Desde 1950, desde el histórico Maracanazo, el Brasil-Uruguay es fútbol con mayúsculas. Da igual si sus selecciones renquean o gozan de buena salud, si los de hoy día son mejores o peores jugadores que los de antaño. Todo da igual. Cuando la verdeamarelha y la celeste se enfrentan, el fútbol desempolva aquella película en blanco y negro en la que Ghiggia, Schiaffino y compañía hicieron llorar a un país entero.

El fútbol, él solito, es capaz de curarlo todo. Así lo ha hecho en Uruguay (cuyo balompié no levanta cabeza), donde el 48% de los aficionados considera que su selección se proclamará campeona de la Copa América. El sondeo del diario montevideano El País cobra especial relevancia teniendo en cuenta que los de Jorge Fossati se enfrentan hoy a Brasil (selección en la que Maicon volverá a cerrar el paso a Mancini en el lateral derecho), que viene de destrozar a México por un contundente 0-4. Y más aún recordando que antes de que arrancara el torneo, el 59% de los consultados opinaba que Uruguay se volvería a casa a las primeras de cambio.

Ojalá que los fantasmas brasileños sean celestes, afirmaba ayer Darío Silva, héroe con sus dos goles en el triunfo de cuartos ante Paraguay (3-1). El sevillista tiene claro que la selección acudió a Perú a defender el prestigio del fútbol uruguayo. Es ése un recadito a su Federación, que no garantiza a los internacionales las primas inicialmente prometidas. Eso, sin embargo, no ha sido obstáculo para que el grupo que dirige Fossati, que hoy recupera a Bizera pero no sabrá hasta minutos antes del partido si contará con Montero (aquejado de una gastritis), dé el do de pecho en la Copa América. Adriano tumbó a México en cuartos y ahora amenaza a Uruguay. Pero la celeste no renuncia a nada. Busca otro Maracanazo y apura la víspera A ras de sueño, título de un poemario de Mario Benedetti, un uruguayo ilustre.