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Primera | Atlético 1 - Barcelona 1

Torres frenó a un gran Barça

El Atlético se reafirma ante un rival maravilloso. Golazo del Niño. Van Bronckhorst, sensacional. La defensa local, una muralla. Ronaldinho, gris

Actualizado a
<b>TORRES BRILLÓ. </b> El niño volvió a demostrar toda su clase con un gran gol.

El partido del Calderón cumplió punto con punto con lo que se esperaba, lo cual, teniendo en cuenta que se esperaba mucho de ambos equipos, dio lugar a una estupenda tarde de fútbol y demostró que ninguno de los contendientes va de farol en sus pretensiones: el Atlético aspira legítimamente a entrar en la Champions y el Barça, a ganarla. La Liga de Campeones, la española y lo que se le ponga por delante, porque se trata del conjunto más deslumbrante de Europa en este momento. Una maravilla.

La grandeza de este Barcelona de Rijkaard la hacen evidente sus laterales. Ayer, en los primeros 35 minutos Van Bronckhorst había disparado cuatro veces a puerta. Dos fueron gol. El primero lo anuló Daudén por una supuesta mano que no hay manera de saber si fue o no fue. El principal indicio es que Gio no protestó, lo cual en fútbol suele sentenciarte como culpable, pero el zurdo es holandés y allí (entre otras cosas) los policías van en bici, sin porra, te tratan de usted y los ciudadanos les respetan. El paraíso del buen rollo, así que no se fíen. Ante la duda, diez minutos después se encontró una pelota rechazada cerca de la frontal del área y la clavo, imparable, en la escuadra de Leo. Para qué discutir. Tras el descanso, Belletti le tomó el relevo a Van Bronckhorst y llegó más veces a la línea de fondo en 45 minutos que, digamos, Musampa en toda una vida. Y luego la pone como si fuera Beckham (el del Manchester, digo).

Perea y Pablo. Si esto eran los laterales, imagínense el resto. Cada vez que el Barça llegaba a las inmediaciones del área todo el estadio temblaba. Bueno, todo menos dos personas: Perea y Pablo. Los centrales rojiblancos se exhibieron, cada uno en su estilo. El colombiano derrocha físico, llega a cualquier sitio un segundo antes que el rival, queda en pie tras cada choque (el otro a duras penas respira) y con la pelota en los pies no se complica: fuerte y lejos. Pablo es otra cosa. Velocísimo para su estatura (1,92), no hace una falta si no le va la vida en ello. Y no suele irle, ya que maneja su amplio repertorio de recursos con una enorme inteligencia. Además, le da una salida limpia al balón. Una pareja perfecta y para muchos años (tienen 25 y 23 años, respectivamente), a partir de la cual Ferrando tiene una base muy sólida desde la que construir.

Aferrado a sus centrales, el Atlético aguantó lo mejor que pudo el acoso azulgrana dirigido por Deco. El portugués representa como nadie lo que es este Barcelona. Jugador de clase, pequeñito y con cara de muñeco. Da la sensación que te puede tirar un caño (y lo hace), pero en realidad se hincha a tirarte patadas. Reparte (juego) y reparte (golpes). Esto es el equipo de Rijkaard. Con el balón en sus pies tiene tantos recursos que al defensa le dan ganas de quedarse mirándoles (y a menudo no tiene más remedio que hacerlo): Ronaldinho acabará convirtiendo la bicicleta en algo vulgar, Giuly aprovecha cada espacio para correr como si le fuera la vida en ello, Xavi y Deco driblan y pasan con tanta facilidad que el defensa nunca sabe si entrarles o aguantarles, Etoo aún sólo asusta por lo que hizo, pero en cualquier momento te la hace... Pero cuando pierden el balón, las estrellas se convierten en pequeños Davids, presionan con enorme criterio y recuperan la pelota con mucha facilidad.

Un defecto. Así se comieron al Atlético durante un buen rato, hasta que marcaron, y ahí bajaron el ritmo. Este es un defecto que ya se les apreció en Glasgow y que puede ser su mayor hándicap esta temporada. Son tan buenos, que se dejan ir. Vicios galácticos que Rijkaard tendrá que controlar. En la Champions, el Celtic no supo aprovecharlo, pero el Atlético es mucho más equipo que el escocés y se vino arriba de la mano de Ibagaza, que encontró los espacios necesarios para lanzar a Torres a la espalda de la defensa del Barcelona. Un par de fueras de juego más que dudosos frenaron al Niño, pero se empezó a mascar la sensación de que Puyol iba a tener una tarde complicada.

