El talento no se congela

Primera | Numancia 1 - Real Madrid 2

El talento no se congela

El talento no se congela

Casillas detuvo un penalti y Beckham marcó de falta. Ellos derribaron al Numancia. Gol de Salgado y breve exhibición de Guti

Una mano de Casillas, un pie de Beckham y esencia de Guti. Esa fue la receta. El plato resultante, que se sirve frío como la vichyssoise, casi granizado, apenas ocupa un dedal, aunque conviene presentarlo en un recipiente amplio para destacar su soledad. La nouvelle cousine no pretende saciar el hambre sino que te comas un cuadro. Por eso te cobran como si estuvieras mordiendo un Picasso. Y algo parecido sucede con el fútbol actual en general y con este Real Madrid en concreto: te sientas con el entusiasmo de quien se dispone a devorar una fabada o un cocido maragato y has de conformarte con aroma de tomillo al perfume de grosellas sobre un lecho de ilusiones.

Cuando estábamos a punto de decir que el dinero no lo es todo (el empate parecía inalterable), Beckham nos hizo recuperar la consciencia y recordar al gran Woody (Allen, no Woodgate; aunque le valdría igual): "El dinero no da la felicidad, pero procura una sensación tan parecida que se necesita un especialista muy avanzado para verificar la diferencia".

El Madrid invirtió varios millones de euros en la imagen de Beckham, pero también en su empeine derecho, y de esta extremidad también obtiene suculentos dividendos (tres tantos de falta esta temporada, nueve puntos), aunque algunos se empeñen en banalizar todo lo que hace este futbolista, básicamente porque es asquerosamente guapo y, en consecuencia, mediático. Y el caso es que él, que intuye el motivo de su discriminación, intenta afearse de cualquier modo, rapándose, dejándose cresta o tatuándose ángeles en el cuello. Todo sin éxito, como se puede ver.

Pero no sería justo extraer a Beckham como ingrediente principal de la receta. Igualmente lo fue Casillas, porque tanto vale el penalti que detuvo como el gol marcado por el inglés. Tal era la querencia del Numancia a las tablas, que de haber conseguido Tevenet el gol, hubiera resultado muy complicado desalojar al equipo local de su área.

Esa jugada del penalti, la primera de cierto relieve, pese a que ya se había cumplido la media hora, fue para muchos rigurosa, especialmente para Helguera, el único acusado. Y es que nos hemos acostumbrado a que los defensas dispongan de privilegios que no tienen los delanteros, de modo que si el zaguero trepa por la chepa del atacante se considera "defensa propia" y si lo hace el ariete "nocturnidad y alevosía". El caso es que Helguera combinó el famoso ushiro nage (llave de judo que agarra por detrás) con la escalada libre, todo ello por la espalda del gigantesco Miguel (1,93 largo). Como quedó dicho, Casillas atrapó la pelota como un gato un ratón.

El partido, pues, regresó a su suave monotonía, dominio del Madrid y sofoco controlado del Numancia, que tampoco se sentía en verdaderos apuros, si acaso un rebote que pegó en el poste y el posterior remate del niño Owen, tan blandito como achuchable (él y el remate).

En esta ocasión el rombo de Luxemburgo no significó ninguna revelación sobrenatural y nos situó en partidos no muy lejanos, de circulación sin sustancia, de falta de desborde y de ausencia total de verticalidad, sin extremos. Y eso que Zidane saltó bailarín. Pero ni con esas. Gravesen, correcto en el corte, no tiene una imaginación muy florida, tal vez por imposición técnica, habrá que darle el beneficio de la duda.

El planteamiento del Numancia fue muy simple, pero quizá era el único posible: todos recogidos atrás y salidas de la cueva para echar balones al longilíneo Miguel, preferentemente de falta y preferentemente a su cabeza. Sucede con este chico lo mismo que con otros delanteros secuoyas, como Kohler o Carew, que, independientemente de sus cualidades técnicas, suelen causar pavor en la defensas contrarias, más acostumbradas al acoso por la retaguardia que a la anticipación, más inclinadas al baile arrimadito que al rock & roll.

El gol de Beckham rompió el hielo. Fue una falta escorada a la derecha en la que inglés apuntó al palo que protegía el portero. Como el guardameta dio dos pasos para cubrir el hueco, puro instinto, el balón en parábola quedó fuera de su alcance. Fue un gran gol, aunque la belleza del tanto se les confunde a algunos con la del autor y eso les lleva a destacar más los errores del portero. Y no piensen que no sé que este tipo de elogios los premia la familia Beckham con diamantes como pelotas de pimpón.

Lo mejor estaba por llegar o, mejor dicho, por entrar en el campo. Cuando faltaba poco más de un cuarto de hora para la finalización del partido, Guti sustituyó a Figo. Y como el canterano debía estar algo sulfurado (con razón) se puso a resumir las mil razones por las que debe ser titular en este Real Madrid, caiga quien caiga.

Guti se hizo sitio en el caótico centro del campo, con permiso, con permiso, y se puso a repartir balones, la mayor parte de ellos en profundidad y con aviesas intenciones. Y el Madrid, naturalmente, empezó a crecer, a afilarse. También influyó la entrada de Solari por Raúl, tan gris que ya no se sabe si es plomo o nube.

El gol no tardó. Guti combinó con Owen y este le mandó a Salgado un pase que era un jamón de bellota. No me pregunten qué hacía Salgado por la posición de media punta y a esa velocidad, pero el caso es que controló la pelota, repelió al defensa gracias a su constitución pétrea y marcó de tiro raso. Su alegría, rebosante, estaba muy justificada porque el lateral derecho del Madrid suele ser el que pone los discos mientras sus compañeros bailan y demás.

Guti tuvo tiempo de dar un pase maravilloso a Portillo, que despejó Alvaro Núñez cuando parecía dentro. Nos perdimos una celebración del chico que imaginamos reivindicativa y plagada de mensajes al mundo terrenal y celestial.

El colosal Miguel acortó distancias, pero fue un toque de pimienta que se añade al gusto y no modifica el plato, pues el choque parecía ya sentenciado desde el gol de Beckham. El tanto se generó en una saque de falta y posterior cabezazo, como se intuía. La falta la botó Miguel Pérez, el mejor de los futbolistas del Numancia, el más atrevido. Los locales estuvieron cerca de empatar en el último instante, pero la presencia de Casillas es un reductor de sorpresas.

Conclusión: el Madrid sigue el ritmo del Barcelona aunque su ritmo es distinto y el Numancia se hunde un poco más en el fondo de la tabla, aunque no era la de ayer su guerra. Decía Napoleón, que tres cosas movían a los hombres: amor, honor y dinero. No aclaró el orden.

El detalle: visita real en los pajaritos

El encuentro de ayer tuvo dos visitantes de excepción. Jaime de Marichalar, duque de Lugo, y su hijo mayor, Felipe Juan Froilán de Todos los Santos, asistieron al encuentro en el palco de Los Pajaritos. Al término del partido, Jaime de Marichalar bajó al vestuario del Real Madrid, donde felicitó a los jugadores por el triunfo conseguido.