El regreso también tuvo una prórroga infernal

Primera | Real Madrid

El regreso también tuvo una prórroga infernal

El regreso también tuvo una prórroga infernal

La expedición blanca estuvo tres horas atrapada en Turín

Llegaron abatidos, pasadas las cinco y media de la madrugada y con los rostros crispados por la debacle de Turín. Si en Delle Alpi hubo prórroga de infame recuerdo (expulsión de Ronaldo, gol de Zalayeta), en el vuelo de regreso hubo otra prórroga inesperada que terminó de hundir la moral de directivos, jugadores y aficionados en un viaje de regreso a Madrid que se convirtió en un río de lamentos por lo sucedido ante la Juve. Al desagradable incidente con los ultras en el aeropuerto de Turín (a Ronie llegaron a insultarle y escupirle) siguió un suceso surrealista en el Airbus 340 al que accedió toda la expedición madridista a la una y cuarto de la madrugada. Cuando se disponía a despegar, el comandante de la aeronave anunció que por problemas en el control de Marsella el vuelo quedaba retrasado "¡hasta las cuatro menos cuarto!".

Eso soliviantó más a los aficionados que iban en el avión del equipo, y fueron varios los reproches que se escucharon de sus bocas. "¿Por qué no se fichó a Cannavaro, que costaba sólo cuatro millones y sí a Woodgate, que está cojo y ha costado cuatro veces más?"; "¿Por qué Guti es suplente y juega Raúl a pesar de salir de una gripe de 15 días?"; "¿Cuándo va a hacer Florentino una renovación del equipo? ¡Que traiga más Gravesens!".

En la primera fila, el presidente improvisaba un gabinete de crisis junto a Antonio García Ferreras, director de comunicación, y varios de sus directivos (Manuel Cerezo, Luis Montejano y Nicolás Martín Sanz entre ellos). Se buscaban soluciones a la debacle, pero con una consigna: "Mientras quede Liga no podemos liderar revoluciones ni hablar de venta de jugadores. Hay que apurar la última opción que queda de salvar la temporada".

Diez filas más atrás estaban, serios, pensativos y dolidos, los jugadores. Los había como Gravesen, Helguera o Ronaldo (tres de los que se salvaron de la debacle), que le daban vueltas al partido de Delle Alpi y prometían levantarse para intentar dar al menos una alegría a esa afición que parece dispuesta a darles la espalda después de cumplirse el año más negro de la historia del club. "Somos el Madrid y no podemos agachar la cabeza". Ronie quiso quitar importancia al incidente con los ultras y se maldecía por la mano que Buffon le metió en la jugada que pudo cambiar el curso de esta triste historia. Casillas y Portillo mostraban en su rostro la decepción sufrida. Son del Madrid desde niños y sabían el palo que se había llevado toda la gente que los arropa un día sí y otro también. Zidane le daba vueltas a lo caprichoso del destino. Delle Alpi le dedicó una ovación emotiva tras ser cambiado y a los pocos minutos le castigó con el gol de su compatriota Trezeguet, que apartaba a Zizou del sueño de la Décima.

A las 3:50 horas despegó por fin ese vuelo que llevaba dibujada en sus alas la cara de la eliminación y el fracaso. A las cinco y media aterrizaron en Madrid. Sólo media docena de fieles. No había nada que celebrar. Otro año al limbo. Y van dos seguidos. Un grito se escuchó desde el fondo de la Terminal. "Florentino, haz una limpia ya". Presidente, su turno