Tras la senda del Caño, Luccin y Colsa se hicieron con el control del partido, pero el cántabro se ganó una amarilla que desencadenó una sucesión de acontecimientos que, al principio, nos hizo temer por la salud mental de Ferrando y, al final, nos hizo irnos a la cama sintiéndonos un poco más tontos. En el minuto 42, el técnico cambió a Salva por Colsa, se supone que para evitar su expulsión. Esta loco, pensamos. ¿Por qué no espera al descanso? ¿Por qué renuncia al doble pivote cuando al fin lograba tener la posesión? Tras el intermedio, Ferrando sacó a Sosa en lugar de Musampa. Está loco, pensamos. ¿Por qué no metió al uruguayo en lugar de Colsa, si pensaba seguir con dos mediocentros? ¿Por qué tiraba a Ibagaza a la banda cuando estaba llevando tanto peligro como enganche? A los cuatro minutos, gol de Torres.

El Niño demostró nada más empezar la segunda parte que es aún más decisivo con otro delantero al lado. Salva peinó un balón que quedó varios metros fuera del área, entre Torres y Puyol. El rojiblanco se adelantó la pelota con la cabeza, desvencijó al supuesto mejor central de España con su potencia habitual y definió de maravilla, por encima de Valdés, con una frialdad inhabitual hasta este año. Parece que ha llegado la hora de dejar de acusarle de fallar goles sencillos. Queda el asunto de los controles, pero ese es un gesto técnico que se puede mejorar. Lo innato, lo tiene todo.

Pero Rijkaard respondió a Ferrando con otra tanda de cambios acertados. Ambos técnicos demostraron que, pese a que muchos de sus colegas parecen haberlo olvidado, las sustituciones sirven para mucho más que para perder tiempo. En el descanso, dejó a Etoo en la caseta para sacar a Larsson. El camerunés anda perdidísimo y aún no ha demostrado nada esta temporada que le haga acreedor a la titularidad por encima del sueco. El de Larsson es un caso extrañísimo. Lleva doce años hinchándose a meter goles en Ligas de segundo nivel y ningún grande le había dado una oportunidad hasta ahora. Inexplicable viendo lo fácil que entiende el fútbol. Lo bien que lo juega en virtud de sus cualidades: magnífico primer toque, perfecto para abrir espacios y remate rápido y certero. Vamos, un delantero de los de toda la vida, pero de los buenos. Etoo tendrá que espabilar.

Se mosqueó Dinho. Después, Rijkaard sentó a Ronaldinho, al que se le vio enfadado por primera vez. Pero no tenía razón. El brasileño fue una bala de fogueo durante toda la noche. Espectacular hasta la frontal del área e inofensivo dentro de ella. De hecho, en el minuto 52 había fallado un gol increíble. Sólo, a un metro de la portería y con Leo vencido, cabeceó alto. En su lugar entró Iniesta, que lleva un tiempo demostrando que es el mejor jugador de cuartos de hora de la Liga. Ya se ha ganado la oportunidad de disponer de más minutos. En cualquier otro equipo sería capitán general y aquí es un simple meritorio. Qué miedo da este Barça.

En este último tramo, fue Xavi el que se echó el Barça a la espalda y protagonizó la jugada del partido. En una arracada desde mediocampo, fue dejando atrás rivales como si tal cosa y era gol hasta que Sergi apareció de no se sabe dónde para sacar la pelota cuando ya se colaba. Xavi es, sin duda y junto a Torres, el jugador español más en forma. Cabe esperar que, desde el palco, Luis Aragonés se diese cuenta y dejé de ningunearle en próximas convocatorias.

Y en estas se nos acabó el partido sin que nos diéramos cuenta. El Atlético respiró con su puntito, que le permite seguir creciendo y le demuestra que Europa es un tiro asequible. El Barça se exhibió con sus dos teóricas estrellas a un nivel bajo. Cuando acababa el partido, se anunció la dimisión de Camacho y hay quien sospecha que ver a los de Rijkaard influyó en su decisión.