Un gol de Morata y luego mucho miedo

Una pena, porque a una primera parte bastante buena siguió otra demasiado mala. La buena nos sirvió para ganar el partido, que no es poco, y nos asienta de momento en el segundo puesto del grupo, que no es mucho. La mala nos quitó la fe. Da la sensación de que este equipo se dejó en Brasil su tremenda seguridad, que le permitía flotar en cualquier situación, y que ahora desconfía de sí mismo por poco. Un par de desajustes atrás, nacidos paradójicamente de exceso de confianza, lo desbarataron todo. Nos quedamos, como Del Bosque, con mal sabor de boca. Y eso que todo había empezado bien.

España salió con Koke y Busquets en la media, respaldando a una línea de tres estupendos jugones, Silva, Iniesta e Isco, con Morata arriba. Jordi Alba se incorporaba mucho por la izquierda, como una flecha. Ocasionalmente, también Juanfran. El juego era movido, preciso, alegre, rápido. Morata se movía bien y sus compañeros le encontraban. Un buen pase de Koke lo transformó en gol. Tuvo alguna ocasión más, y también algunos de sus compañeros. Sergio Ramos estrelló un cabezazo en la escuadra, en un córner. Los ucranios habían amenazado con dos faltas sobre el área, sólo eso.

Pintaba bien, pintaba para 3-0. Pero la segunda parte empezó con sustos, nacidos, a mi juicio, de la falta de tensión con que el equipo afrontaba el juego cerca de su área. Y de repente se extendió una inseguridad general que transformó el buen equipo que veíamos en un manojo de nervios y dudas. Un equipo que no sabía si ir a por el segundo o esperar. Las sucesivas salidas de Morata, Iniesta y Jordi Alba, por fatiga o lesión, no lo mejoraron. Quedaron ramalazos, sobre todo en Isco, pero vimos mucho más a Casillas que a su colega ucranio, Pyatov. No, no fue un día para irse contentos...