Torres disputaba ayer su quinto derby liguero y se fue a casa igual que en los anteriores: sin marcar su primer gol al Madrid en un partido oficial, algo que comienza a obsesionarle. Pero también se repitieron otras constantes mucho más favorables para el Niño, que, sólo en punta y sin ningún socio fiable, se las ingenió para crear las mejores ocasiones rojiblancas de la noche. Sobre todo, una. En el minuto 82, le robó un balón a Salgado en el centro del campo y arrancó como una moto hacia la portería de Casillas. Primero, se deshizo de Gravesen, que no pudo ni reaccionar, y, luego, dejó sentado a Pavón, quedándose sólo ante el portero madridista. Pero ahí se equivocó, al intentar superarle con una vaselina. Iker se quedó quieto y atrapó el balón sin problemas. Torres se desesperó. Era la novena parada que le hacía Casillas en sus cinco enfrentamientos.