El Depor sentencia: 14 años y un día

Primera | Deportivo 3 - Real Madrid 1

El Depor sentencia: 14 años y un día

El Depor sentencia: 14 años y un día

Continúa el maleficio blanco en Riazor. La garra del Deportivo acabó con un Madrid vulgar y sin alma.

El optimismo no es mala filosofía de vida. Asegura cierta felicidad, mejora el cutis y, en determinados casos, el corazón bombea a ritmo de cha-cha-chá. Los pajarillos cantan y las nubes se levantan. Pero el optimismo es un explosivo de efecto retardado cuando no se usa para mejorar la realidad, sino para ocultarla. Eso hizo el Madrid este verano, cuando se volvió a conformar, por segundo año consecutivo, con un poco de maquillaje en lugar de afrontar una cruda renovación. Digo el Madrid, porque intuyo que en parte faltó decisión o dinero (caso Gerrard, por ejemplo), pero la mayor cuota de responsabilidad le corresponde a Luxemburgo, que no sólo se dio por conforme con la plantilla, sino que hasta hace dos días aseguraba que este equipo ganará la Liga y estará en la lucha final por Champions y Copa.

Esa falta de precaución, o lo que es lo mismo, ese optimismo desatado que recorre (o que hasta ayer recorría) del entrenador al presidente, pasando por Sacchi y Butragueño, chirría en días como ayer al oponerse a una delicada realidad que se oculta las más de las veces tras las anchas espaldas de Ronaldo. Pensar que con él (o con Baptista, o con Zidane) se arreglará todo será otro ejercicio de vano optimismo y otra manera de aplazar lo inaplazable: la renovación traumática.

Esa esperanza sin cimientos se tropezó ayer con el crudo pragmatismo del Deportivo de Caparrós, y si le pongo apellido al equipo es porque entiendo que ese entrenador sí es capaz de contagiar su personalidad aguerrida a los futbolistas que entrena. Con mucho orden y con ese entusiasmo casi agresivo se manejó ayer el Depor, actitud que le sirvió para ganar y que le enseñó, probablemente, el único camino posible para la victoria. Porque aunque muchos de los jugadores sean los mismos, ya no es este Depor aquel conjunto que nos fascinaba hace pocos años, anteayer.

No, no es el mismo, pero en este caso la renovación no ha sido aplazada porque los directivos hayan sido seducidos por los ídolos a los que ahora cuesta traspasar, sino por razones menos líricas: porque no hay dinero. Hizo muy bien Lendoiro en romper esa última hucha para traer a Caparrós.

Hablaré mucho del naufragio del Madrid pero quisiera que cada crítica se asociara a un mérito del Deportivo, porque, a pesar del caos, hay mucho talento en los blancos como para dejarlo libre. Y los gallegos no dejaron que se escapara ni una musa.

Improvisación.

Como ya he apuntado, entre las miserias que descubrió el Madrid de sí mismo está una horrorosa confección de la plantilla. Por muchas que sean las bajas, no parece razonable que en la octava jornada del campeonato Helguera juegue como centrocampista, función que no desempeña desde hace casi tres años. Resulta una completa improvisación y llena el equipo de futbolistas fuera de su lugar natural, problema que se agudiza en el centro del campo, donde, salvo Pablo García, faltan especialistas capaces de hacerse con el timón.

En ese mismo sentido, no se comprende que no haya relevo para Ronaldo, otro nueve de garantías. Hay un buen suplente para el lateral derecho y hay recambios de calidad para los centrales, pero no hay un sustituto de postín para el delantero centro o si lo hay (Soldado) no se alinea. Tampoco es lógico que Balboa, que no se había estrenado con el primer equipo, sea utilizado como una solución de emergencia para reactivar un partido que ya se perdía 2-0.

No se nota la mano del entrenador por ningún sitio. Sucedió contra el Valencia y volvió a ocurrir ayer: Robinho y Raúl se abren en la punta y hacen felices a los centrales contrarios, que no tienen más que cubrir la espalda de sus laterales para vivir sin agobios y tomarse el té en el área. Eso cuando Raúl no se empeña en bajar a distribuir, trabajo completamente inútil que no le sirve más que para fustigarse y para entregar el cuerpecillo de Robinho a una legión de mastodontes.

Con ese panorama, basta que el equipo contrario muerda en el centro del campo para que el Madrid se meta en un lío. Esa fue la tecla que tocó el Deportivo y le salió una sinfonía. Y a eso añadan que cada balón que pierde el Madrid en el medio se convierte casi en un contragolpe enemigo por la enorme distancia que hay entre líneas. Con un centro del campo tan difuso es suicida que los defensas del Madrid reculen tanto. Y esto se aprecia desde la grada, el banquillo y la tele, no hace falta colocar a un tipo en el tejado.

Huracán.

No habían pasado ni 20 segundos cuando el Depor rozó el gol. Munitis, que fue una verdadera pesadilla para Diogo, la puso desde la izquierda y Valerón cabeceó cruzado. Al Deportivo le bastaba con eso: robar y entregar la pelota "a los que saben", en este caso Munitis, Valerón, Tristán y un soprendente De Guzmán. Quede claro que ese sistema estuvo favorecido por el árbitro, muy tímido a la hora de sacar las tarjetas. Unos tanto y otros tan poco. Duscher, durísimo, fue quien sacó más ventaja de esa permisividad. Aunque también se quedó sin castigo una plantillazo de Pablo García en el muslo de Manuel Pablo, que a estas horas debe lucir en su pierna un tatuaje de la Osa Mayor.

Precisamente, fue esa última jugada la que propició el primer gol. El Madrid no supo defender el consiguiente saque de banda (el árbitro no pitó falta), el balón, que trazaba una diagonal, alcanzó a De Guzmán y el canadiense la pegó rasa y cruzada, imposible para Iker, que ya ha dejado de detener lo imposible. El segundo tanto volvió a desnudar al Madrid, si es que le quedaba algo de ropa. En el tiempo añadido, minuto 46, Valerón sacó un córner en corto sin la menor oposición, los enemigos, mirando. Munitis recibió, oteó el horizonte y se la puso picadita a Juanma, central estilo Tarzán que cabeceó a placer. Él mismo conseguiría el tercero al rematar un saque de córner y fusilar a Casillas con un testarazo en el primer palo, poste que no defendía nadie. El postrero gol de Raúl, aunque hermoso, tuvo el sabor de un trofeo macabro.

Acabaré optimista. No me cuesta con el Deportivo, que forjará esta temporada un equipo que será mejor con el paso del tiempo, Caparrós corre maratones. Me cuesta más encontrar algo positivo en su rival, pero también puedo. El Madrid ha fichado un futbolista, Sergio Ramos, para una década. Y no es sólo un fantástico central, ayer lo demostró. También es alma, valor, casta, Camacho, Stielike, esos tipos que no se morían nunca y desde los que se podía edificar un rascacielos. Mientras el Madrid agonizaba, Ramos empujaba a su equipo con una maravillosa entrega, tanta que acabó por delante de Raúl, galopando de área a área. Debe ser simple casualidad que sea el primer español que ficha Florentino Pérez.