El año 2004 se cerró con los tambores de guerra por el caso Luis Aragonés (su alusión a Henry agitó el debate sobre el racismo en el fútbol) y el 2005 se abre con la polémica en Italia por los gestos nazis de Paolo di Canio tras el Lazio-Roma. Enzo Foschi, presidente de la Comisión Deportiva, habla de "vergüenza para el fútbol", y Franco Baldini, director deportivo del Roma, dice sentirse "abochornado". Mientras, la FIFA, tan sensible en el caso Aragonés, calla.

La Federación Italiana de Fútbol (FICG) ha iniciado una investigación por lo sucedido en el Olímpico. Además de los gestos de Di Canio planea una posible sanción por el petardo que explotó junto a Totti y por el que el capitán giallorosso tuvo que ser atendido. "Habrá que examinar el vídeo, porque la fotografía no basta. El trabajo no será simple, hay que revisar muchas imágenes", dicen desde la FIGC.

"El señor Paolo Di Canio consiguió con sus gestos privar a su propio equipo de una victoria legítimamente conseguida en el césped", declaró Franco Baldini. "El Lazio venció legítimamente, pero muchos perdieron. Perdió el Roma y Roma, perdió sobre todo Di Canio, perdí yo... la esperanza", precisó.

Di Canio, que de chaval formó parte del grupo Irriducibile, los ultras del Lazio, hizo varios gestos nazis (tanto el de la mano extendida, el más conocido, como el de los tres dedos levantados, habitual en la extrema derecha) que provocaron el enfado de afición y jugadores del Roma, especialmente de Totti y Cassano.

Ayer, Zdenek Zeman, técnico del Lecce y ex del Roma, mostró su rechazo a Di Canio, de quien dijo "haberse convertido en un ultra que siempre se equivoca". No todos le dieron la espalda. Por ejemplo, la líder del grupo Alternativa Sociale. "¿Qué hay más bello que el saludo romano? Me ha fascinado tanto... Si quiere, Paolo puede entrar en nuestro partido". Quien lo dice se llama Alessandra y se apellida... Mussolini. Es nieta del Duce. Sobran las palabras.