Luis Enrique, Messi, 'illuminati' y fútbol

Luis Enrique quiso relevar a Messi el otro día y se quedó colgado de la brocha. Messi no se quiso ir y el sustituido fue Neymar. Para ese momento, el del cambio, Neymar había marcado un gol, el 2-0, y Messi otro, el 3-0. Luis Enrique fue poco fino. Messi andaba, como todos andamos, en las cuentas del récord de Zarra. Luis Enrique andaba en sus cuentas de minutos, puntos y descansos, y en ese cruce de cuentas y de ideas le pareció que lo oportuno era quitar a Messi. Se equivocó. Messi dijo que no se iba y el aficionado, digamos en general, lo aplaudió. Estaba en carrera el récord de Zarra.

Hay una forma de ver el fútbol y hay otra, y esta es buena ocasión para tratar la una y la otra. El fútbol suele ser visto por los profesionales del mismo como una cosa muy solemne, con mucha barba, casi como algo capaz de sacar almas del purgatorio. Por contra, para el común de los ciudadanos no es más (ni menos) que una simple y feliz materia de conversación. Desde cualquiera de las dos ópticas, la fricción Luis Enrique-Messi se presta a análisis. Se puede ver como el capricho menor de un divo o bien como el heroico desafío de un tipo audaz a la autoridad del jefezuelo mal instalado. Todo cabe.

Vayamos al detalle: Luis Enrique quedó en evidencia por no hacer las cosas bien. Si su idea era (y sería lo razonable) que una vez encaminado el partido ante el Éibar, Messi se retiraría, lo debería haber pactado de antemano con él, dado que Messi no es uno más, y no tengo que extenderme en esto. No lo hizo y pagó la consecuencia. Luis Enrique pierde por una idea mal digerida: la de que el fútbol es un no-sé-qué que unos cuantos pedantes como él se figuran. Algo así como una ciencia rara que sólo unos ‘illuminati’ dominan. Pero el fútbol no es eso. El fútbol es Messi y unos cuantos más...