estrella.

Luxemburgo, hasta entonces afligido, se vino arriba y comenzó a gritar, ¡vamosh, vamosh!, y lo hizo con tanta furia que dejó de ser un viajante en remojo para convertirse en el mismísimo capitán Ahab. Tuvo suerte la Real de que el árbitro sólo añadiera tres minutos porque el Madrid había vuelto a cargar el arpón.

El encuentro concluyó de ese modo y no empezó de forma muy diferente. Al igual que contra el Lyon, el Madrid salió dominador, seguro de sí mismo. Y aunque eso no le convierte en un equipo deslumbrante, al menos le asegura la posesión de la pelota, condición imprescindible para que a alguien se le ocurra algo, generalmente a Guti, o quizá a Zidane.

Víctima de ese empuje o probablemente por un plan premeditado, la Real entregó el timón y confió en un contragolpe bastante improbable, porque no tiene ni contundencia en el centro del campo ni suficiente rapidez arriba. Nihat es el primo de Nihat. Idéntica transfiguración sufre Robinho.

Esa extraña mutación volvió a hacerse patente en el minuto ocho, cuando un buen pase de Guti dejó solo a Robinho, que no supo resolver el mano a mano ante Riesgo y se comportó como lo hubiera hecho cualquiera, sin aportar ninguna solución especial.

Muy poco después Guti rozó el palo con un tiro cruzado después de una buena triangulación que implicó a Zidane y Roberto Carlos. Acto seguido, el propio Roberto estrechó el cerco con un cañonazo que despejó el portero. Y casi a continuación Sergio Ramos cabeceó al larguero una estupenda asistencia de Beckham desde un flanco. En esos instantes, la Real no encontraba más respuesta que el juego duro.

El línea.

Así se acercaba el partido al descanso cuando un juez de línea, Vidal Felani (ex de la árbitro Carolina Domenech), dejó volar su imaginación en una jugada que como ya parecía extinguida sólo le pilló mirando a él. De Paula perseguía un balón que se perdía por la línea de fondo y Roberto Carlos intentó protegerlo con el cuerpo, como tantas veces. La carga del brasileño provocó la caída del delantero, espectacular por la lluvia, y el asunto llamó la atención del asistente, que levantó la bandera entusiasmado, fascinado por el efecto del acquaplanning.

Undiano Mallenco debió intuir por la cara de terror de su linier que se había equivocado, pero como por la raya del pelo parece un muchacho educado preguntó y se dejó confundir. El caso es que Xabi Prieto transformó el penalti y ese gol cambió por completo el curso del partido. O eso pareció al inicio de la segunda parte.

La Real, que había sido hasta entonces un equipo timorato, se envalentonó y se adueñó del partido a base de coraje. El Madrid, en cambio, dio la impresión de estar medio groggy. Al poco de la reanudación, Casillas rechazó un gran disparo de Xabi Prieto y acto seguido Nihat pifió un remate de los que nunca fallaba.

En el minuto 59 De Paula marcó el segundo tanto al aprovechar un rechace de Casillas. La jugada la había comenzado Xabi Prieto, que encaró a Roberto Carlos y estuvo jugando con él hasta que le dio la gana o hasta que encontró un compañero mejor situado. El donostiarra es un fantástico futbolista, desaprovechado en la banda, pero nadie, ni el mejor, hubiera osado esa burla hace un par de temporadas.

El primer tiro a puerta de los blancos en la segunda mitad no llegó hasta el minuto 61, Zidane intentó una rosca lejana. El Madrid no se entregaba. Baptista, relevo de Pavón en el descanso, se quedaba a dos dedos del gol en un buen remate cruzado. No sólo eran pecados propios, también mala suerte. Luxemburgo decidía quemar las naves y daba entrada a Soldado en lugar de Pablo García.

Más difícil.

Pero Undiano Mallenco hacía casi imposible la remontada al expulsar a Sergio Ramos por doble amarilla, una decisión muy rigurosa que no se adecuaba a su propio baremo para sacar tarjetas.

Luego vino la citada entrada de Raúl Bravo por Robinho, último hecho reseñable antes de que el destino se dedicara a deshacer los nudos con los que había atado al Madrid. Para empezar, Garitano fue justamente expulsado, lo que igualó numéricamente choque. Después se registró el gol de Bravo, que atemorizó por completo a la Real, así de frágil era su ánimo. Y por último llegó el fallo de Riesgo, que despejó un balón sin fuerza y lo dejó a los pies de Zidane, botando, como los sueña cualquiera y como sólo los mete Zidane, por la escuadra.

El Madrid ganaba pese a empatar y la Real perdía a pesar de la igualada. Más allá del punto que se reparten, intuyo que lo sucedido tendrá ese efecto entre los contendientes.

Luxemburgo salva el tipo gracias a la entrega de sus jugadores, pero también le debe una ronda a la fortuna. Espero que después de haber visto la luz al final del túnel rebaje su nivel crispación, pues era su buen talante lo que le salvaba mientras esperábamos que el Madrid empezara a jugar un día al fútbol. Como ahora nos conformamos con que el equipo sobreviva, confiamos en que el entrenador responda con la misma galanura.

Los problemas son los mismos (falta de planificación y plantilla descompensada), pero el entusiasmo permite ganar a muchísimos equipos y mantenerse en la lucha por el campeonato de Liga. Soñar con más sería muy ingenuo si el fútbol no fuera tan imprevisible como la vida.