El derby fue una pachanga

Primera | Real Madrid 0 - Atlético 0

El derby fue una pachanga

El derby fue una pachanga

Madrid y Atlético jugaron sin tensión. Torres volvió a perdonar. Ronaldo estuvo desacertado. Discreta despedida blanca del Bernabéu

El partido pareció uno de esos encuentros benéficos en los que se miden los amigos de uno contra los primos de otro en favor de los damnificados por la plaga de langosta, encuentros en los que la recaudación es similar a lo que se gastan los protagonistas en la cena posterior y en los que el rumor del público no suena a emoción sino a qué buena noche hace, Manolo. Un encuentro carente de tensión, con decorados de cartón piedra, pistolas de agua y litros de ketchup.

Aquellos que imaginamos, por un instante, que los futbolistas, liberados de los rigores del campeonato, se expresarían en el campo con imaginación y fantasía en una competencia sana y reñida por el título honorífico de mejor equipo de la capital, nos confirmamos como unos ilusos de primera categoría. No caímos en que en la burbuja en la que viven los futbolistas, al no existir los vecinos, desaparece la rivalidad vecinal, el pesado del quinto, por lo que lo mismo da medirse al otro equipo de la capital que al Lokomotiv de Leipzig, nadie te da la tabarra.

Al final, estos enfrentamientos sólo los viven Raúl y Torres, por razones sociológicas y antecedentes vecinales, y Gravesen y Samuel, que no pueden contenerse. El argentino recuerda a esos sparring que por darle verismo a la actuación le rompen las costillas a Stallone cada vez que rueda una secuela de Rocky. No es nuevo: Samuel no presiona, cachea.

Beckham también se lo tomó en serio, pero por razones distintas: buscaba la tarjeta que le eximirá de jugar el último partido de Liga y le permitirá acudir a la concentración de la selección inglesa. Hasta que vio la cartulina pulió unos cuantos tobillos. Bien pudo haber agarrado la pelota con la mano. Aunque en ese caso no sería inglés. Por lo demás hay reconocer que jugó un buen partido, maravillosos pases.

El derby se adecuó bien a lo que solemos llamar pachanga, tanto en su acepción de "partido informal que se juega en un portería o canasta", como en la de "danza originaria de Cuba" o incluso en la que habla de "fiesta o alboroto". Todo eso fue. Comenzó con intensidad física y sin rebajar la intensidad se fue transformando en un embrollo indescifrable, repleto de toques a ninguna parte y nula profundidad.

Fracasos. Buena prueba de lo que digo es que los dos tiros que se le recuerdan al Atlético en la primera mitad los hizo el enigmático Richard Núñez, el representante del público (abuelas y niños incluidos) sobre el césped. Tan frágil resulta que aquellos que lo defienden como especie protegida ya son legión. Algo similar, me temo, nos ocurrió con el achuchable Michael Owen, que ayer se despidió del Bernabéu con más pena que gloria.

La mejor ocasión del Madrid durante ese periodo la tuvo Ronaldo, que se aprovechó de un clamoroso fallo de Leo Franco en un despeje. Y era el segundo error similar. Ronie no culminó por torpeza propia y porque el portero le obstaculizó con el brazo izquierdo. Aunque para los killers los brazos ajenos no deberían ser excusa, deberían ser remos. Nada pitó Muñiz Fernández, que es el árbitro que se ducha con gomina. Ayer no venía con ganas de pitar y se pasó la noche diciendo "sigan, sigan". Un amistoso, ya digo.

Otro de los detalles que nos dejó el primer tiempo fue una falta lanzada por Ronaldo, en su vano intento de alcanzar a Etoo, que le supera en cuatro tantos en la clasificación de goleadores y así, o peor, terminará el asunto. Ronie la tiró entre los palos, cosa de la que no pueden presumir otros.

Leo Franco purgó todas sus culpas al sacar un balón que era medio gol. Fue al mismo protagonista: Ronaldo, que encaró con ventaja y tuvo horas para meditar el remate. Evidentemente, no era su día. Lo dejó claro justo después al malgastar uno de esos centros que le envía Raúl con el pie convertido en cuchara.

En la reanudación no hubo más noticia que las sustituciones y las incursiones de Fernando Torres, todas fracasadas. El incomprendido Richard Núñez fue reemplazado por Jorge y Ronaldo fue relevado por Figo cuando todavía quedaban 15 minutos. La falta de tacto de Luxemburgo amenaza con ser legendaria y es comprensible que Ronaldo se haya sentido molesto, pues su empeño por alcanzar el pichichi era uno de los incentivos que le quedaban al Madrid en la Liga. Recuerdo que Ronie ya fue sustituido cuando pretendía vengarse de Cúper. Y Zidane en Turín cuando el francés buscaba vengarse del Piamonte.

Por lo que se refiere al fútbol, los mismos empellones del Madrid y algo más de soltura en Fernando Torres, que adelantó su posición. Durante la primera mitad, después de cada control tenía el desierto de Los Monegros por delante. En los segundos 45 minutos, su velocidad y el mayor desorden del Madrid le valieron para plantarse al menos tres veces ante Casillas. Una de sus internadas fue cortada in extremis por Gravesen, que le aguantó perfectamente y se llevó la ovación de la noche. Pero en las otras pecó de inocente, pecado mortal para un delantero. En situaciones semejantes se puede perdonar el trallazo al cielo, pero jamás el globito candoroso. Y eso hizo El Niño en su oportunidad más clara. Pese a todo, es un delantero extraordinario obligado a cantar a capella porque carece de orquesta.

Para el Madrid el encuentro debería significar mucho más que la despedida de la temporada en el Bernabéu. Debería ser un cambio de ciclo, de tendencia, un adiós definitivo a un proyecto no culminado, el que quiso prolongarse con los fichajes de Samuel, Owen y Woodgate. Habrá que confiar en otro equipo y otro Luxemburgo. En el caso del Atlético la renovación no debería ser menor. Delirios de grandeza y complejo de inferioridad. Nada de eso se corresponde con Madrid y Atlético. Nada con el derby.

El detalle: casi tres años sin un 0-0

El Real Madrid no empataba a cero en el estadio Santiago Bernabéu en el campeonato de Liga desde el 17 de noviembre de 2002, cuando se midió a la Real Sociedad. Desde la temporada 1968-69, un derby disputado en el Santiago Bernabéu no acababa con la igualada a cero.